La relación loca entre una madre y su hijo adolescente tensan, otra vez, el cine del canadiense Xavier Dolan. Amor y delirio en una pantalla de cine hecha cuadrado. La sensibilidad como arma feliz y el acecho institucionalizado.
Por Leandro
Arteaga
Vale y mucho la oportunidad renovada que ofrece Cine El Cairo al incluir en
su grilla la proyección diaria de Mommy, la quinta película del canadiense
Xavier Dolan, luminaria de apenas 26 años con varios premios internacionales en
su haber y, para el caso de Mommy, con el Premio del Jurado del último Festival
de Cannes, compartido con Adiós al lenguaje, de Jean Luc Godard.
Dolan se ha vuelto un nombre reiterado y
amado entre la crítica. No es para menos. Su cine destila una mirada personal,
lúdica, que depura hacia formas cinematográficas cada vez más definidas. En
este sentido, Mommy es cristalización de un recorrido que encuentra a su
director en plena forma, con cantidad de proyectos en ciernes, que habrán de
ser seguidos y esperados con ansiedad.
Mommy, así como la ópera prima Yo maté a
mi madre (2009), es sobre una mamá y su hijo -o sobre este chico y su madre -;
si se trata de una réplica que rebota sobre la vida del realizador, poco
interesa. Lo que importa es lo que pasa entre los límites del cuadro
cinematográfico y, más aún, lo que por fuera de ellos se intuye. Es decir, ¿qué
pasó, que pasará, con el cariño de estos dos sobrevivientes familiares?
Porque tanto esta madre como su hijo son,
en última instancia, los que pueden todavía continuar el camino en esta Canadá
apocalíptica, en donde los adultos pueden, por vía legal, dar al cuidado del
Estado a los menores violentos y desentenderse. Es en uno de estos espacios de
encierro de donde habrá de salir Steve, ahora con su madre. Los dos juntos, al
fin, porque no hay establecimiento que pueda con él. Es una bomba de tiempo
adolescente, una ebullición ascendente. Por su parte, Diane no es muy distinta,
atiborrada de gestos y colores que esconden dolores profundos. Ahora bien,
cuando 'Die' y Steve se miran, entre ellos surge un cariño que desborda.
Ese despliegue es capaz, justamente, de
romper con el límite cuadrado que impone el formato 1:1 desde el que Dolan ha
concebido Mommy. Como si se tratase de un visor de teléfono celular, reductor
del mundo amplio del cine. Acá, a la inversa: el cine sometido voluntariamente
a esa claustrofobia, camisa de fuerza que es también tenaza para los
sentimientos de este joven, de esta madre, desesperados.
Pero el personaje que más destaca, por
expresar lo mismo pero desde el concepto de una familia funcional - en donde
papá dice con su seguridad enclenque mientras decide por el bienestar de todos-
, es el de la vecina que fuerza sus palabras, trabada en una tartamudez con
conexión anímica, bella, para estos dos seres de sensibilidad extrema. Vale
decir, entre ellos se teje una urdimbre de afectos desbocados, de cauce
emocional, existencial, necesario para torcer la abulia que les rodea y, por
eso mismo, también causal de la reacción inevitable, que tarde o temprano el
trío habrá de enfrentar.
El despliegue de interpretaciones es
notable: Anne Dorval, la mami fatal, bella, loca, cariñosa; Antoine Olivier
Pilon, el hijo resorte, capaz de hacer volar por el aire, y de golpear, lo
previsto e imprevisto; y Suzanne Clément, la otra mami, de mirada perspicaz,
callada pero con palabras que bullen, contenidas en gestos de furia y cariño.
Dolan puede ir y venir entre ellos como si se tratase de uno más, en donde la
cámara se vuelve parte confidente en el amor y el malestar compartidos. Allí,
por eso, también el espectador, sumido en esta fascinación que no debiera
terminar, que nadie tendría por qué alterar.
Pero esa burbuja es lo que en definitiva
es: una ilusión redentora, hermosa y presta a reventar. Igualmente, Steve sabe
que puede todavía salirse. Hacia allá, otra vez, corriendo desesperado, hacia
el aire que le devuelva - también al espectador - un cuadro cinematográfico que
pueda respirar, amparado en un cinemascope que le sitúe por fuera de los
límites de la pantalla, más allá lo que se ve para que toque, como finalmente
lo hace, el ánimo de cualquiera. Un ataque de furia hecho, a fuerza de amor y
rabia, con puro cine.
Mommy
(Idem. Canadá/Francia, 2014)
Dirección, guion y montaje: Xavier Dolan. Fotografía: André Turpín. Música: NOIA. Reparto: Anne Dorval, Suzanne Clement,
Antoine Olivier Pilon, Alexandre Goyette, Patrick Huard. Duración: 139 minutos.
Sala: El Cairo.
8 (ocho) puntos
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