Varado
en un silencio terrible
Por Leandro Arteaga
La ascendente trayectoria de Celina Murga le
confirma cada vez más como cineasta de relieve. Con La tercera orilla, el espectador asiste a un mundo en ebullición
silenciosa, el de un adolescente tironeado entre padres, responsabilidades, y un
lugar social que espera, que paulatinamente se le asigna.
La posición de Nicolás (Alián Devetac) es la del
umbral, la de la orilla entre dos mundos, entre lo que le pasa y lo que decida.
Atrapado por un padre de familia doble (Daniel Veronese), con hermanos
repartidos, y él como si fuese el intermediario eficaz, el guardián del
equilibrio, una función que no eligió pero que sin embargo se espera que
cumpla.
Al respecto, la tarea del novel Devetac es un
hallazgo, con una mirada que tiene lo que el cine quiere: profundidad, abismo,
torbellino. También porque está atrapado en una edad indeterminada, que le
confunde entre los juegos con sus hermanos, los ritos del colegio, el
cigarrillo que ya es costumbre. Nicolás mira mucho y habla poco. ¿Qué es lo que
le hace zambullirse en la pileta mientras llueve? ¿O esconderse de la mirada
paterna?
El contrapunto estoico aparece en Daniel Veronese,
cuya estampa no da margen a réplica: la situación es como es, a nadie se le
ocurre cuestionar cómo se vive o preguntarse por qué. Así también se le respeta
dentro del laboratorio donde trabaja, médico como es, en este pueblo de
dimensión pequeña, con el campo como ese otro lugar que controlar, someter,
donde ir a cazar, guardar tradiciones de familia, criar ganado, y aprender cómo
debe tratarse a la peonada, esa otra gente.
Allí es donde gradualmente será introducido Nicolás.
Parco, siempre responsable, parece percibir todo lo que le rodea pero con un
atisbo de duda imperceptible. El whisky, la rubia elegida, no lo seducen;
mientras el padre le mira, dentro del contorno que significa este rito
masculino, machista.
Algunos momentos dejan entrever quiebres que crecen.
Uno de ellos es la golpiza imprevista, que sacude al espectador y hace pensar,
cómo no, en cierta huella scorsesiana (Martin Scorsese es productor ejecutivo
del film); el otro es el karaoke de Rezo
por vos, la canción de Spinetta y García: de a poquito, Nicolás suelta su
estribillo rabioso, salta y grita.
Que su hermana esté culminando los preparativos de
su fiesta de quince años, no es detalle menor, sino aspecto argumental que
bascula de forma justa con el ánimo de Nicolás: mientras a uno se le asigna
cierto rol sucesor, a la otra también: un rito pre-nupcial, que tampoco
requiere de la presencia paterna, porque –tal como se refería– a nadie se le
ocurre dudar del estado de las cosas.
De lo que se trata es de prepararse, en última
instancia, para lo mismo de siempre: ser relevo social, estatuario, jerárquico.
También hipócrita. Acá, finalmente, el quiebre último del protagonista.
La
tercera orilla
(Argentina/Alemania/Holanda,
2014)
Dirección: Celina Murga Guión: Celina Murga, Gabriel Medina. Fotografía: Diego Poleri. Montaje:
Eliane Katz. Reparto: Alián Devetac, Daniel Veronese, Gaby Ferrero, Irina
Wetzel, Tomás Omacini. Duración: 92 minutos.
Sala:
El Cairo
9
(nueve) puntos
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