El trazo
genial y original
La muestra de
José María Cao transita la mirada política descarnada y el talento gráfico
único. El maestro de Caras y Caretas, en una serie de cincuenta originales.
Por
Leandro Arteaga
La muestra que por estos días –hasta el 14 de junio,
en Centro Cultural Roberto Fontanarrosa– compila cincuenta originales del
maestro dibujante José María Cao obliga a una lectura en dos niveles. Por un
lado, ante la imaginería de cuño político y social que el español imprimiera en
las páginas de publicaciones argentinas como Don Quijote y Caras y Caretas.
Por el otro, porque se trata de originales, cedidos por el Museo del Dibujo y la Caricatura de Buenos
Aires. Es decir, así como hay un mundo, una época, que se hace presente desde
la lectura desenfadada del trazo de Cao; también hay una huella cierta,
provistas por el puño, la letra y la tinta verdaderos del artista ejemplar.
José María Cao (1862-1918) tiene pegado a su nombre
el rótulo Caras y Caretas. No es poca
cosa, sino reconocimiento a un quehacer inevitable para el tramado del humor
gráfico argentino. En relación con el periódico Don Quijote, dice José María Gutiérrez: “Puede afirmarse que el
molesto aguijón que El Mosquito hizo
de la caricatura política, fue convertido por Don Quijote en una lanza temible” (La historieta argentina. De la caricatura política a las primeras
series, Biblioteca Nacional y Página/12, 1999).
En este sentido, pueden apreciarse unas litografías
asombrosas, con una composición gráfica que dialoga, así como con la sociedad y
la política del cambio de siglo argentino, con las extraordinarias planchas
hermanas que Richard F. Outcault, padre de Yellow
Kid, realizara por aquellos años en Estados Unidos. Lo que se percibe
también es el germen de la historieta, a punto de nacer como lenguaje (al
respecto, debe leerse La historieta
salvaje, de Judith Gociol y José María Gutiérrez, De la Flor, 2012).
Los motes animalescos acompañan a los políticos y
son marca bienvenida para la elaboración del dibujo: Roque Sáenz Peña (El Pavo),
Julio A. Roca (El Zorro), Miguel Juárez Celman (El Burrito Cordobés), José
Evaristo (El Cangrejo). Más una mirada descarnada que no ahorra sangre de tinta
negra para procurar desguaces y entregas de patrimonio así como otros
malestares –con escenificaciones de torturas o de carnavales.
Entre estas imágenes y las de las revistas Caras y Caretas y Fray Mocho –son imágenes de estas tres publicaciones las que
componen el recorrido- sucede un salto cualitativo que se expresa en varios
aspectos: el cambio de siglo, los adelantos técnicos para la reproducción
gráfica, la presteza de Cao para la pluralidad de registros. De esta manera,
pueden apreciarse tanto las líneas diferentes que el dibujante emplea (entre
registros costumbristas, retratos, portadas e ilustraciones) como el uso del color.
Las “pegatinas” sobre la propia página son un deleite particular.
De esta manera, lo que también sucede es la
constatación del derrotero de las publicaciones argentinas, con Caras y Caretas como relevo y renovación
del humor gráfico como arma periodística. Éste es un rasgo mayor, ya que es
ésta la publicación que oficiará como semillero de las demás por venir y de la
mayoría de los dibujantes de prestigio del país.
Y como si de un viaje de elipsis rápida se tratara,
basta con subir hasta el segundo piso del Fontanarrosa para también visitar Arte irónico para un mundo serio, del
colombiano Raúl Fernando Zuleta (1983), cuya muestra resultara premiada en la Tercera Convocatoria
de Estímulos al Talento Creativo en Antioquía. Niños, guerras, religiones,
nuevas tecnologías, atraviesan la propuesta con una mirada perspicaz que
potencia contrastes (el arma como flauta, niño contra soldado) y muestra
cotidianidades absurdas (amores de Facebook, o selfies en la
Pasión de Cristo).
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