La literatura,
un amor suficiente
De visita
durante La Chicago
argentina, Leonardo Oyola participó en paneles y diálogos. El escritor que es
talón de Aquiles para Superman. Alguien que sabe estar en el momento justo, y
hacer lo que se debe.
Por
Leandro Arteaga*
A Leonardo Oyola parece acompañarlo un estado de
gracia que tiñe de afecto lo que toca. Será por su atención constante a los
lectores. No en vano, su presencia fue de las más concurridas durante el
reciente festival de literatura policial, La Chicago argentina. El autor de Santería y Kryptonita sabe cómo codificar el vínculo: “Cerveceando” dice a Rosario/12, como analogía de su “mucha
alegría”, de estar “agradecido, participando de encuentros muy bonitos”.
Oyola comenta estar encantado con el Espacio
Cultural de la UNR,
ámbito elegido para la actividad: “porque parece una gran ironía que estemos
hablando de grandes delitos y cosas así en lo que fue un banco”. Su lugar
dentro de este mapa, compuesto por tantos escritores que hacen del policial su
elección, es algo que rápidamente compara: “Creo que fui como Bruce Willis en
el Nakatomi Plaza, estuve en el momento justo, hice lo que tenía que hacer”, en
alusión a Duro de matar. “Siempre me
consideré un escritor de género. Comencé a ver cómo los colegas comenzaron a
volver al género y a no hablar de él como algo menor, sino a darle los laureles
que tenía.”
Entre estos premios destaca el Dashiell Hammett, que
Oyola obtuvo en 2008 durante la
Semana Negra de Gijón por Chamamé.
En ese festival, explica, notó la “necesidad de encuentro entre el autor y el lector
del policial, durante un clima de cercanía, de fiesta, de cofradía entre
colegas: se arman unas cenas muy hermosas, no sólo para ver en qué anda cada
uno, sino para saber qué se está leyendo, las opiniones, y para conocer este
tipo de lugares con toda su riqueza. Si bien me falta patear más las calles de
Rosario, lo que estuve escuchando en estos días ha sido muy movilizante.”
-Es notable
cómo el policial se redimensiona. Literatura, cine, periodismo, todos
participamos del género. Podríamos decir que nadie es inocente.
-Creo que lo más fuerte de este último tiempo es lo
omnipresente de los medios, pero ni siquiera con el medio de comunicación tal como
lo conocíamos, sino desde la figura del testigo casual. Hoy vos tenés un
celular con una cámara, podés grabar un hecho, levantarlo a Internet. ¿Cuál es
la necesidad de ver eso? ¿Hay una cuota de morbo o una cuota de realidad? A mi
me choca mucho cuando veo esos posteos, con un lugar que uno reconoce, para ver
lo que está pasando en el momento. Todo eso la literatura lo toma siempre con delay, y si hay algún género que resiste
más, ése es el policial, ya que como híbrido se puede nutrir de la ciencia
ficción, de la comedia, puede coquetear con el terror –el más psicológico o el
gore–, y seguir siendo la columna vertebral.
-Tu literatura
me resulta cercana al cine de Adrián Caetano, con historias y personajes desde
el margen. ¿Cómo aparece esta elección?
-Desde lo personal, es por haber dejado de vivir en
lugares así. Siempre cuento lo mismo, mis dos primeras novelas son policiales y
de época, transcurren en Capital Federal. Cuando me alejé pude tomar distancia
de esa realidad cotidiana, pude hacer ficción con las cosas que uno vio,
escuchó, le tocaron. En definitiva, sé que estoy haciendo género, ficción, pero
obviamente el asidero de verdad tiene una parte muy fuerte en esa realidad que
a uno le tocó inesperadamente, en lo social. Creo que jamás busqué hacer algún
tipo de denuncia, sino que hay cosas que escuché o vi, y comprobé, y que
quedaron latiendo, esperando a que fueran usadas. Es el caso de Kryptonita: la profesión de su narrador
es algo que sabía desde hace un tiempo importante. Entre las cartas que tenía
para barajar ese personaje, me di cuenta que la que le venía como anillo al
dedo era la de nochero.
En palabras de Oyola, “Kryptonita es un elseworld: ¿qué hubiera pasado si el
bebé que estaba destinado a ser Superman hubiera aterrizado en un terreno
baldío, en La Matanza,
donde me crié yo? Trasladé el universo DC a Isidro Casanova, a una noche donde
se juega ni más ni menos que la vida de mi Superman.”
-¿Cuáles son
las novedades con la versión en cine de Kryptonita?
-El director es Nicanor Loreti, al médico nochero lo
va a interpretar Esteban Lamothe. En el grupo de superhéroes y villanos están
Juan Palomino, Pablo Rago, Diego Capusotto, Jorge Sesán, Lautaro Delgado. Hay algo
en todo esto que me gusta mucho. Primero, veo la buena onda de los lectores
ante el proyecto, porque todos veían como un paso natural la película, y por
favor, no lo digo desde un lugar soberbio. Por otra parte, los actores han
agarrado papeles cortitos por el gusto de jugar, y eso es muy conmovedor para
el autor. Cuando estás frente a la PC,
con el Word abierto, jamás pensás en esto, ni siquiera como una posibilidad. De
repente, toda esta movida me tiene hecho un tiernito.
-¿Participás
en el guión?
-No, no quería. Por más que sea al autor, tengo que
ser el primero que se sorprenda. Además, no tengo las herramientas como para
ayudar desde un guión técnico. Por las cosas que vi, por las modificaciones que
me explicaron, creo que lo que gana es el lenguaje narrativo visual.
-Que es otra
cosa.
-Es otra cosa, algo que yo no hago. Voy a hacer un cameo,
algo que para mí es importante porque se trata de apoyar a Nicanor, un director
que podría haber elegido cualquier libro, pero se entusiasmó por éste. Si me lo
hubiese comprado algún productor, más aún por los tiempos que corren, lo
hubieran modificado mucho. De hecho, me habían propuesto que fuera una banda de
delincuentes, una banda de cumbia contra otra banda de cumbia, entre otras
cosas; eso me hubiera jorobado. La verdad es que una vez que te compran el
libro, el autor no corta ni pincha. Por eso, Nicanor se la está jugando en no
sólo a respetar la esencia de lo que yo escribí, sino que está haciendo algo
personal.
-En otro
orden, ¿cuáles son esos narradores que te han cautivado, decidido a la
escritura?
-Los que fueron punta de lanza, y permitieron que
publicáramos una generación después, son (Washington) Cucurto: haber leído “Noches
vacías” en Cosa de negros, fue
encontrar mi tristeza, la de crecer y saber que todas esas cosas que habían
sido lo mejor de la vida ya me aburrían; el Pablo Ramos de El origen de la tristeza, los cuentos de Cuando lo peor haya pasado: si bien él hablaba de la zona sur del
gran Buenos Aires, era inevitable un déjà
vu con el oeste que a mí me tocó patear; y Ariel Bermani, un
escritor que admiro mucho, alguien a quien tendría que reconocerse más: está en
esa línea del conurbano duro, sin hacer género, pero contando lo que está pasando,
sin juzgar a los personajes.
Una línea de diálogo esencial a este escritor
apasionado, Oyola la encuentra sobre el final de la película Vivir al límite. “Cuando al tipo le dan
la baja y vuelve a su familia, a su mujer y su bebito recién nacido. Ve al bebé
y le dice: ‘Hoy te gusta todo esto. Cuando crezcas cada vez te van a ir
gustando menos cosas, vas a depender de menos. Después, cuando seas adulto, las
cosas serán dos. A papá le interesa sólo una’. Te hacen el corte y ves al tipo
volviendo a Irak, a desactivar bombas. Es un ejemplo terrible pero a la vez
honesto. De adulto nos empieza a pasar eso. Están quienes pueden con dos, tres
amores, y después estamos los que podemos sólo con uno.”
*Con
la colaboración de Pablo Zini, Más tarde
que nunca (Radio Universidad Rosario)
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