sábado, 31 de enero de 2009

Robert Crumb: historietas y música


¿Qué ha sido de la bonita música
de nuestros abuelos?





"¡¡Bruce Springsteen!! ¡Odio a Bruce Springsteen!"
-Robert Crumb

Nota publicada en Revista Erre! Año 2 - #9 (12/2007)

Seamos sensatos. Uno no puede andar por el mundo sin haber leído, por lo menos, unas cuantas páginas de Robert Crumb (1943). Padre del comic underground. Autor de personajes como el Gato Fritz y Mr. Natural. Desenfadado. Cínico. Pleno de inseguridades. Brillante. Repleto de barrabasadas sexuales. Enamorado de los culos grandes y macisos. También de la música.
Entonces. Si no leyeron nada de Crumb, inmediatamente corran a su proveedor habitual o buceen en Internet. Porque aquí vamos a hablar de historietas y de música. Lo de los culos, averígüenlo ustedes.

Nunca tuvo demasiado sentido preguntarse por la relación unívoca entre personaje y autor. Pero hagamos la excepción. En la película Los secretos de Harry, Woody Allen confiesa al psicólogo no poder evitar querer tener sexo con todas las mujeres con las que se cruza. En una de sus viñetas, Crumb se queja: "Me cuesta mucho controlar mi imaginación calenturienta. Sólo puedo pensar en sexo y en coleccionar discos antiguos".
Porque es cierto que el genio de Robert Crumb es el de un artista que adora la música de tiempos idos, la que los negros hacían y cantaban en los estados del sur de Norteamérica, mientras trabajaban el algodón, con la suerte vagabunda de algunas pocas grabaciones, hoy fortuna para los coleccionistas.
"Me empecé a interesar por la música antigua, intentaba juntarme con los negros, iba de puerta en puerta buscando discos viejos, cosas de ésas que resultan inconcebibles en un adolescente normal". La obsesión se imbricó en los cuadritos del Crumb historietista, y permitió historias de un amor declarado, donde el autor suele dar cuenta de la odisea que significa encontrar alguno de estos tesoros. Lo que permite, a su vez, la excusa para la otra historia, la de músicos malogrados, sin reconociemento actual, que Crumb devuelve a la luz pública. Artistas relegados por el tiempo como Charley Patton, Tommy Grady o Jelly Roll Morton, surgen rebosantes de blues y melancolía, sin la presión de discográficas o empresarios, con una música que hacen y sufren a flor de piel. Artistas en quienes la música era sinónimo de vida.
Es imposible, por ello, no encontrar paralelos entre la elección de estos músicos y la tarea del propio Crumb, verdadero disidente, artista paracultural para siempre. "Cuando oigo música antigua es de las pocas veces que siento una especie de amor por la humanidad. Es como oír lo mejor que hay en el alma de la gente normal. Es su forma de expresar la conexión con la eternidad o como quieras llamarlo".
Algo de expresión cierta habrá entrevisto en Janis Joplin para dibujar la portada del disco Cheap Thrills (1968), lo que le permitió encontrar popularidad pero, no por ello, ínfulas de marquesina. Situación que se corrobora desde su negativa a dibujar el arte de tapa de uno de los discos de Rolling Stones, más el rechazo a la invitación del programa televisivo Saturday Night Live. "Después de un año de reconocimiento, de la estupidez de la fama y todo eso, sencillamente dije a la mierda. Empecé a dibujar en los cómics la parte más oscura de mí mismo, algo que hasta entonces había mantenido oculto."
Así como Crumb se dibuja desde lo sexual -transpirado, nervioso, tembleque, ojos saltones-, la misma imagen nos devela el Crumb coleccionista, ávido de descubrir cuáles misterios anidan en una pila de discos de 78 rpm, que alguna negra vieja desempolva por unos centavos. Locura que habilitó la amistad de Harvey Pekar, guionista de la célebre American Splendor, cuyos primeros números fueran ilustrados por Crumb (situación que el film de mismo título recreó magníficamente, con Paul Giamatti en el rol de Pekar y James Urbaniak como Crumb).
Gilbert Shelton, responsable de esa historieta amena de rock que es The Fabulous Furry Freak Brothers, cuenta que el Ministerio de Hacienda de los EE.UU., hacia mediados de los '70, amenazó con confiscar la colección de miles de discos de Crumb por evasión impositiva. Amigos y fans evitaron la pérdida. Junto con ello también salvaron, según Shelton, la fuente de inspiración que permitiera a Crumb no sólo dibujar comics, sino también dar a luz música. Primero en 1972 con la Keep-on-truckin' Orcherstra, reconvertida luego en la Cheap Suit Serenaders, y finalmente con Les Primitifs du Futur. Prevalecen los instrumentos acústicos, el serrucho, los años '20 y '30, más el banjo del dibujante. (Es inevitable pensar, de nuevo, en Woody Allen, su música y el clarinete).
Hoy, Crumb se permite dibujar barajas de naipes con los rostros de sus músicos favoritos: Memphis Minnie, Son House, Big Hill, Blind Lemon Jefferson, Skip James, Clifford Gibson, entre otros.
Terry Zwigoff, integrante de la Cheap Suit, ha dirigido el documental que David Lynch produjera bajo el título Crumb (1994). Un film estupendo, en el que accedemos a la cotidianeidad de nuestro dibujante predilecto. Desgarbado, fanático del jazz, y loco de deseo por montarse sobre, como decíamos, culos grandes y macizos.
¿Pero cómo? ¿Todavía no leyeron nada de Robert Crumb? ¿Qué están esperando?

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