Kabusacki y el conejo de la suerte
A días de presentarse en el Centro Cultural Parque de España, el músico propone fantasías y magia para una música que las ha olvidado. "Si bien conviven un montón de estéticas y estilos muy distintos, se da un entramado muy natural", dice.
Por Leandro Arteaga
No es extraño que la armonía –una palabra que aquí se repetirá- que se desprende de Luck, el reciente y octavo disco de Fernando Kabusacki, continúe desde el diálogo con el mismo músico. “Digo lo que realmente siento, y edito los discos que me parecen buenos, no tengo un filtro especulativo” comenta a Rosario/12 el músico y guitarrista en vistas a su presentación el próximo viernes 11 en Parque de España, a partir de las 20.
Las veintiocho piezas para armar (o canciones) de Luck componen un viaje laberíntico, emocional, surreal. Cada una de ellas un sendero nuevo, de esos que se pierden entre el bosque para no saber bien dónde terminar o ramificar. La tapa del disco, de hecho, fusiona árboles, luz de sol, animalitos, monstruitos, y una caperucita.
“La elección de la tapa, así como todo lo que cada uno aportó en el disco, fue elección libre del diseñador, Juan Jaureguiberry. Al escuchar el disco le pareció que de entre las fotos de Manuel Archain, ésa era la que más le parecía que tenía que ver; en cierta forma, la tapa es una representación visual según la versión de Juan a través de una foto de Manuel. Me parece una buena comprensión del disco, no es algo que yo haya pensado de antemano. Un periodista me decía que le hacía acordar a Alicia en el país de las maravillas, y hace un rato una amiga me manda un mail con el mensaje ‘suerte en el año del conejo’, y justo el disco se llama Luck (suerte) y tiene a un conejo en la tapa. Hay un montón de elementos que parecen danzar en armonía entre la música y el concepto del disco, es un montón de coincidencias felices”, señala Kabusacki entre risas.
-Esa armonía que se escucha y se nota, ¿la lográs desde una manera de trabajo intuitiva? ¿Establecés alguna premisa al momento de grabar?
-Es totalmente intuitiva, ese fluir se da gracias a que nada es forzado, solamente desde la elección de los músicos. Cada uno de ellos hace lo que le parece sin ningún tipo de interferencia de mi parte. De hecho, la única participación del productor fue la de llamarlo para hacer cosas puntuales. Yo no metí mano en nada, todos tuvimos la libertad de hacer lo que nos parecía en cada momento, y eso hace que Luck sea un disco muy fluido. Luego está el trabajo de edición, que fue muchísimo, de recorte y de emprolijamiento, pero lo que cada uno hizo no es un arreglo forzado ni obligado.
-Podría decirse que lo que se percibe en Luck es una afinidad espiritual entre las partes.
-La única coordinación tuvo que ver con saber en qué temas participaba quién y qué días venía a grabar, el resto -parece caótico decirlo así- fue súper organizado. Cada uno tuvo su espacio y a cada uno se le asignó un lugarcito, de manera tal que el disco se fue armando como una trama, a la vez que adquiría una forma muy orgánica. Si bien en Luck conviven un montón de estéticas y de estilos muy distintos, se da un entramado muy natural, cuando bien podría haber quedado una especie de híbrido. La única premisa fue la libertad. Yo sabía de antemano cómo entienden las cosas los músicos que participan, de una manera que coincide con la mía, pero al mismo tiempo todos me sorprendieron, cada vez que venía uno a grabar yo no lo podía creer. Las vocalistas, por ejemplo, son increíbles.
Luck se concibe desde Kabusacki pero a partir de la colaboración y participación estética de, entre muchos otros, Fernando Samalea, Javier Martínez, Paula Shocron, Alejandro Franov, Victoria Zotalis, Matías Mango. Ello como consecuencia de un recorrido musical que lo ha llevado a ser reconocido internacionalmente, con giras por Europa, Estados Unidos, Japón y Sudamérica. Actualmente, Kabusacki participa del proyecto Robert Fripp & The Orchestra of Crafty Guitarists, una agrupación de cincuenta guitarras acústicas bajo la dirección, de características sinfónicas, del venerable Fripp, además de integrar la banda de Francisco Bochatón, de Vértigo Colectivo, y de María Eva Albistur. Entre los tantos músicos con quienes ha grabado, figura también Charly García; de hecho, su último y accidentado disco –Kill Gil- lo ha tenido entre sus filas.
“Charly tiene tanta experiencia y años de trayectoria que, en general, todas las habladurías que se refieren deben ser ciertas. En la época de Serú Girán, el mismo David Lebón me contaba que era jodidísimo tocar con Charly, que era muy exigente y que le hacía tocar cosas dificilísimas, que le costaban muchísimo. Yo coincidí con Charly en una época donde me hizo muchas sugerencias, que sirvieron como disparadores; eran cosas del estilo: ‘A ver, empecemos con un sonido de guitarra tipo Jimmy Page, tipo Gilmour, tipo Harrison’, y a partir de ahí yo tenía total libertad para tocar lo que me parecía. En cuanto a las sesiones interminables sé que hay historias donde Charly despedía músicos que no aguantaban veinte horas grabando; en mi caso, si después de quince horas me daba sueño le decía que me iba a dormir y me iba. Pero mi historia también es distinta porque con él tengo una relación de amistad que va más allá de lo laboral.”
El cine siempre ha acompañado a Fernando Kabusacki. Además de musicalizar trabajos de Pablo Rodríguez Jáuregui, Julia Solomonoff y Lucía Cedrón, dirige y coordina la National Film Chamber Orchestra, con presentaciones en el Malba y en el programa Filmoteca, de canal 7. En Luck puede oírse la voz de William S. Hart, uno de los cowboys más famosos del primer cine, a partir de extractos del que resultaría su último film: Tumbleweeds (1925), allí “cuando él se despide de las películas”. “Es muy emotivo escuchar cómo habla, con qué cariño se refiere al cine. En cierta forma puse a William Hart por la manera con que resuenan la pasión y el amor.”
-En referencia a la National Film Chamber Orchestra, alguna vez te escuché decir que la partitura musical la aporta la misma película.
-Es que las películas son tan buenas que lo único que tenemos que hacer es acompañarlas. El cine es un lugar donde las fantasías son posibles y yo pienso que la música que se escucha, por lo menos, en los circuitos tradicionales se ha perdido mucho de esa fantasía, de ese juego. En las películas a veces se cuentan historias fantásticas pero en la música no, y para mí es algo que hay que rescatar: la fantasía, la ilusión, la magia. Es importante que eso esté en la música.
También en Rosario/12 (06/02/2011)
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