sábado, 19 de febrero de 2011

Luis A. Spinetta, hoy en El Círculo


Discos como historias de amistad



El Flaco se presenta en El Círculo con Spinetta 011, donde recorre sus cuarenta años de inmensa trayectoria musical.

"La mejor manera de precisar la presencia de Spinetta en Rosario...". Mmm, no. Demasiado pomposo, altanero. "Una manera de definir la actuación inminente del músico...". Tampoco. ¿De celebrar? Mucho mejor. Porque ¿de qué manera exacta podría hablarse de Spinetta más que festivamente? Es decir, poco (nada) importa la cita de datos, de informaciones variopintas, de tanta info colgada de Internet, cuando es de Luis Alberto Spinetta de quien hay que escribir. No es que no sea importante la información. Pero sí distinguirla. Entonces, mejor puntualizarla de una vez, no sea que a alguien se le pase por alto la celebración que supone la presencia de Spinetta en Rosario, esta noche, a partir de las 22, en el Teatro El Círculo de Laprida y Mendoza.
Más información en este boletín: el espectáculo tendrá lugar... No, no. "Espectáculo" se escribe y se dice todo el tiempo. Va de nuevo. El reencuentro --año tras año, aún cuando sean cinco los que lo separan de su última visita a El Círculo- se perfila desde el título "Spinetta 011", con la promesa de recorrer algunos de los episodios de sus apenas cuarenta años de vida en la música. Situación que provoca el recuerdo y, en este caso, la envidia.
Pero se trata, de veras, de una envidia sana. Referida a quienes pudieron celebrar (tercera vez que se escribe esta palabra) con "Spinetta y las Bandas Eternas" en diciembre de 2009, en el estadio de Vélez, dicha trayectoria. Más de cinco horas. ¡Con Almendra, con Invisible, con Pescado Rabioso, con Jade! Qué varita bella es la música de Spinetta. Como prueba y consuelo queda el disco (¡los discos!) con el mismo título y recopilación de lo vivido allí. Imposible piratearlo. Como sea, y de donde sea surja el dinero, hay que tener Spinetta y las Bandas Eternas. Original. Cajita, libro, todo.
En realidad, se sabe, se termina por tener absolutamente todos los discos de Spinetta. Y si se piensa en el recorrido de vida que se ha tenido al lado de ellos, puede reconstruirse --sonará obvio aunque no menos cierto- una historia de amistad. Spinetta en el escenario es eso. Es más. Preguntas al lector: ¿dónde compró su primer disco de Luis Spinetta? ¿Cuándo y dónde fue el primer recital?
Para este pulso, el recuerdo más lejano remite a la casa de una tía paterna, cuyo hijo --a quien el autor, muy niño, veía como un gigante, enorme, muy piola - tenía viejos autitos Matchbox, de esos que no se consiguen más, con rueditas todas negras, y muchos LP`s de rock. Entre él y una prima, ambos adolescentes (los "gigantes"), hablaban de música mientras escuchaban un disco cuya tapa --grande, cuadrada, blanca - tenían entre manos. El hombre dibujado resultaba desconcertante: triste, lágrima, pañuelo rosa blanco, flecha sopapa. ¿Qué era eso, entre tanto Gaby, Fofó y Balá, con los que la tele bombardeaba?
Otro recuerdo: escuchar por primera vez Invisible (1974) y sentirlo nuevo, como todavía no hecho, aún cuando su edición coincide en edad con quien aquí escribe. La misma impresión asalta el recuerdo ante cada escucha. Raro. Desafía la cronología, la que se asume como normal. Entonces, y con el derecho que dicta el ánimo, el disco Invisible se hizo mañana. Pregunta al lector: si piensa en su estado de ánimo, el de este preciso momento, ¿cuál de los discos de Spinetta elegiría escuchar?
Lo cierto es que ésta es una de las guías --si no la más cierta - al momento de escuchar música. Así como para adentrarse en el mundo spinetteano y vivir allí para siempre. Sea el ánimo que sea, seguro que una puerta de ingreso aparece y, lo que es mejor, con la posibilidad de volver, una y otra vez.
Una última: Spinetta en Rosario, Facultad de Humanidades, circa 1997. (¿Fue ese año?). Desde el público: "Flaco, no puede ser. ¿Viste cómo están los baños de nuestra Facultad?". Spinetta: "Es tu Facultad. Agarrá ladrillos y ponete a arreglarlos vos".
Esta noche, entonces, la oportunidad de celebrar (¡repetición bienvenida!) una amistad que la música supo cómo traducir.

También en Rosario/12 (19/02/2011)

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