Postales de un mundo que ha caído
La epidemia
(The Crazies)
EE.UU./Emiratos Árabes, 2010. Dirección: Breck Eisner. Guión: Scott Kosar, Ray Wright. Fotografía: Maxime Alexandre. Música: Mark Isham. Montaje: Billy Fox. Intépretes: Timothy Olyphant, Radha Mitchell, Joe Anderson, Danielle Panabaker, Christie Lynn Smith, Brett Rickaby. Duración: 101 minutos.
Por Leandro Arteaga
Entre tantas películas parecidas entres sí, muchas de ellas remakes innecesarias, se sitúa La epidemia, y si bien remake ella también, oficia de manera honrosa ante su predecesora, a la vez que actualiza mismos temores y de buenas maneras.
Versión de The Crazies (1973), film de culto y B del gran George Romero (La noche de los muertos vivos, Creepshow), La epidemia se presenta como título apenas pensado y burdo respecto de la ambigüedad original; quizá como parte de una misma maldición, ya que el film de Romero (también productor ejecutivo de esta remake) hubo de ser editado en VHS en nuestro país como “Contaminator”, todo un delirio.
La artesanía del film original, circunscripta a la tematización usual de Romero en torno a los miedos sociales, la manipulación mediática, la falibilidad militar, es recreada en La epidemia desde consonancias temáticas pero ligadas, de manera conciente, a otro contexto, lo que permite leer la alerta descripta por tantos films similares en los años ’70 (Las colinas tienen ojos, de Wes Craven; El amanecer de los muertos, del propio Romero) como ratificación de una realidad cierta, todavía presente.
El comienzo mismo sitúa en llamas al pueblito ideal y norteamericano de Ogden Marsh. Desde el recurso del racconto el film explicará el desastre, a través de la elección inicial de una perfecta situación de desajuste: en medio del festivo inicio de la temporada de béisbol, el “borracho” del pueblo ingresa con un arma al campo de juego y obliga a la resolución inmediata del sheriff (Timothy Olyphant). A partir de allí, la asunción (anti)heroica del personaje, con una caída que se pronuncia cada vez más, como víctima de una gran conspiración que comienza a dejarse entender pero nunca ver. Los ojos que mejor y más observan, de hecho, serán los que inicien y cierren el relato.
La regla orgánica de toda película norteamericana obliga a la preservación de la especie. El bueno del sheriff tiene, como corresponde e irónicamente, a su “esposa modelo” (es doctora) embarazada. Pero luego de todo lo que el espectador podrá apreciar, difícilmente puedan atisbarse seguridades de procreación. Como si se tratase de una reacción en cadena en donde la primera pieza caída vuelve ya inevitable el derrumbe final.
Es por eso que, más allá de algunos golpes de efecto tontos y acordes con un cine de terror trillado (sustos musicales abruptos que no dicen ni aportan nada), La epidemia sabe estar a la altura espiritual de su film fuente: el sueño americano es una tontería y las víctimas son, en última instancia, sus principales defensores. Una situación similar a la que experimenta por estos días el personaje de Rick (Andrew Lincoln), también policía, en la serie televisiva The Walking Dead. Allí, toda la sociedad ya ha caído. Es entre sus restos de cocacolas sobrevivientes donde habrá de perpetuarse algo, aunque no se sepa muy bien qué.
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