Reencuentro con
la aventura
Por
Leandro Arteaga
El relato paralelo inicial marca indicios, provoca
incertidumbre, expectativas, de cara al encuentro entre quien sale de la cárcel
(Al Pacino) y quien va a recibirle (Christopher Walken). Dos ¿amigos? que se
confunden en un abrazo raro, forzado, o como dirán ellos mismos, “extraño”. Qué
es lo que esconden, cuál el pasado que los vincula, qué les ha separado, será
motivo para proseguir con la atención predispuesta. Porque el sólo hecho de
reparar en estos gestos pequeños, de dos intérpretes como Walken (Doc) y Pacino
(Val), ya es buena manera de recibir al espectador.
Hay un encargo de por medio -que aquí no se revelará-,
bisagra entre la obediencia a la orden impartida y el recuerdo de los buenos
viejos tiempos. Han pasado veintiocho años de estadía en la cárcel. Muchas
cosas han sucedido paredes afuera para el viejo de Val. Pero el recibimiento en
el sofá/cama del apartamento de paredes grises de Doc, amontonado y sin más
vida que unos cuadros de amanecer, no marca demasiada ruptura. Uno estuvo entre
rejas, pero el otro sin más que la rutina del día a día.
Y hay un tercero: Hirsch (Alan Arkin) es quien descansa
sonámbulo en un sueño eterno de geriátrico, con respirador adosado. Cuando ve
llegar a sus antiguos camaradas, sabe que vienen a rescatarle para que, ahora
sí, la aventura reinicie. En este sentido, no sólo se celebra el disfrute de a
poquito mayor con el que los personajes se sumergen en lo que siempre han hecho
–bandidos de armas tomar, con códigos internalizados- sino también con la forma
que la película tiene de inyectar al espectador adrenalina justa: tanto desde el
viagra consumido impulsivamente como desde el acelerar veloz del auto robado.
Pero, eso sí, sin golpes de efecto que hagan olvidar que lo que se está viendo
es, justamente, una historia de tres amigos, por lo menos, melancólicos.
En esta travesía habrá lugar, entonces, para un
juego de engaño suficiente al espectador. Hay una hora señalada, y es en virtud
del avanzar del reloj cómo el argumento deviene. En una noche/día que, mientras
sea el primero de los casos, podrá durar tanto como se quiera, pero que
invariablemente se trastoca cuando el sol aparece. Tanto como para explicar qué
es lo que hace una empleada de bar sin haber conciliado sueño. Como así también
para devolver la atención a los cuadros con color de amanecer que Doc gusta de
pintar.
Persecuciones, entierros, balas, aire western, amores
perdidos, chicas alegres, para el reencuentro feliz de estos bandoleros que
gustan de repetir sus frases muletilla, concientes de que el tiempo puede haber
pasado pero sin haberse llevado las ganas de vivirlo como se quiso.
Tres
tipos duros
(Stand
Up Guys) EE.UU.,
2012. Dirección:
Fisher Stevens. Guión:
Noah Haidle. Fotografía:
Michael Grady. Música:
Lyle Workman. Montaje:
Mark Livolsi. Intépretes: Al Pacino, Christopher Walken, Alan Arkin,
Julianna Margulies, Lucy Punch, Addison Timlin. Duración:
95 minutos.
7
(siete) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario