Nada es lo que a simple vista parece
Dueño de una puesta en escena admirable, ya consecuente con una obra
personal, autoral, el norteamericano Richard Linklater ofrece una mirada
reflexiva, muy irónica, desde la figura de un simpático asistente funerario.
Por
Leandro Arteaga
Bernie pasó de largo la
posibilidad de cartelera, aún cuando su director y actor –Richard Linklater y
Jack Black- sean reconocibles para el público, coincidentes a su vez en ese
título de (progresivo) culto que es Escuela
de rock (2003). También porque Linklater es, afortunadamente, una rara avis
dentro del tipo de cine que actualmente se exhibe; su último film, Antes de la medianoche, el tercero de
los capítulos dentro de la adorable pero nada fácil vida de Jesse y Céline (Ethan
Hawke y Julie Delpy), se mantiene todavía en cartel en uno de los complejos de
la ciudad. Pero, aquí lo curioso, antes
de Antes de la medianoche, hubo otro
film. Capaz, entre tantas cosas más, de devolvernos la luz interminablemente
bella de la actriz Shirley MacLaine.
De
manera tal que la fuerza de choque que significan Black y MacLaine hace de Bernie una cita obligada. ¿Cómo
resistirla? Más aún cuando el argumento gira en torno a un hecho real, sucedido
en una pequeña localidad de Texas, donde un asistente de una compañía funeraria
se vuelve una especie de celebridad local gracias a sus maneras amables, su
habilidad cruzada entre la sensibilidad y el oportunismo comercial, su
interpretación vocal durante los sepelios, sus discursos bienpensantes. Bernie
(Black) es una silueta bonachona, de la que todos hablan y hablan bien, a quien
las señoras bendicen con sus sonrisas mientras le exigen –dada la
circunstancia- ser enterradas con las pompas que les promete. Tal es el aprecio
que Bernie se ha ganado entre la comunidad.
Ahora bien, y aquí lo mejor, el film de
Linklater se construye desde los relatos a cámara, a un entrevistador
invisible, quien recopila datos que funcionarán como piezas más o menos
sueltas, proclives a la imagen de ensueño que el incomparable empleado de
funeraria supo provocar. Mientras tanto, el montaje apela a la reconstrucción de
los hechos, a la interacción entre lo que las palabras dicen –de boca,
atención, de verdaderos residentes de la localidad, que hubieron de conocer
realmente a Bernie- y un flashback que
se entrelaza desde la gracia enorme de Jack Black (quien medita, sopesa,
sonríe, canta, baila, tan brillante es). Allí, también y por fin, la aparición
magistral de Shirley MacLaine.
Viuda reciente, mujer recalcitrante, que
gustaba de rechazar los préstamos de su marido “simplemente por deporte”, Marjorie
es la antítesis justa para el orondo Bernie, pero sobre todo para quienes
recuerdan sobre uno y sobre la otra. Porque esta otra será depositaria de los
recuerdos peores. Sin embargo, allí es donde irá a parar –a ella, a su casa
adinerada o, más precisamente, a su dinero- el angelical Bernie. Si uno es el
ángel blanco, ella es la diablesa. Pero, se sabe, nada es lo que parece.
En este sentido, la puesta en escena que
Linklater despliega es admirable. Si bien Bernie será motivo de memoria
melancólica, habrá de suceder algo que provoque la fisura. Si bien Marjorie
será motivo de memoria resentida, habrá también allí una grieta. De todas
maneras, los últimos interesados en percibir tal situación serán, allí la
paradoja (o el lugar común, inevitable), los mismos pueblerinos, aferrados como
están a sus memorias intachables, en donde todos coinciden. Más aún, no faltará
quien se obstine en pensar, en decir, que lo sucedido no ha sido como realmente
fue.
¿Qué ha sucedido? Para ello, mejor ver el
film.
Entre tanto ida y vuelta temporal: desde el
“presente” supuesto por los entrevistados hacia el “pasado” dramatizado; uno de
sus personajes atraviesa ambas instancias a la vez. Se trata del fiscal,
caracterizado por un cada vez mejor Matthew McConaughey (quien, de seguir así,
será recordado como un gran actor; no dejar de ver, por eso, Killer Joe, de William Friedkin).
Personaje tan despreciable como seductor. Capaz de generar campañas
publicitarias de lo más idiotas pero, a su vez, de lo más efectivas para su
re-elección. El será quien empuje desde su tarea hacia lo que los indicios
dictan, hacia la defensa de la verdad expuesta. De nuevo la paradoja, porque
será este fiscal prepotente, de conducta chanta, en quien se deposite la
comprensión determinante, invariable. Él, por eso, como el lugar de la razón,
como el peso de la ley. Pero, para hacerla prevalecer, algún sesgo retórico
habrá de intervenir.
Y finalmente, lo mejor. Shirley MacLaine.
Verla es revivir gran parte de la historia del cine. Su gracia interminable, la
candidez, el brillo de la mirada. Ella es Hitchcock, Billy Wilder, Bob Fosse,
Hal Ashby. ¿Cómo no quererla? La paradoja otra vez. Porque Linklater la hará
transitar por un camino de caricatura malvada, de bruja (cercano al de la madre
de Recuerdos de Hollywood, de Mike Nichols). De todas maneras, también será una
bruja seducida. No tan mala en verdad. Así como no tan bueno es nadie, ni
siquiera Bernie, quien tantas cruces porta, entre sus palabras y el decorado
funerario.
Porque es un gran cineasta, Linklater expone
y nunca juzga. Da cuenta de una historia y encuentra la manera sagaz de
comunicarla con el presente real, con el Bernie que realmente existe, quien
sabrá compartir un mismo plano (de espejo mágico, casi) con Jack Black. Es el
momento en el cual, por lo general, tanto otro cine dice haber recreado lo que
sucedió, como si el film visto se tratara del documento más veraz. La película
de Linklater, por su parte, sólo recrea, sin alterar lo sucedido, pero con una
carga reflexiva que dispara hacia muchas zonas oscuras, presentes en Bernie
pero sobre todo entre quienes le han hecho ser lo que parece ser. Un personaje
–el de Bernie, el de la sociedad- que va más allá del hecho que presuntamente se
relata.
Bernie
EE.UU.,
2011. Dirección: Richard Linklater. Guión: Richard Linklater, Skip
Hollandsworth, a
partir del artículo de Hollandsworth publicado en Texas Monthly.
Fotografía: Dick Pope. Música: Graham Reynolds. Montaje: Sandra Adair.
Intérpretes: Jack Black, Shirley MacLaine, Matthew
McConaughey, Brady Coleman, Richard Robichaux, Rick Dial. Duración:
104 minutos
Sólo
disponible en DVD.
9
(nueve) puntos.
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