El remedio
contra las epidemias
Por
Leandro Arteaga
Si caminaban lento o con poco maquillaje, entonces
hacerlos más rápidos, digitales, y de a montones. Guerra mundial Z es: montañas de zombies que fluyen por la pantalla
como si de un río brutal se tratase. Es eso y no sólo eso.
Por un lado -y de manera acorde a la invasión
demente, por los cuatro costados de la pantalla, de una epidemia imparable, de
vértigo, en medio de Filadelfia, pero también en todo el mundo-, un montaje
acelerado, que inmediatamente lleva a la acción, sin necesidad de presentar demasiado
sus personajes, estipulados desde pautas claras, asumidas en el espectador por
tantas más películas similares: el héroe/padre de familia (Brad Pitt), que es una
especie de ex-agente de algún “grupo de tareas” de la ONU, dedicado ahora a sus
hijas y esposa, pero obligado a rescatar al mundo por entero.
Por el otro, la construcción discursiva que la
acción –se repite, sin freno, de impactos rápidos, sin lugar para el respiro-
propone. En este sentido, también sumar a Guerra
mundial Z a la mirada política que los zombies han propuesto desde la
figura raíz del cineasta George Romero. Pero, mientras que en Romero hay espíritu
B, mirada desde el margen y zombies corrosivos, a Guerra mundial Z le interesa el ritmo trepidante, los muertos-vivos
de a millares, y las balaceras sin escrúpulos por “justificadas”.
Tampoco pensar con espanto nada de lo expuesto, que
los zombies en tanto encarnaciones variables habilitan a catarsis de todo tipo.
Eso sí, resumida a su quintaesencia, Guerra
mundial Z es la historia del padre que salva a la familia, y en este tipo
de “aventura”, se sabe, el héroe se sale siempre con la suya (preocupaciones
que, para el caso, nunca interesaron más que desde su transgresión al gran
Romero).
A la par, el contexto discursivo que moviliza al héroe
se tiñe de correcciones y manipulaciones. De esta manera, Jerusalén aparecerá
como tierra prometida y de misericordia, de puertas abiertas para todo el que
quiera ingresar, mientras una muralla la cierra de manera medieval (niñas
cabizbajas, mujeres con turbante, tendrán allí asilo). Por otro lado, un plano
puntual –sobre el cierre del film- dialoga, desde su gigantismo de cadáveres
arrastrados por una pala mecánica, con aquellas mismas películas testigo del
Holocausto. Así resumido, el film de Brad Pitt corroe las molestias de
cualquiera de las historietas del periodista Joe Sacco.
De acuerdo con la frase “es una película para ver en
el cine”, Guerra mundial Z sería
título indicado. Siempre y cuando se entienda que el cine es sólo
espectacularidad, consejo que el dictamen mercantil ha estipulado de manera
fuerte. Así y todo –y sin acuerdo con semejante falta de juicio-, siempre habrá
construcción discursiva. El gran cine de géneros se construyó de esa manera,
ahora devenido cáscara grandilocuente, pero nunca sin mirada ideológica: tan
conservadora como el más “banal” de los entretenimientos.
Guerra
mundial Z
(World War Z)
EE.UU., 2013. Dirección: Marc Forster. Guión: J. Michael
Straczynski, Matthew Carnahan, Drew Goddard, Damon Lindelof, basado
en la novela de Max Brooks. Fotografía: Ben Seresin. Música: Marco Beltrami. Montaje: Roger Barton, Matt Chesse. Reparto: Brad Pitt, Mireille Enos, Daniella
Kertesz, James Badge Dale, Fana Mokoena, David Morse. Duración: 116 minutos.
6
(seis) puntos
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