Entre la artesanía y la megalomanía: una semblanza de Peter Jackson a partir de su último film
Desde mi cielo
(The Lovely Bones)
EE.UU./Gran Bretaña, 2009. Dirección: Peter Jackson. Guión: Peter Jackson, Fran Walsh, Philippa Boyens, sobre la novela de Alice Sebold. Fotografía: Andrew Lesnie. Música: Brian Eno. Montaje: Jabez Olssen. Intérpretes: Mark Wahlberg, Rachel Weisz, Saoirse Ronan, Stanley Tucci, Susan Sarandon, Michael Imperioli. Duración: 135 minutos.
Tal vez no sea el mejor ejemplo de su filmografía, pero Desde mi cielo permite reconocer y pensar varios de los elementos recurrentes dentro de la obra del realizador neozelandés Peter Jackson (1961).
Como si se trazara un puente, el último de sus films devuelve la atención sobre, aquí sí, el mejor de sus títulos: Criaturas celestiales (Heavenly Creatures, 1994) abordaba también el tema de la muerte o, mejor dicho, el de la muerte cruel. Sin ahorrar turbiedad, aquel film propuso un tour de force pesadillesco, cuyo desenlace –conocido de antemano por el espectador- se alimentaba a su vez de un miedo todavía mayor: la mismísima sombra de Orson Welles.
Cuando Criaturas celestiales se estrenó el nombre de Jackson resultó, para muchos, un descubrimiento. Mientras tanto, otros más atentos, ya conocían su obra. Desde una marginalidad total, tanto en lo presupuestario como en lo temático, Jackson se cultivó como cineasta desde un demente primer largometraje que, si se afina el recuerdo, tuvo exhibición en nuestro país: Mal gusto (Bad Taste, 1987) daba cuenta de la más asquerosa y berreta invasión extraterrestre. Un desquicio que, si se lo piensa, no se encuentra tan alejado de uno de los mejores films de la temporada pasada, producido -nada es casualidad- por el propio Jackson: Sector 9, de Neill Blomkamp.
Características que sabrán encontrar un justo continuará en la igualmente desquiciada, con muñecos en clave “muppets noir”, El mundo de los Feebles (Meet the Feebles, 1989). Pero lo siguiente fue todavía mejor. Muertos de miedo (Braindead, 1992) es una de las mejores comedias negras y gore de todos los tiempos: familiares muertos vivos deben ser aniquilados hasta la última tripa. La escena de la golpiza al bebé zombie en plena plazoleta de juegos y familias es única.
Después, y entonces, la cristalización oscura que supone Criaturas celestiales. Luego, otra comedia negra y de buen gusto: Muertos de miedo (cuidado al rastrearla, porque no es Braindead, sino un tonto descuido de traducción para The Frighteners, 1996), que supiera rescatar en un papel secundario al gran John Astin (Homero Addams, en la serie televisiva), como uno de los fantasmas a sueldo del detective paranormal interpretado por Michael Fox. A partir de allí, el éxito descomunal y oscarizado de la trilogía El Señor de los Anillos (2001, 2002, 2003), sobre la obra de J.R.R. Tolkien, más la actualización del mito King Kong (2005).
Es por eso que, aún cuando distante respecto de la oscuridad previa y mejor de Criaturas celestiales, Desde mi cielo aparece como una buena oportunidad para el repaso de Peter Jackson y una obra que, por lo visto, oscila entre la artesanía marginal (ya perdida, quizá añorada) y la megalomanía, a veces tiránica, de los grandes presupuestos.
Síntoma que, justamente, parece expresar su último film.
Sólo unas palabras más: Stanley Tucci está magnífico. Las casas de muñecas que construye y que, en última instancia, también le contienen, dibujan un mundo cerrado, autista, de pesadumbre peligrosa. Todos pueden caer en algo similar. Y esto el film parece indicarlo varias veces: la bola de nieve inicial es un referente.
Pero por otra parte, Desde mi cielo se encuentra cercana al espíritu plástico y edulcorado de Más allá de los sueños (What Dreams May Come, 1998), del también neocelandés Vincent Ward. Un más allá plácido y cómodo para –acá el asunto- el espectador.
De todas maneras, del balance entre uno y otro aspecto surge de manera relevante, desde este entender, la parte primera. Allí cuando la imagen se altera al video más cotidiano, para dar cuenta del detalle y minucia con los que el vecino de la próxima puerta planea su golpe mortal.
En esos resquicios aparece el mejor cine de su director. Quizá en un próximo film ocupen el todo, y no la media parte, de la película.
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