Berberian,
maestro de la línea clara
La presencia
de Charles Berberian en Rosario es acontecimiento para todo amante del noveno
arte. La trayectoria y experiencias del dibujante de Monsieur Jean en una
charla libre y gratuita.
Por
Leandro Arteaga
La “línea clara” alude a un concepto de historieta,
a una manera específica de pensar la bande
dessinée. Se corresponde con la maestría franco-belga, cuyo
recorrido editorial en Argentina ha estado siempre sesgado, si bien
ejemplificado por obras maestras como Tintin
y Astérix, apenas punta de lanza
de un mundo extraordinario.
Entre sus artistas célebres, es justo señalar al
dibujante Charles Berberian (Bagdad, 1959), cuya presencia esta tarde, a las
18.30 en Escuela para Animadores (Isla de los Inventos, Corrientes y el río),
es imperdible para todo amante de las historietas. La actividad, organizada por
Centro Audiovisual Rosario y Alianza Francesa de Rosario, será oportunidad para
que el artista –merecedor del Gran Premio del Festival de Angoulême– dialogue
con los asistentes acerca de su obra y trayectoria. La entrada es libre y
gratuita.
Leer historietas de Berberian era una tarea casi
imposible, hasta la aparición feliz que significa el primer volumen de Monsieur Jean (Editorial Común, 2012).
Se trata, tal vez, de su historieta más famosa, realizada desde 1990, así como
de la consagración supuesta por la dupla compuesta, a partir de 1983, junto a Philippe Dupuy.
Dupuy & Berberian son indisociables, y si bien han tenido trayectoria
individual, el nombre de cualquiera imbrica necesariamente al del otro.
Puesto que ambos son dibujantes, ¿dónde comienza y
termina la tarea de cada uno? No es algo que valga contestar, sino antes bien
disfrutar. Dupuy y Berberian dibujan y escriben a la vez, desde un estado de
gracia compartido. Quienes hayan sido lectores de la revista española Cairo (donde desfilaran nombres como
Moebius, Tardi, Franquin), recordarán varios de sus unitarios, entre los que
destacaban las desventuras del trío adolescente Red, Basile et Gégé, junto a la brillante Le
journal d'Henriette, donde la pequeña “Enriqueta” soñaba con ser escritora,
si bien a merced de un mundo adulto cuanto menos imbécil.
Esta mirada impiadosa sobre
el comportamiento social, plena de humor, es una de las marcas indelebles del
dúo. Monsieur Jean es, así como un
escritor angustiado, el prisma desde el cual mirar pasar el tiempo, el
disparador para hacer hablar a otros personajes, la excusa para indagar en
miedos propios o compartidos. Su estructura episódica le vuelve un personaje de
construcción pausada, pensante, sapiente de sí mismo, con simpatía cada vez
mayor en el lector. Jean se interroga, no está seguro de sus decisiones,
mientras fuma un cigarrillo o ahoga otra noche en una fiesta.
Además de Monsier Jean, la lista de trabajos de
Dupuy y Berberian supera los veinte títulos. Entre ellos, destaca Un poco antes de la fortuna (Dupuis,
2008), donde la dupla dibuja a partir del guión de Jean Claude Denis. El
protagonista es el estado de ánimo del personaje, suspendido ante la incredulidad
supuesta por haber ganado la lotería. La noche puede ser tan larga como la indecisión, y nada es tan tortuoso como el cuidado ansioso con el billete
ganador. Los sueños confunden pesadillas. Mientras tanto, un amor perdido
revolotea otra vez. ¿Será por el dinero?
Jukebox (Audie-Fluide Glacial,
2011), realizado por Berberian en solitario (hay edición de La cúpula), se
vuelve un ejercicio libre con la música como lugar a compartir. Puntualmente el
rock, o específicamente algunas de sus figuras: Elton John, Phil Collins, David
Bowie. En todo caso, de lo que se trata es de elegir con cuáles canciones
quedarse y por qué. Ya que nadie en su sano juicio pensaría en Phil Collins. Es
que el sonido no le es indiferente al dibujante, dadas sus colaboraciones musicales
junto a Jean-Claude Denis o Ludovic Debeurme.
El último trabajo de Charles Berberian a la fecha es
Paris (Lonely Planet-Casterman, 2013),
junto al guión del periodista Olivier Bauer. Concebido como una guía turística,
el Paris de Berberian indaga en
lugares por descubrir, con la atención editorial puesta en el dibujante como
elección seductora. Más atractiva, con seguridad, que toda una multitud de
fotografías postales. Por aspectos como éste, la historieta franco-belga goza
de la mejor salud, con un reconocimiento institucional que por estos lares
parece impensable.
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