Sudamérica, jazz, y las raíces africanas
La escena del jazz neoyorquino tiene cita esta noche con The Phil Maturano Quartet. El venerable baterista dará también una clínica previa al recital, allí donde de lo que se trata es de “presentar el alma”.
Por Leandro Arteaga
“Veo que hay muchas ganas de aprender música allá, es por eso que quiero contribuir con las clínicas musicales a esta filosofía de vida que es la música” dice desde un castellano claro y de mañana reciente Phil Maturano a Rosario/12.
-Puedo llamarlo en otro momento…
-No hay problema, espero que se me entienda (risas).
Es que The Phil Maturano Quartet está de visita en Argentina, y su artífice recién se levanta luego de otra de las muchas noches de música que lo tienen como protagonista. Hoy, a partir de las 21.30, el cuarteto conformado por Phil Palombi (contrabajo), Matthew Fries (piano), y el notable guitarrista argentino Ale Demogli, hace su presentación en Sala Lavardén (Sarmiento y Mendoza), con la posibilidad previa, para los asistentes, de participar a las 19.30 de una clínica grupal.
Allí la razón de la contribución musical a la que aludía Maturano, cuya batería ha sido compañía de nombres relevantes para la historia del jazz, tales como Maynard Ferguson, Sam Most, Scott Henderson, Donald Harrison y Billy Childs. Nacido en Nueva York, hijo de padres argentinos, la batería de Maturano también ha provocado la divulgación de sus métodos a través de los libros Working the Inner Clock y Latin Soloing for the Drumset, que ya figuran como obras refenciales para la consulta y enseñanza musical.
-Me interesa preguntarle acerca del vínculo que une al músico con su instrumento elegido.
-Pienso que es el instrumento quien te elige, vos no lo elegís. Se trata de una relación que está marcada por el ritmo, por la pasión. La musicalidad de uno debe estar siempre atravesada por la pasión, porque esto no es algo que uno haga por el dinero. Es como la vida misma, el vínculo con el ritmo representa lo más puro en uno, como si se tratase del amor de un perro, que no tiene condiciones (risas). Es una cosa medio rara.
-¿Cómo recuerda esos primeros momentos donde el jazz lo eligió?
-Fue de una fascinación casi surreal, no hay otra manera de entenderlo; así como cuando ves una chica entre los millones de mujeres que hay en el mundo y te quedás frío. No hay otra anécdota con la que pueda comparar a la batería y al jazz. Cuando escuché jazz, cuando conocí la gente que lo tocaba, las caras que ponían, sus emociones, me provocó algo muy fuerte y muy lindo.
-No casualmente, analoga usted lo musical con lo sexual, en ambas instancias la pasión es protagonista.
-¡Es una buena observación! Hay emociones que son básicas y que se necesitan para llegar a hacer algo tan serio como casarse, así como la carrera del músico requiere de un compromiso igualmente profundo, que no es fácil. Se trata de algo que necesita de una fuerza muy grande como para que dure muchos años, como para que dure toda una vida.
-La “telepatía musical” que usted ha señalado en otras entrevistas, pienso que puede ser ese lugar de pasión compartida, con el instrumento y con los músicos.
-La telepatía musical es ese instante en el cual uno maneja el mismo conocimiento de la música que las otras personas con quienes estás tocando, ese momento en el que podés percibir lo que va a hacer el otro –si ocho compases adelante, o si diez compases en el medio de la canción-, es una cuestión de musicalidad, eso es. Después de tantos años de tocar juntos sabemos más o menos lo que va a pasar, lo podemos predecir.
-La música ocurre en el tiempo, pero durante la experiencia que me relata lo que se debe perder es, justamente, la noción misma del tiempo.
-¡Uff! ¡Y no sabés cómo! Cuando estás tocando el mundo desaparece, entrás en otra dimensión. A veces –va a sonar loco- tenés experiencias extrasensoriales, por fuera del cuerpo, de un estado constante de déjà-vu. Cuando las cosas van muy bien, cuando en la música está todo conectado, se produce un estado mental impresionante.
-Uno mitifica, necesariamente, al jazz desde Estados Unidos, pero ¿encuentra una recepción cálida en otros escenarios?
-Especialmente en Latinoamérica, porque se trata de un público que comparte fácilmente sus emociones. Es que cuando presentás el alma en una situación, a cualquier persona, en cualquier parte del mundo, esa conexión se transmite, así como la gente también percibe cuando presentás una porquería. La música sudamericana, así como el jazz, tiene raíces africanas. Todo está interconectado y no hay duda de que esas raíces son algo muy importante en el vocabulario de la música. Cuando uno tiene la experiencia, la oportunidad, de ver cómo funciona ese vocabulario a través de los distintos géneros musicales, pareciera que no existieran países ni lugares diferentes, porque se trata de un lenguaje transparente. Cuando descifrás el vocabulario del género, sea música brasilera o la chacarera argentina, aparecen raíces africanas que son muy obvias; allí es cuando los géneros casi desaparecen, porque lo que estás tocando es casi lo mismo.
En Rosario/12 (19/03/2011)
No hay comentarios:
Publicar un comentario