jueves, 1 de agosto de 2013

Nelson Luty: entrevista


Dibujos y juguetes con vida propia


Nelson Luty es uno de lo más extraordinarios animadores e ilustradores del panorama actual. El director de arte de Metegol ofrece una charla en Escuela para Animadores, donde seguramente hablará de su pasión por “dibujar, coleccionar muñecos y hacer monerías”.

Por Leandro Arteaga

Hablar sobre la importancia que para la animación tiene la película Metegol implica de manera necesaria, superlativa, el nombre de su Director de Arte: Nelson Luty. Más aún cuando el animador estará presente esta misma tarde en La Isla de los Inventos (Corrientes y Wheelright), a las 18, para dar una charla abierta, destinada al público en general, como parte de los seminarios que la Escuela para Animadores -dependiente del Centro Audiovisual Rosario- desarrolla a lo largo del año.
“Realmente estoy fascinado por cómo le está yendo a Metegol. Es una película maravillosa, en la que se ha puesto mucho esfuerzo y trabajo” dice el dibujante a Rosario/12. “Mi equipo tuvo unos dibujantes e ilustradores increíbles. Tuve la suerte de estar al lado de un director como Juan (Campanella), un tipo humilde, obsesivo, maravilloso.”

-¿En qué consiste la tarea del director de arte?
-Es bastante compleja, mi trabajo tiene que ver con conseguir que la estética de la película se mantenga acorde. Hay varios departamentos que se van armando, trabajando, y que yo superviso. Voy aprobando cosas que Juan va mirando, pero a la vez tengo que ir atando cabos en el camino, para que la película mantenga una unidad de color, de estética. Tuve la oportunidad de trabajar con un genio de la iluminación como Félix Monti (NdR: Director de fotografía en films de Puenzo, Martel, Bemberg, Olivera, entre otros).

-Me imagino que Monti debía estar acostumbrado a un tipo de trabajo diferente.
-Al Changuito le costó en principio entrar, por ser todo digital. Observaba, miraba cómo se trabajaba, y no podía creer que teníamos un set de filmación pero metido en una máquina, acostumbrado como está a mover los spots, los tachos. Pero se adaptó y aprendió los términos y el manejo técnico, y la verdad que su apoyo fue fantástico. El Chango es un genio, es impresionante. Lo mismo me pasó con Juan: son dos libros abiertos de sabiduría en cuanto a lo que a uno le gusta, que es el cine. Uno no puede creer que esté trabajando al lado de estas dos personas, que son dos monstruos.

-Vos también sos una persona “monstruosa”, basta con repasar rápidamente tu curriculum, no sólo desde el cine, también desde la historieta.
-Sí, qué se yo, pero no le doy importancia a mi historia. Sí aprendí mucho, y agradezco haber podido trabajar al lado de grandes artistas como Carlos Meglia, como Carlos Trillo. Cuando tenía 18 años, Trillo me ofreció un guión de (Guillermo) Saccomanno para dibujar; yo era muy chico y me caí de culo, ¡estaba publicando para Italia! Aprendí mucho de eso y mucho de lo que sé del cine –como los enfoques de cámara- lo aprendí haciendo historieta, fue un gran aprendizaje.

-¿Y cómo llegás a la animación?
-Por el año ’95, más o menos, ya conocía a gente como Natalio Zirulnik, Alberto Grisolía, Néstor Córdoba, todos grandes exponentes, y fue por ellos por dónde me empecé a fascinar. Por el 2000 me enfermo gravemente, tuve un problema en los ojos y estuve ciego por un año y medio. En ese momento me dije: “si vuelvo a ver, va a ser para hacer un cambio en mi vida”, y la promesa que me hice fue justamente la de hacer animación. Empecé a trabajar en los estudios Shazam, mi primer película fue Teo, cazador intergaláctico, donde desarrollé los escenarios. Se empezó a correr rápidamente la bolilla de lo que estaba haciendo y comenzaron a llamarme de muchas productoras. Hasta que en un momento llega mi nombre a los oídos de Juan Pablo Buscarini, un rosarino loco al que quiero mucho, y me convoca para hacer Patoruzito. Así fue cómo entré en Patagonik y desde ese momento no paré nunca de trabajar. He llegado a hacer dos o tres películas a la vez, con mi cabeza que se partía al medio. 

-Me gusta escuchar lo agradecido que estás con el medio, por permitirte seguir jugando como un niño.
-Siempre digo lo mismo, es una buena excusa, como para que nadie nos diga “mirá, este boludo todavía está jugando con soldaditos”. Somos los hombres quienes todavía tenemos estos hobbies, nos gusta coleccionar autitos, aviones, ¡creo que ninguna mujer nos comprende! (risas). Tengo mi estudio lleno de juguetes y nunca dejé a mis hijos entrar, y cuando lo hicieron se armó la podrida. Es parte de lo que a uno le gusta y nos permite divertirnos en el día a día, si bien a veces tenemos que tocar tierra, lamentablemente. Si venís al estudio vas a ver a animadores –tipos peludos y barbudos- corriendo, haciendo monerías, lo que daría a pensar que ¡estos tipos realmente están mal! Pero funciona de esa manera. Nos reímos de las cosas más vulgares y estúpidas, pero es lo que nos ayuda a hacer lo que hacemos, a ver la vida de otra manera, y es eso lo que quizás lleve a un artista a encontrar cosas que funcionen para pintar un cuadro, hacer música, o animar una película. 


Entrevista en Linterna Mágica 
(19/07/2013)

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