La dama del
perfil sin tiempo
Por
Leandro Arteaga
Sólo una gran estrella puede sintetizar demasiado y
recrear todavía. Jeanne Moreau es una de estas cimas. Es decir, su
participación en Una dama en París
hace del film una ocasión especial, porque su aparecer –con 86 años–
inevitablemente sobrelleva una vida de cine. No sólo eso, el personaje que la
actriz francesa compone no puede sino mirarse como otro capítulo más dentro de
ese perfil sin tiempo, del que quedaran prendados Jules y Jim, en aquel film antológico de François Truffaut.
Hay, por ello, una desinhibición que en el film tal
vez sorprenda, por no ser pensada allí donde hay más vida vivida. Entre
tentativas de suicidio y detalles pequeños que suman a una historia presente.
Un espejo que reitera en la figura de Anne (Laine Mägi), contratada para
asistir a la octogenaria Frida. Anne abandona Estonia y viaja a Paris, a ese
lugar del que siempre supo y soñó. Por las noches, Anne pide permiso tímido a
las calles parisinas y las visita con pasos cortos.
Entre las dos mujeres se dibuja un clima cortante,
que debe tener fricción para después saberse sensible. Con la figura angular de
Stéphane (Patrick Pineau) como lugar de encuentro: alguien que parece hijo de
Frida, pero que es algo más, distinto. El aparecer de Anne es el riesgo mayor; ella
habrá de ocupar un lugar previamente –inconscientemente– acordado. Su estancia
de días tendrá que ver con este descubrimiento pausado, con la articulación
entre las distintas partes para una puesta de acuerdo conjunta.
Para ello, hay cuestiones anteriores que conocer.
Entre éstas, el vínculo roto con los viejos compañeros estonianos. Porque Frida
también es inmigrante, con una distancia de años con sus otrora amistades,
ahora encerrada en su casa, sin visitas al café de Stéphane, lugar donde se
esconde la historia insospechada. Lo que Anne asume de manera prejuiciosa, finalmente
será un vuelco ético. Frida, tan digna, aparece entonces de modo admirable. Los
roles se corren: ¿quién asiste a quién?
Además, nunca hemos visto a Frida más que deambular
por los pasillos de una casa cansada. Vivaz o decaída, deprimida y enamorada.
¿Quejas físicas? Seguramente, pero no es éste el acento que el film de Ilmar
Raag elige. Frida está llena de vida porque ama. ¿Y Anne? Anne habrá de acusar
recibo de sus reproches, porque sabe que es Frida quien tiene razón, y bien
sabe que necesita acostarse con un hombre. Para hacerlo, ríe Frida, no hace
falta estar enamorada.
Cuando los lugares moralistas sean transgredidos, será
cuando aparezca la esencia de Una dama en
París. Ésta es tu casa, dice Frida a Anne, como desenlace de una secuencia
donde el montaje trabaja por asociación, mientras despierta la picardía en el
espectador. Como corolario, Jeanne Moreau ratifica y continúa su seducción
imperecedera.
Una
dama en París
(Une
estonienne à Paris)
Francia/Estonia/Bélgica,
2012. Dirección y guión: Ilmar Raag. Fotografía: Laurent Brunet. Música: Dez Mona. Montaje:
Anne-Laure Guégan. Reparto: Jeanne
Moreau, Laine Mägi, Patrick Pineau. Duración: 94 minutos.
Salas:
Cines Del Centro.
7
(siete) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario