miércoles, 3 de noviembre de 2010

Red (2010, Robert Shwentke)


Espías fuera de forma


Red
(Red). EE.UU., 2010. Dirección: Robert Shwentke. Guión: Jon y Erich Hoebe, a partir del cómic de
Warren Ellis y Cully Hamner.Fotografía: Florian Ballhaus. Música: Christophe Beck. Montaje: Thom Noble. Intérpretes: Bruce Willis, Mary-Louise Parker, Morgan Freeman, John Malkovich, Helen Mirren, Ernest Borgnine, Karl Urban. Duración: 111 minutos.


Por Leandro Arteaga

Red es mala. Pésima. Acorde con el peor cine norteamericano. Parte de la desesperada catarata de films de supuestas fórmulas de éxito, faltos de ideas, y que ahora –por ejemplo- encuentran en los cómics un ámbito de referencia.
El caso de Red es el de la traslación de una historieta (o “novela gráfica”, tal se estila decir ahora) menor del escritor inglés Warren Ellis, más el trabajo efectista, de momentos más o menos logrados, del dibujante Cully Hamner. Fue publicada por el sello Wildstorm en 2003. Y se trata, de hecho, de un cómic precario, de solo tres números, sin demasiado vuelo más que el de contar un historia violenta de persecución letal por parte de la CIA hacia uno de sus agentes retirados.
Si algo destacaba en aquella historieta era su incorrección política –propia de la escritura de Ellis-, sin lugar para medianías ni grises; vale decir, según Ellis el servicio de inteligencia norteamericano y todo lo que ello significa se destaca y confirma desde una corrupción estructural. A partir de allí, el juego del gato y el ratón deriva en la legitimación final de esta premisa.
En el caso de la película, el plot juega la misma idea para abandonarla rápidamente y adoptar la serie de clichés acostumbrados. Es Bruce Willis quien encarna al agente retirado, obligado a volver a reunir al viejo equipo de otras épocas; así es que se inscriben para el argumento del film los personajes de Freeman, Malkovich y –vaya uno a saber por qué, qué falta hacía aquí- Helen Mirren. Más la corrección que –se decía- el cómic sabía adolecer: una mujer que proteger (la procreación como dogma siempre vigente para Hollywood), el perseguidor al que desengañar, y la restitución –vía desengaño- de la dignidad espía de los mecanismos de gobierno. En otras palabras, la purificación y, como corolario, la legitimación.
Es entonces, por un lado, que el film tira por la borda la propuesta eje del cómic, y por el otro, es de un nivel soporífero tal que vuelve evidente el mal trabajo de sus intérpretes. Todos notables. Y todos aburridos. Por cinefilia acostumbrada, destacar dos apariciones que todavía nos deparan recuerdos gratos: las de Richard Dreyfuss y Ernest Borgnine. Verlos otra vez en pantalla, aún en un caso tan desafortunado, permite evocar otros films, capaces de permitir al espectador el salirse por un rato de lo que se está viendo y encontrar algo mejor en lo que pensar.
Y si bien lo que aquí se dice no es ya novedad alguna, no deja de asombrar lo mal narradas que están películas como Red: la cámara se vuelve protagonista por el solo hecho de moverse o agitarse, los efectos priman desde un mero decorado visual, más una suma de escenas adocenadas, que poco importan al drama sino, antes bien, a la acumulación de golpes de efecto. El arte del buen relato, sin embargo, supo ser cultivado por el mejor cine norteamericano. Aquí una prueba más de su decadencia.

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