¿QUIÉN ES SKORPIO?
A cuarenta años de la
aparición del primer número de la mítica revista de historietas de Ediciones Record.
Por Daniel Busi
La pregunta que a modo de título abre esta
nota, es la que inevitablemente sonaba en las cabezas de quienes por entonces,
tuvimos por primera vez ante nuestros ojos la revista Skorpio o simplemente, “la Skorpio”
–como cariñosamente pasaría a llamársele de ahí en más–. Claro está, no resulta
lo mismo leer una historieta a los diez años que hacerlo a los cuarenta o a los
cincuenta. Por ello los interrogantes y misterios que nos proponía su lectura,
sonaban casi lógicos para nuestros habidos sentidos. ¿Era Skorpio el tipo de patillas, aro de
pirata en la oreja izquierda, gorra de marino y ojos azules con los que nos
escudriñaba desde la portada? Las
respuestas quedarían develadas –o no– rápidamente, casi a la misma velocidad
con la que avanzábamos página por página en nuestro vertiginoso fervor por
conocerlas.
Interpretar el arte de las viñetas resulta un
ejercicio más complejo de lo que muchos creen, la interacción de imágenes y
texto supone un desafío a los sentidos y su comprensión difiere en relación a
quien esté a cargo de la noble tarea de hacerlo. Más allá de esto resultaba
claro que el contenido de ese primer número aparecía, por lo pronto, como algo
novedoso y distinto a lo producido por entonces en la historieta nacional.
Por aquellos años, en los inicios de la década
de los 70, el mercado de las historietas en la Argentina era liderado
por la Editorial
Columba, que de la mano de algunos personajes salidos de la
pluma de Robin Wood como Nippur, Mark, Or-Grund, Kayan y otros,
y acompañado también por el arte de jóvenes y talentosos ilustradores como
Quique Villagrán, Jorge Zaffino y Lucho Olivera, había renovado el género sobre
todo a nivel de historias y personajes, sin apartarse –claro está– de los
clisés que la propia editorial imponía, y a pesar de los esfuerzos por parte de
dibujantes y guionistas en mostrar implícitamente lo que no podía mostrase,
como todo lo que siquiera rozara al erotismo y al sexo. El contenido de ese primer número de Skorpio era y es de una calidad
artística extraordinaria. Fruto de la combinación de consagrados guionistas y
dibujantes como Héctor Germán Oesterheld, Hugo Pratt, Francisco Solano López y
Arturo Del Castillo, sobrevivientes de la llamada época dorada de la historieta
nacional –como bien señala Laura Vázquez al referirse a las décadas del 40 y 50
del pasado siglo en su excelente libro El
oficio de las viñetas, editado por Paidós–, con otros creadores y artistas
no tan conocidos por entonces, pero no menos talentosos como Juan Zanotto,
Alfredo Grassi y Ernesto García Seijas, entre otros. El resultado: ocho
historietas electrizantes a lo largo de 110 páginas donde los tópicos del
género se referenciaban en cada una de ellas de manera magistral. A la calidad
de los creadores se le sumaba la nitidez del blanco y negro de las viñetas
sobre un papel de apenas mejor calidad al utilizado por otras revistas y
editoriales de la época, pero que alcanzaba para acentuar contrastes y climas
que plumines y pinceles tejían cuadrito tras cuadrito.
En ese primer número, aparecido el 5 de julio
de 1974 –y cuya ilustración central de la portada mostraba el rostro de uno de los personajes
más extraordinarios que el arte de las viñetas nos haya regalado, nada más y
nada menos que el Corto Maltés del
genial Hugo Pratt–, se sucedían una tras otras verdaderas joyas del género: Corto
Maltés en El Secreto de Tristan Bantam
por el ya mencionado Hugo Pratt, que inauguraba las aventuras de un Simbad de
principios del siglo XX; le seguían westerns como El Cobra –por Arturo Del Castillo y Ray Collins– y Black
Soldier, un rico heredero del Sur, convertido en pistolero tras la Guerra de la Secesión, con
ilustraciones de Ernesto García Seijas; Kiling,
por el mismo García Seijas y Ray Collins, un “boss” del crimen vestido con traje de San La Muerte, que a partir del
segundo número se transformaría en Skorpio,
ilustrado por el maestro Oswal –curiosamente este personaje no ocupó ninguna
portada de la revista en sus primeros treinta números–; Henga,
historias de un cazador del neolítico ambientadas en un mundo salvaje donde no
faltaban gigantescas bestias prehistóricas y bellísimas mujeres –en las que
Raquel Welch, Martine Beswick, Claudia Cardinale y Brigitte Bardot parecían
corporizarse–, magistralmente dibujadas por el gran Juan Zanotto; Precinto 56, con guiones de Ray Collins
y dibujos de Lito Fernández, un policial cuyo protagonista, el teniente “Zero”
Galván, descubría a lo largo de las historias que ser policía en Nueva York no
es más que bucear en el infierno de los otros pero también en el de uno mismo.
Coronaban este primer número dos historietas
unitarias de gran factura: El dulce color
de las estrellas, pura ciencia
ficción a cargo de Lucho Olivera y Alfredo Grassi; y una obra maestra del
terror, Una pesadilla para Miss Agatha,
con dibujos de Leopoldo Durañona y guión de Guillermo Saccomanno, en donde una
solitaria anciana padecía las consecuencias de leer cuentos de H.P. Lovecraft,
el “maestro de Providence”, en una noche oscura y tormentosa.
La revista Skorpio
se transformó rápidamente en un verdadero éxito –los primeros 30 números
resultaron de una calidad inigualable–; tres años después, impulsada por las
nuevas modas, sus páginas se abrieron al color y a partir del número 36, Skorpio se transformó en Skorpio Gran Color, incorporando nuevas
historietas como Alvar Mayor, de
Carlos Trillo y Enrique Brecia; Nekrodamus,
del mismo Trillo y dibujos de Horacio Lalia; y la segunda parte de El Eternauta, con guiones del propio
Oesterheld y dibujos de Solano López. Con el correr de los años nuevos autores
y dibujantes se fueron incorporando, tales como Juan Giménez y Ricardo Barreiro
con As
de Pique, y Enrique Alcatena con La
Fortaleza Móvil, El
Mago y El Mundo Subterráneo, entre otras. Entrada la década de los
´90 la revista comenzó su declive, las nefastas políticas económicas aplicadas
por los gobiernos de turno y la consecuente caída de las ventas precipitaron su
final acaecido en 1996.
La aparición de Skorpio, como lo haría también la revista Fierro una década después, representó una marca imborrable en la
industria de la historieta nacional y su impronta a nivel artístico ha sido y
seguirá siendo un motivo de inspiración para muchísimos cultores del género.
Volver a ver hoy esa antigua portada de Skorpio nos remite inevitablemente a
nuestro propio pasado. El genial semiólogo francés Roland Barthes, en su libro La cámara lúcida, da cuentas de ese
pasado desde la perspectiva que impone contemplar una vieja fotografía, cuando
dice: La fotografía no dice lo que ya no
es, sino tan sólo y sin duda alguna lo que ha sido.
Permitámonos entonces establecer –y aunque más
no sea a modo de cierre– una analogía entre las palabras de Barthes y los
sentires que resultan al contemplar nuevamente los ojos del querido Corto
Maltés, que parece decirnos, una y otra vez como cuando fuimos niños –con un
susurro, casi una plegaria–, Bienvenidos al mundo de la historieta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario