La sangre, vínculo sagrado
El primer día del resto de nuestras vidas
(Un conte de Noël)
Francia, 2008. Dirección: Arnaud Desplechin. Guión: Arnaud Desplechin, Emmanuel Bourdieu. Fotografía: Eric Gautier. Música: Grégoire Hetzel. Montaje: Laurence Briaud. Intérpretes: Catherine Deneuve, Mathieu Amalric, Jean-Paul Roussillon, Anne Consigny, Melvil Poupaud. Duración: 150 minutos.
La decisión más difícil
(My Sister’s Keeper)
EE.UU., 2009. Dirección: Nick Cassavetes. Guión: Jeremy Leven, Nick Cassavetes, a partir de la novela de Jodi Picoult. Fotografía: Caleb Deschanel. Música: Aaron Zigman. Montaje: Jim Flynn, Alan Heim. Intérpretes: Cameron Diaz, Jason Patric, Abigail Breslin, Alec Baldwin, Joan Cusack, Sofia Vassilieva. Duración: 109 minutos.
Dada la casualidad, dos de los estrenos de esta semana se asemejan desde la temática. Tanto El primer día del resto de nuestras vidas -cuyo título original y mejor es “Un cuento de Navidad”- como La decisión más difícil –ídem “La guardiana de mi hermana”- coinciden en problemáticas familiares, dadas a partir del cáncer y de la posibilidad de un donante de mismo lazo sanguíneo.
Aún cuando podamos atender, convengamos, a explicaciones médicas cualesquiera sean –desde las películas o el profesional favorito-, lo que aquí nos interesa es el discurso que se enhebra, tanto en un film como en el otro. Vale decir, la situación crítica del cáncer sirve a los fines de un abordaje familiar que, en otras palabras, será siempre social.
Se señala esto porque, por ejemplo, en el caso del film francés asoma una mirada sobre la familia que, si bien microcosmos plagado de secretos, reprimendas, caricias y enfermedades, culmina por revelarse como el lugar, o nido, al que inevitablemente se vuelve. Nos encontramos aquí con una historia familiar espejada, donde un primer hijo fallecido prematuramente oficia de deja-vu ante el mismo cáncer que amenaza a su madre muchos años después. La familia cuenta ahora con tres hijos adultos, cada uno una historia diferente y enfrentada, que volverán a reunir sus afectos y temores durante la Navidad. Uno de ellos, el más incorregible (el gran Mathieu Amalric), es quien puede donar su médula. También un nieto con ganas suicidas. Y todo ello como excusa que desempolva historias de silencios que, como es Navidad, terminarán por bien encastrar. Pero, eso sí, todos en casa.
En el caso del film norteamericano, bastará decir que es un claro muestrario de los peores vicios y lugares comunes cinematográficos. Si bien su director, Nick Cassavetes, es responsable de Diario de una pasión (2004, protagonizada por su madre, Gena Rowlands) –que no me canso de celebrar-, no es ello augurio feliz. En todo caso, estamos en presencia –acá sí-, de la familia feliz americana. Aún cuando asome el cáncer de la hija como escollo insalvable, los síntomas que entre los integrantes del grupo familiar asoman tendrán una resolución congruente con la foto de postal adecuada: lágrimas en su justa medida, hija enferma con carita bella y melancólica –pero con novio y primera vez incluida-, Cameron Diaz como madre dolida pero linda, y el dilema que el film supuestamente plantea disuelto en bolillas de naftalina. Así de mala es la película.
Si es cuestión de elegir, mejor ver Arrástrame al infierno, pero dada la dualidad, tal vez optar por el film francés, donde al menos asistimos a un engranaje narrativo mejor, con historias que se entrecruzan mientras llenan el vacío dado entre el primer hijo ido y la enfermedad presente de la madre. Además está Catherine Deneuve, cuya presencia permite a la pantalla un aura de disfrute que las muecas y gritos de Cameron Diaz lejos están de alcanzar.
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