La imagen de
una muerte escondida
A partir de un
personaje obsesionado con recuperar su historia, y su voz, Ave Fénix se sumerge en su pasado para comprender su
porvenir. El holocausto como tema cinematográfico y el cine negro como género. La
impronta de Hitchcock en una película reflexiva, artesanal.
Por
Leandro Arteaga
Era entre los pasajeros de un tren británico donde
una mujer desaparecía, por cortesía de Alfred Hitchcock, en La dama desaparece (1938). Apenas el
prólogo de las muchas mujeres fantasmas que el inminente conflicto bélico
desataría.
Figura inasible, burlona de las pesquisas
policiales, muchas veces femme fatale;
variables presentes en la paranoia noir
que el alemán Robert Siodmak filmaría, para Hollywood, con La dama fantasma (1944), a partir de la novela de William Irish. Ese
mismo año sería también el de Laura,
la obra maestra de Otto Preminger, otro exiliado en Hollywood, abocado a la
recreación lírica de un detective obsesionado con una mujer muerta.
Las sombras largas de la guerra continuarían
después, y entre los varios títulos que pueden citarse, uno fundamental es Trágica sospecha (1951), en donde el
realizador Robert Wise disimulaba la identidad de una sobreviviente de los
campos de exterminio con el alias de su compañera fallecida. Asumir el legado
social, en un contexto que le desconoce o no le quiere, era el trauma mayor
para el personaje que interpretaba Valentina Cortesa.
Entre estas películas –y otras más, como la
inevitable Los ojos sin rostro
(1960), de Georges Franju– se delinea Ave
Fénix, del alemán Christian Petzold, en comunión asumida con el legado
hitchcockiano del que es emblema Vértigo
(y en donde se inscribe, con mímesis temática, una obra maestra de Robert
Aldrich: La leyenda de Lylah Clare, también
con Kim Novak).
La genealogía fílmica es imposible de soslayar,
porque lo que se construye es una filiación temática y estética, sostenida por
la configuración de un género cinematográfico. Ave Fénix continúa este mismo diálogo –nueva versión como es, de
hecho, de la novela de Hubert Monteilhet, antes filmada por J. Lee Thompson: Renaciendo de las cenizas (1965)-, ahora
desde la figura de Nelly Lenz (Nina Hoss), cantante que sobrevive al exterminio
nazi y, tal vez, a su cirugía facial. Porque ésta es la oportunidad mejor, que muchos
quisieran, de acuerdo con el criterio médico: una vida nueva y otra identidad.
Sin embargo, Nelly quiere parecerse a la imagen que
alguna vieja fotografía suya todavía contiene. Pero esa foto ya no es la misma,
ahora hay otros datos develados: el grupo de personas sonrientes contenía nazis,
también muertos prematuros. Nelly, en silencio, lee lo que la imagen dice; de
esta manera, Ave Fénix elabora su
ontología, al reflexionar sobre la fotografía (el instante quieto) y el cine
(el tiempo en movimiento). Contemplación que ha sido preocupación estética en
la obra del extraordinario cineasta Harun Farocki (fallecido en julio pasado),
aquí guionista junto a Petzold.
Por otro lado, Ave
Fénix significa de modo relevante en tanto continuidad generacional,
fílmica-alemana, sobre la temática del holocausto y sus consecuencias. Petzold-Farocki
se inscriben en el “después del después”, tras los pasos de sus precedentes (y
contemporáneos) Werner Herzog, Wim Wenders, Margarethe von Trotta. Se trata
de una memoria que hay que reconstruir todavía y siempre, y que en el caso de Ave Fénix se
cifra en el propio rostro que Nelly extraña, al que ya nunca podrá volver.
Este
deseo tiene su expresión dramática en la historia de amor que ella procura
completar con su marido, quien la cree muerta. Un club nocturno –el Phoenix– lo
tiene empleado, mientras responde al nombre de Johannes y, como si el
llamamiento de Nelly fuese el de una brisa olvidada, al de Johnny. Allí irá a
parar el ánimo irresistible de esta mujer, vestida como private eye, guarecida entre sombras, mientras dos artistas versionan, entre otras
canciones, la americana Night and Day,
de Cole Porter.
El
momento Vértigo, de clara alusión al maestro del suspense, no tardará en suceder,
cuando Johnny/Johannes obligue a Nelly a caminar y vestirse como la que fuera
su esposa. El propósito está puesto en el recupero de una herencia que sólo
ella puede obtener: así, el engaño sobre el engaño. Pero, se sabe, cuando se
invoca a los muertos éstos aparecen: tal es el título del libro -De entre los muertos, de la dupla Boileau-Narcejac- que Hitchcock filmara en Vértigo.
Si la
puesta en escena de Ave Fénix es la
construcción de una realidad alterada, dual, herida entre un pasado y su
presente difuso –todos rasgos que la emparentan con el género negro-; el
desenlace debía también asumir esa misma posibilidad. No desde personajes confundidos
sino, antes bien, por medio de la asunción de una claridad irrebatible, tan
emocionante como para no poder agregar más imágenes. La luz de la tarde quema; y
hacia ella se dirige Nelly, por fin.
Ave
Fénix
(Phoenix)
(Alemania/Polonia,
2014) Dirección: Christian Petzold. Guión: Christian Petzold, Harun Farocki, a partir de la
novela Le retour des cendres, de
Hubert Monteilhet. Fotografía:
Hans Fromm. Montaje: Bettina Böhler. Música: Stefan Willm. Reparto: Nina Hoss, Ronald Zehrfeld, Nina
Kunzendorf, Michael Maertens, Imogen Kogge, Kirsten Block, Uwe Preuss. Duración: 110 minutos.
Salas:
Cines del Centro, El Cario, Showcase
10
(diez) puntos
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