Héroe de barras y estrellas
Capitán América: El Primer Vengador
(Captain America: The First Avenger)
EE.UU., 2011. Dirección: Joe Johnston. Guión: Christopher Markus, Stephen McFeely. Fotografía: Shelly Johnson. Música: Alan Silvestri. Montaje: Robert Dalva, Jeffrey Ford. Intérpretes: Chris Evans, Hugo Weaving, Tommy Lee Jones, Toby Jones, Stanley Tucci, Dominic Cooper. Duración: 124 minutos.
Por Leandro Arteaga
El último será el primero. Porque de la extensa lista de cómics Marvel llevados a la pantalla Capitán América es el último pero, a su vez, el primero de todos. El inminente film será Los Vengadores donde, con todos los héroes reunidos (Thor, Iron Man, Nick Fury), Capitán América será el líder de nuevo porque -circa años ’40- ha sido el primero de ellos.
Es curioso el devenir del personaje del cómic –creado por Joe Simon y Jack Kirby en 1941-, cuya aparición es contextual a Pearl Harbour, la compra de bonos de guerra, la prédica triunfalista, y el american dream. Finalizado el conflicto bélico, a los norteamericanos pocas ganas les quedaban de leer superhéroes, con hijos/novios/esposos mutilados, muertos o desequilibrados. La inserción social no fue lo que se auguraba (muestra emblema del cine será Los mejores años de nuestra vida, de 1946, luego sospechada por el macarthysmo) y la revista del Capitán América, como casi todas, desaparecerá de los kioskos. El resurgir será en los ’60, de la mano de Stan Lee y, nuevamente, del gran Jack Kirby.
El film oscila entre el patrioterismo prototípico y una mirada sutilmente irónica. Ésta oficia en los espectáculos benéficos, sus colores parlanchines, las barras y las estrellas, desde un musical que es el hallazgo particular y bizarro de la película. Allí Steve Rogers (Chris Evans) –endeble muchacho vuelto superhéroe vía supersuero- vestirá el traje de azul estridente, con el escudo triangular, tal como en las primeras historietas de los ’40. La portada más famosa –donde Hitler es trompeado- es vista y leída en el film, casi se diría, como mirada torcida, como historieta igualmente estridente.
Una vez resuelta la inserción de Rogers y su rango militar, aparecerá el costado bélico, con las proezas del Capitán, la aparición de personajes emblema dentro del mundo Marvel, más la Némesis justa que encarna en Cráneo Rojo (Hugo Weaving), líder de Hydra, organización tan malvada como para transgredir –vía color rojo- al mismo Hitler.
En el medio del lío –como si no fuese suficiente la Segunda Guerra- se debate el porqué de la existencia de Hydra, los delirios divinos de Cráneo Rojo, la amistad con Bucky Barnes (Sebastian Stan), y el corazón blando del Capitán.
Sobre los créditos finales, el Tío Sam lidera un disfrute de publicidades de época, apenas animadas, suficientemente elocuentes como para recordar la propaganda patriota norteamericana, mirarla desde la distancia, y preguntarse cuál es el rol que Capitán América cumple ahora.
Siempre presto al llamado. Correcto, esbelto, moralista, físicamente enorme. La aparición de Capitán América en los cómics fue señalada por el estudioso Javier Coma como equivalente al fascismo que decía combatir. La película juega con ello y lo desvirtúa, pero sólo en parte. Al fin y al cabo, se trata de una franquicia (marca Marvel, marca Disney). Un buen negocio.
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