Una artesanal
caza del terrorista
Rosario/12 (04/02/2013)
Aún cuando se hayan suscitado discusiones alrededor
de las torturas contenidas en La noche
más oscura, lo cierto también es que su retrato de la violencia escandaliza
en un nivel más profundo. Tal vez remitido a la institucionalización que de su
uso el film hace, donde el resultado obtenido –la resolución dramática- será
consecuencia de un hacer necesario, más o menos violento, según corresponda.
La noche más
oscura no
sólo es la puesta en escena de la caza de Osama bin Laden, sino segundo
capítulo para la prédica de progresismo tibio de la oscarizada Kathryn Bigelow.
Con Vivir al límite (2008), el
retrato de un desactivador de bombas en Irak se disfrazaba de preocupación para
glorificar –desde el post-western- la
necesidad del héroe: psicópata o no, héroe al fin.
Ahora, los cowboys
son más y nunca mejor retratados que durante el operativo final para dar con el
jefe terrorista, para el cual los 120 primeros minutos nos preparan. Héroes de
uniforme, multi armados, que son también correlato del torturador astuto, que
sabe vestir de traje, con chistes intelectuales (Jason Clark): capaz de (casi)
ahogar al prisionero, patearlo, trompearlo, sangrarlo, jugar con monitos, y
entender el significado del término “tautología”.
Señalar que el desarrollo del film responde a un
ordenamiento secuencial preciso, precedido de subtítulos, con una construcción
de personajes desde puntos suspensivos, con incorporación de grabaciones
reales, de gradación dramática pausada, hasta una concreción última con dosis
bélicas, de terror, casi ciencia ficción, no significa para este cronista estar
en presencia de un gran film. Antes bien, y sin deshacer el nexo entre forma e
ideología, La noche más oscura es un
canto guerrero, de armonía norteamericana, con notas de “corrección política”, ladrado
hacia los cuatro vientos.
En este sentido, habrá lugar para el repaso
histórico y la necesidad de la acción, desde Bush a Obama: el primero desde
alguna mención irónica a las armas nucleares fantasmas, el segundo desde la
atención a su discurso de la no-tortura. En el medio, sujeta a los vaivenes
políticos, la CIA
y el comportamiento ejemplar de Maya (Jessica Chastain), eje del relato,
impulsora de la investigación hasta sus consecuencias últimas, responsable del
descubrimiento y ajusticiamiento de bin Laden. Pero la mirada “crítica” hacia
el funcionamiento de la CIA
no significa su invalidación, sino antes bien una observación de burocracia
inmanente. En donde puede que se requiera de medios difíciles, de muertes,
abordados desde un fuera de campo impreciso: Guantánamo existe desde su
pronunciación casual, así como ninguna bala “equivocada” será disparada por los
soldados.
El film de Bigelow aplasta a otros, los ignora:
desde Fahrenheit 9/11 de Michael
Moore, hasta Samarra (Redacted) de
Brian De Palma, pasando por la sensibilidad justa de Vuelo 93, de Paul Greengrass. Cumple, de esta manera, un derrotero
ya alertado intelectualmente, ahora con un ejemplo histórico: la muerte de un
enemigo del Imperio presentada desde, primero, el rostro del presidente de
Estados Unidos; segundo, desde el diseño de un film digital simulado; tercero,
desde una película con nominaciones al Oscar
La noche más oscura
(Zero Dark Thirty) EE.UU., 2012. Dirección: Kathryn Bigelow. Guión: Mark Boal. Fotografía: Greig Fraser. Montaje: William Goldenberg, Dylan Tichenor. Música: Alexandre Desplat. Intérpretes: Jessica Chastain, Jason Clark, Kyle Chandler, Mark Frost, James Gandolfini. Duración: 157 minutos.
Salas:
Cines del Centro, Monumental, Showcase, Village.
5
(cinco) puntos
1 comentario:
NUEVOS HERORES, VIEJOS CRIMENES
Publicar un comentario