Brujas que
quieren dominar el mundo
Por
Leandro Arteaga
Sin complejos varados entre la corrección e
incorrección, el cineasta Álex de la
Iglesia se divierte mientras perfila hombres sometidos y
mujeres caníbales durante el robo, fuga y pelea maléfica, de Las brujas. Entonces, como momento
diáfano dentro de un cine donde el corsé de lo que puede decirse y cómo es
regla, qué mejor que dejarse llevar en esta huida demente, con alianzas de
matrimonios fallidos como botín.
Es cierto también que, cultor como es de un cine de
premisas atractivas, de la
Iglesia culmina por desbordar hacia la montaña rusa. Sea El día de la bestia, 800 balas o Balada triste de trompeta, lo que guía al argumento deriva en una
acumulación de situaciones absurdas. Con Las
brujas sucede otro tanto. Pero, de todas maneras, lo que asoma ya es un
rasgo de cine, tan personal como esperable. En este sentido, Las brujas no podía ni debía quedar
relegada, y es así como se llegará a descubrir, sobre sus minutos finales, a la
gran… madre de todas las madres (o algo así), rodeada de vítores lúgubres y
chillidos histéricos.
Pero antes de llegar a este aquelarre verdadero, a
este festín femenino/feminista, hay toda una progresión más disfrutable,
contenida en los diálogos masculinos, en los problemas compartidos, en las
desgracias sufridas por las relaciones con el sexo opuesto. Mientras tanto, eso
sí, hay un robo. Con un taxista como rehén, finalmente aliado. Uno más para la
causa masculina. E infructuosa. Porque por más huida feliz que de la policía se
logre, lo que a los cuatro les espera (es que también hay un niño, no por ello
menos hombre), es sobrevivir al pueblo de Zugarramurdi, allí donde las brujas
habitaban y todavía. Con Carmen Maura como líder de un séquito repartido entre
la madre, la hija, el sirviente –un Igor en toda regla- y tías y parientes y
amigas portadoras de las más variadas maneras de someter al macho odiado. Hasta
el gran Carlos Areces –uno de los “azafatos” de Los amantes pasajeros- es una de ellas.
Si en Antes de
la medianoche Julie Delpy y Ethan Hawke se devoraban entre réplicas, habrá
también de situarse en mismo rango y honor los reproches que son discusión
entre Hugo Silva y la bruja que es Carolina Bang. Bruja de nombre Eva. Mientras
el personaje de Silva se llama José. Quien apenas horas antes se disfrazara de
Jesucristo para robar en la casa de empeños. Es decir, un Cristo a los tiros y
blasfemando, así como a los besos y entredichos –que confiesa no terminar de
entender- con la brujísima Eva. ¿Qué tal?
Si la citada película de Almodóvar aparece como uno
de los últimos títulos del cine español dedicado a mirar, con sorna y alegría,
la propia realidad del país, con Las
brujas sucede otro tanto. Aquí desde la imaginería del cine de terror.
Género que supo ser norma cinéfila durante los años franquistas. Humor negro,
entonces, para un presente que duele, y desde un cine que evoca otros tiempos,
también negros.
Las
brujas
(Las brujas de Zugarramurdi)
España, 2013. Dirección: Álex de la Iglesia. Guión: Álex de la Iglesia, Jorge Guerricaechevarría. Fotografía:
Kiko de la Rica. Música:
Joan Valent. Montaje:
Pablo Blanco. Reparto: Hugo Silva, Mario Casas, Jaime
Ordóñez, Carmen Maura, Carolina Bang, Enrique Villén, Carlos Areces, Santiago
Segura. Duración: 115 minutos.
Salas:
Monumental, Del Centro, Showcase, Sunstar, Village.
7
(siete) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario