Escenas envueltas de vida real
El libro de Rafael Bielsa, sobre la vida de Tucho Valenzuela,
tuvo su presentación junto a la película Operación México. El militante
montonero como arquetipo de un relato que crece y dice sobre los tiempos
presentes.
Por Leandro Arteaga
La vida del militante
montonero Edgar “Tucho” Valenzuela
tiene aristas de rumbos novedosos, que actualizan y todavía dicen. En este
periplo de cauce mítico se inscriben tanto la novela Tucho: La Operación México
o lo irrevocable de la pasión (Edhasa, 2014), de Rafael Bielsa, como la
película que sobre el libro ha realizado Leonardo Bechini: Operación México,
en fase de edición y con estreno previsto para 2016.
Junto
a los intérpretes principales –Luciano Cáceres, Ximena Fassi–, director y escritor presentaron libro y largometraje el miércoles
pasado, en el Salón Amarras de Terrazas del Paraná, con una introducción de
acento conmovido en la voz del periodista José Andrés “Coco” López. También se
vieron primeras imágenes de un trailer que iluminó escenas de esa historia
tensa, al límite, que fuera la vida de Tucho: los diálogos cifrados, el cariño
de una pareja, el compromiso de militancia, la Quinta de Funes, las
delaciones, las torturas, México, la traición.
“Te voy a hacer una confesión
decepcionante –explica Bielsa a Rosario/12–,
cuando fui a la primera sesión de filmación me pasó una cosa extraña, que es
para hablarla en términos clínicos. Estaba viendo la escena que se filmaba y
había tres tiempos que se superponían: estaba mirando la escena que yo había
escrito, desempeñada por los actores, y todo eso estaba envuelto por la vida
real, por la misma escena que se había vivido. Eso me generó un malestar muy
marcado. Me fui y no volví a pisar el set de filmación. Piglia dijo una vez: ‘cuando
uno se entera de que van a filmar un libro hecho por uno, lo mejor es esperar
que un amigo de buen gusto vaya al cine, y si ese amigo te dice que es una
buena película, andá, y si no, olvidate del libro y de la película’. Yo apliqué
esa receta.”
-Tucho parece expresar una necesidad mítica, al implicar
preocupaciones presentes, que el libro y la película replican.
-Como todo libro arquetípico,
mi libro es poco original; así como Esquilo decía ‘vivo de las migas de Homero’,
yo diría ‘vivo de las migas de la tragedia griega’. Este libro es una tragedia
en el sentido más trágico de la palabra, en ese sentido es tan arquetípico
Tucho como lo fue Aquiles. Borges siempre hablaba de esos hombres a los que los
griegos llamaron Homero, como diciendo que había más de uno que había escrito
lo que escribió Homero, y entonces claro, los héroes y los personajes de las
tragedias son el precipitado de rasgos que uno toma de diversos individuos; a
lo mejor Tucho no era tan Tucho en su vida real como lo fue en el libro, pero
también es cierto que a lo mejor Kyo, el maravilloso personaje de La condición humana de Malraux, tampoco
era Kyo. Ahora, ¿por qué lo recordamos? Porque nos identificamos con él. Me
parece que en las mujeres que tienen un hijo, que afrontan la vida, que hacen
de papá y de mamá, hay algo de María; y en los hombres que en esta Argentina de
paz, donde podemos dirimir conflictos políticos sin suprimirnos físicamente,
que todos los días tienen actitudes de soportar y de tirar para adelante, hay
algo de Tucho. No es del todo importante si el Tucho de la novela se parecía al
de la historia, porque el momento de la historia, como el del periodismo, ya
pasó, ahora es el momento de la literatura.
Y será el momento del cine
cuando la película de Leonardo Bechini se estrene formalmente, luego de su paso
por festivales internacionales. De acuerdo con lo informado, la avant premiere tendrá lugar en Rosario
el año entrante. “Siempre tuve una especie de prejuicio con el tema de la
violencia, no desde la decisión del combatiente, sino desde la cúpula”, comenta
Bechini. “A mí el poder me da escozor y le desconfío. De alguna manera, pude
cerciorarme de que los mandos intermedios son los que están cerca de la gente,
junto al prójimo, y es eso lo que devuelve la esperanza de la batalla, de la
pelea. Sentí que con Tucho me pasó eso. Pude recuperar algo de la esperanza
perdida, que debe tener que ver con la melancolía que permanentemente tengo en
algunas de las cosas que escribo. Tucho me acercó a todas esas cosas. Como
siempre, el que está en el poder se aleja y no logra interpretar al que
necesita. Creo que eso también nos sucede a quienes hacemos espectáculos, creo
que nos alejamos de la gente. Cuando algo no funciona es porque creo que
estamos contando cosas que no interesan. Para mí, Tucho era como una necesidad
y siento que la gente va a recuperar algo de eso con la película.”
-Puesto que se trata de una película sobre una novela, ¿cómo fue
la relación con el autor literario?
-Tuve un par de contactos
con Bielsa antes de escribir el guión, donde me dijo: “yo ya te la entregué, la
novela es tuya”, lo que me dio tranquilidad. La novela es una sucesión de
imágenes y de metáforas que el cine no necesita, porque la imagen es tan
potente que el tema era el relato, había que transportar la tragedia y llevarla
a su punto cúlmine, al pacto y la muerte de Tucho y María. La película tiene
mucho vértigo, es el peregrinaje de Tucho lo que marca la impronta del relato.
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