La grieta de la mirada
Por
Leandro Arteaga
La puesta en juego –en escena– del deseo tiñe a Deshora de manera progresiva. Como un caldo
infernal donde se quiere pero no se debe caer. Una sensación de agobio, de
candor, comienzan a traslucir sus personajes, almibarados entre el aire
descampado de una tabacalera.
Allí es donde va a parar Joaquín (Alejandro
Buitrago), para quizás resarcir su vida afectada, en pleno trance de
rehabilitación. La casa es de su prima Helena (María Ucedo) y su marido,
Ernesto (Luis Ziembrowski). Allí viven, entre el trabajo que éste ha
paternalmente heredado, en busca de un embarazo que se demora, señal tal vez más
honda, encastrada muy adentro.
Joaquín es el disparador que altera, es quien se
pasea en horas cualquiera, el que fuma marihuana en vez del tabaco que le
rodea. Su voz se acerca a su prima entre pasos en silencio, como si deslizara
intenciones que, en todo caso, ya también estaban en ella.
Hábilmente, la ópera prima de Bárbara Sarasola-Day
–presentada en la sección Panorama del Festival Internacional de
Cine de Berlín–, introduce al espectador desde los supuestos, para luego
liberarle de prejuicios. Porque Joaquín es de acuerdo con quien le mire. En
este mirar, que María y Ernesto comparten, paralelamente, privadamente, es
desde donde Joaquín completa una mirada mayor, compleja, donde todo es mucho
más que lo que parece.
Para arribar a las resoluciones, críticas, de
heridas abiertas, con sangre que presagia, lo que la realizadora construye es
un desliz turbio, de fisuras. Hay puertas entreabiertas, jadeos nocturnos, ojos
furtivos. Las poses se denuncian en su artificio. Maneras y gestos hoscos que
entre estos hombres de campo, con mujeres sumisas o ausentes –sino
prostitutas–, debe replicarse, así como desde la faena diaria, la relación
entre patrón y empleados, o el ritual compartido de la caza.
El problema no es que Joaquín no termine por cuadrar
allí, sino que abrirá un resquicio de duda en quien mejor lo practica. A partir
de allí, cuando el lugar heredado, el de la tradición paterna –social,
cultural– tambalee, ya nada será lo mismo. Tanta provocación no puede quedar
impune. Tanto deseo desatado, tampoco.
El desenlace que elige Sarasola-Day es notable, porque
la resolución sucede desde el corte de montaje, cuando las situaciones ya han
sido conocidas, sugeridas, así como finalmente asociadas desde su organización
simultánea en el relato. El corte obliga a completar entre las imágenes y sus
sonidos. No hacen falta explicaciones sino, antes bien, haber sido subsumidos
en un mismo clima enrarecido, el de las miradas que se quieren y se repelen.
Destaca Luis Ziembrowski, enorme, iracundo, capaz de
caer con todo su peso sobre cualquier otro, pero también sobre sí mismo.
Deshora
Argentina/Colombia/Noruega,
2013
Dirección y guión: Bárbara Sarasola-Day. Fotografía: Lucio Bonelli. Música: Álvaro Morales. Montaje: Catalina Rincón. Reparto: Luis Ziembrowski, Alejandro
Buitrago, María Ucedo, Marta Lubos, Danny Márquez Veleizán. Duración: 102 minutos.
Sala:
El Cairo.
8
(ocho) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario