La aburrida gastronomía
Por Leandro Arteaga
Rosario/12 (05/08/2013)
La premisa es tentadora.
Jean Reno como cocinero de fama en peligro, presionado por su restaurante –por
su empresario- para no perder el pulso gastronómico con los nuevos tiempos. La
fama de Alexandre (Reno) oscila entre lo que logró y el gusto relamido de una
mesa de críticos. A la par, es Jacky (Michël Youn) quien no logra encontrar el
restaurante que le aprecie, apasionado por la alta cocina, es capaz de recitar
libros de recetas de memoria, sapiencia que sin embargo no le servirá para
tener lo que precisa: dinero.
A todo ello se suma la
presión femenina: en el primero, desde la tesis universitaria de la hija, quien
le solicita al padre presencia y atención; en el segundo, desde la maternidad
de la pareja, quien exige un trabajo rentable, sustentable. Los dos, Alexandre
y Jacky, procurarán un equilibrio que, invariablemente, habrá de írseles de las
manos.
Lo que necesariamente sucederá
es la conexión entre ambas historias, estructuradas de manera simétrica. En
este sentido, chef y asistente unirán fuerzas para lograr sus cometidos. Para
ello, por ejemplo, tendrán que participar de una lección de comida molecular,
el futuro aparente de la gastronomía. Situación justa para la aparición demente
de Santiago Segura, quien no hace en verdad más que desarrollar un cameo que
aporta nada, pero seguramente sí valida para esta producción francesa la
participación de capitales españoles.
En una misma línea
incongruente, también se señala la visita furtiva del dúo a un restaurante para
el conocimiento de sus secretos, pero disfrazados de pareja japonesa (¡!), sin
ningún rasgo de verosimilitud que les acompañe en tal decisión, quizás sólo
amparados por la supuesta gracia que debieran despertar entre el público espectador.
Pero aún cuando esta y
muchas situaciones más no aporten nada significativo, lo que en todo caso hace
de El chef una película mediocre son
los lineamientos que la promueven. En este sentido, Jacky debe lograr un
trabajo remunerado para ser padre de familia, es por eso que, después de
obtenerlo, podrá entonces proponer casamiento a su pareja. Luego, como se debe,
el hijo. Por parte del solitario chef, no sólo habrá atención paterna
suficiente, a tiempo y con mucha comida, sino también oportunidad que le redima
para ser devuelto al redil de la pareja. Entre uno y otro se resuelve,
finalmente y felizmente, la pasión por la elección de vida y los deberes
sociales respetables.
Es increíble, pero este
tipo de miradas, tan conservadoras, tan transitadas por cierto tipo de cine
pero sobre todo por la totalidad del mundo publicitario, continúan funcionando
de un modo fácil, evidente, sin necesidad de segundas o terceras lecturas, sino
tan sólo desde una exposición burda. Señalar a El chef como una comedia “liviana” no es justicia, sino sólo una
manera amable de decir que se trata de una película reaccionaria, en donde el
arte de la cocina, en todo caso, se sitúa muy lejos de lo que puede significar en
tanto instancia para el encanto, la seducción o la transgresión, transmutada en
herramienta destinada a mantener una segregación ordenada y social de los
comensales, divididos como se presentan entre los diferentes restaurantes. Allí
es donde quieren insertarse, o de donde no quieren ser rechazados, los mismos protagonistas.
El chef
(Comme un chef)
Francia/España, 2012. Dirección y guion: Daniel Cohen. Fotografía: Robert Fraisse. Música: Nicola Piovani. Montaje: Géraldine Rétif. Reparto: Jean Reno, Michaël Youn, Raphaëlle Agogué, Julien
Boisselier, Salomé Stévenin. Duración:
84 minutos.
4 (cuatro) puntos
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