Mucho más que matar
a la madre
Por
Leandro Arteaga
Era cuestión de tiempo. Es decir, dos cerebros tan cercanos,
disímiles, atribulados, como los de David Lynch y Werner Herzog, debían en
algún momento cruzar simpatías. En otras palabras, se trata también de dos
dinosaurios del cine, llenos de imágenes y mundos personales. Habitar en ellos
es una de las mejores consecuencias que le espera a todo cinéfilo.
Ahora bien, el cauce comercial finalmente encuentra a
My Son, My Son, What Have Ye Done con
el público local pero a través del dvd, bajo el título engañoso En el ojo de un asesino. Algo es algo,
más aún cuando se trata de una película de 2009, con producción ejecutiva de
Lynch y realización a cargo de Herzog. Film que es, vale recordar, anterior a
esa obra maestra, de gota de tiempo suspendido, que significa La cueva de los sueños olvidados (2010).
Más allá de elucubrar lo que podría ser una mesa de
diálogo entre las personalidades referidas, lo magnífico es la afinidad que el
film manifiesta. En el ojo de un asesino
pareciera transcurrir en una de las varias manzanas de esa localidad de
fronteras de cine que responde al nombre Twin
Peaks, pero bajo la mirada distorsionada del alemán. Hay un asesino,
presunto, que resiste en su casa mientras, parece, su madre ha muerto. Esto es
así, esto podría ser todavía más.
En verdad, el argumento se inspira en un caso real,
dentro de esa nación de crímenes rituales que es Estados Unidos. Quien espera
en su guarida, deseoso de que le comprendan, es Michael Shannon. Quien le
vigila, deseoso de comprender, es Willem Dafoe. Víctima y policía en un juego
dialéctico que acumula piezas de información con testimonios en forma de flashbacks.
Acá, de a poco, aparecen quienes dicen saber qué es
lo que Brad, el asesino, guarda en su historia, en su locura, en sus pasiones.
De entre ellos, sobresalen dos: por un lado, la novia que interpreta Chloë
Sevigny; por el otro, el director teatral que lleva adelante Udo Kier. Entre
ellos, también, el rostro finamente desencajado de un tío rural que encarna el
gran Brad Dourif. Y por encima de todos y todas, la madre gigante, posesiva,
infatigable, que es Grace Zabriskie. Porque, en última instancia, allí está
todo lo que ha sido, todo lo que es.
En este sentido, hay un drama que repercute en forma
de tiempo presente –entre policía y asesino–, en forma teatral –con
predestinación griega y trágica–, en forma afectiva –entre Brad y sus dos
mujeres: novia y mamá–. Todo ello articulado como si de un suceder suspendido,
momentáneamente animado, se tratase. Una extrañeza que embriaga al relato, que
pendula entre el ánimo predispuesto del policía y la reacción violenta de quien
hace todo por su madre porque, parece ser, nada hay más importante.
En suma, un film siniestro, que construye un
micromundo sonámbulo, donde cohabitan personajes deformes, o que saben muy bien
cómo disimular tales falencias. En tanto, el disparo mayor lo recibe ese mundo
más grande, en el cual todo film habita, y que tiene en el crimen uno de sus
actos inevitables, tan seductores para el cine de verdad.
En
el ojo de un asesino
(My Son, My Son,
What Have Ye Done)
EE.UU./Alemania,
2009. Dirección:
Werner Herzog. Guión: Herbert Golder, Werner Herzog. Fotografía:
Peter Zeitlinger. Montaje:
Joe Bini, Omar Daher. Música:
Ernst Reijseger. Intérpretes:
Michael Shannon, Willem Dafoe, Chloë Sevigny, Udo Kier, Brad Dourif, Michael
Peña, Grace Zabriskie. Duración:
91 minutos.
Sólo
disponible en dvd.
8
(ocho) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario