Por el río
hacia la noche única
Somos ríos, documental que narra la presentación de
Santa Fe en el último Cosquín, se proyecta mañana. Testimonios emotivos y una
sensibilidad artística compartida. Sin el arte, no hay vida posible.
Por
Leandro Arteaga
Como este cronista tuvo la oportunidad de acompañar
a la delegación de Santa Fe durante el último Festival de Cosquín, sabe de la
emoción compartida entre sus integrantes. Hubo partícipes provenientes de
numerosos pueblos y ciudades, representando regiones repartidas por todo el
inmenso terruño que es la provincia. Un intercambio de afecto artístico como
tal vez nunca se produjo de igual manera. Consecuencia mayúscula del programa
“Querer, Creer, Crear”, impulsado por el Ministerio de Innovación y Cultura, preocupado
por relevar el quehacer artístico de Santa Fe.
De esta manera, la delegación se conformó a partir
de una selección rigurosa, que incluyó bailarines, cantores y músicos, a través
de la tarea desempeñada por Eduardo Spinassi (Dirección Musical), Claudio
Bolzani (Director Adjunto) y Diego García (Dirección del Ballet y Coreografía).
Ahora bien, el relevo más importante, el que transcurre de manera sensible, encarnado
en la experiencia de todos y cada uno de los artistas convocados, es el relato
verdadero. Entre esta instancia escurridiza y el relevo documental, transcurren
los sesenta minutos de Somos ríos, el
trabajo audiovisual que presentará mañana a las 20.30, con entrada libre y
gratuita, El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120).
Somos ríos es una producción de Señal
Santa Fe, y cuenta con realización integral del grupo Azotea Productora
Audiovisual (Cuatro Calles; Rosario, Ciudad de los Payasos; Portaestudio), conformado por Francisco
Zini, Pablo Zini y Hernán Roperto. Abocados al acompañamiento, cámara en mano,
de la tarea íntegra que supuso la presentación en Cosquín, Somos ríos permite adentrarse en los instancias primeras, los
ensayos, los testimonios, las ansiedades.
Ésta es una de las posibilidades mágicas que el cine
supone: volver sobre lo hecho, y en este caso con el saldo feliz del desafío
consumado. En este sentido, observar y escuchar los gestos y palabras de
quienes se saben parte de una experiencia única, de un sueño que les cuesta
todavía asumir, da cuenta de una expectativa que no tiene manera posible de ser
cabalmente dicha. Por eso, hay momentos donde la imagen del entrevistado es
suficiente, sus palabras entrecortadas también.
Cuando Somos
ríos indaga en la vida cotidiana de cada uno de ellos, entre la panadería,
el taller mecánico o la jardinería, como contraparte justa –nunca tan precisa,
cercana, cierta- del momento cúlmine supuesto por el escenario Atahualpa
Yupanqui, se alcanza ese momento misterioso que se disfruta todavía más. De esta
manera, la película va y viene entre las imágenes que la Televisión Pública
difundiera, durante la extraordinaria noche del 31 de enero, y la intimidad de
apenas algunas de las sesenta personas que estuvieron en escena.
Fue una
noche extraordinaria porque significó de manera profunda. La presentación duró
como síntesis de los muchos días que entre sus integrantes se sucedieron. Así
lo comentan mientras la cámara los registra, apegados entre sí por una
sensibilidad compartida, por el goce estético producido. Reiteradamente se les
escucha que sin el baile, sin el canto, vivir es imposible.
El río,
contenido en el título del trabajo, aparece como el núcleo, es el nudo que
sostiene, presente en las vidas de todos los integrantes de esta delegación; río
hecho de canciones y bailes en aquella noche única, así como durante todas las
noches vividas y todavía por delante.
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