miércoles, 29 de diciembre de 2010

Francia (2009, Israel A. Caetano)


Un cine complejo, resuelto de manera sencilla


Francia
Argentina, 2009. Dirección y guión: Israel Adrián Caetano. Fotografía: Julián Apezteguía. Montaje: Omar Ester. Música: Adrián Wiszogrod. Intérpretes: Natalia Oreiro, Milagros Caetano, Lautaro Delgado, Daniel Valenzuela, Mónica Ayos, Lola Berthet. Duración: 78 minutos.
Solo disponible en DVD


Por Leandro Arteaga

Como si se tratase de una película “chiquita”, de apenas 80 minutos, con un triángulo de personajes, sin decir demasiado de todos pero con lo justo y necesario como para decir aún más, Francia se exhibe como film que traza el recorrido cada vez mejor del realizador Israel Adrián Caetano.
Desde Pizza, birra, faso (1998, co-dirección de Bruno Stagnaro), hasta Francia, el cine de Caetano se despliega en una especie de bio-ritmo, sin entender puntos álgidos o alicaídos, sino como metáfora de un pulso vital, lleno de energía y de disfrute cinéfilo: Bolivia (2001), Un oso rojo (2002), Crónica de una fuga (2006), cortometrajes, y las incursiones televisivas mejores desde hace mucho tiempo: Tumberos (2002), Disputas (2003), Lo que el tiempo nos dejó (2010).
Francia es el lugar que nunca se visitará, espacio paradisíaco, de canto poético pero vedado. Construir entonces desde donde se está, con lo que se dispone, a partir de la mirada de una niña (Milagros Caetano), de mirada que se escinde y que se reúne entre padre y madre.
Hay una historia familiar que no se narra de manera explícita, pero bastan las referencias en clave, de gestos que se reiteran o de palabras que se dicen. Una parte de mentiras (Natalia Oreiro), otra parte de golpes (Lautaro Delgado). Los padres se han separado y entre medio Mariana, pero también Gloria, porque su nombre variará en función del ánimo, de acuerdo con las ganas de desmoronar y de reinventar el mundo que la circunda. Porque mejor será imaginar y escribir, más aún ante una escuela coordinada por deficientes mentales, capaces de las más extravagantes idioteces con las que intentar domar –y erradicar- las ganas de los niños. Bravuconería burocrática y sígnica monetaria, sus elementos pedagógicos.
Padre y madre revivirán bajo un mismo techo, otra vez intentar, pero con la excusa del piso en alquiler, camas separadas, y la hija que cuidad y querer. Para uno y otro lado se desprenden más historias, con más detalles pequeños que añadir, sin demasiado que declamar. Y una puesta en escena simple, de cara a un verosímil que se respira de modo cercano, muy veraz, con la cámara buscando el mejor lugar donde colarse y no ser vista.
El montaje es el arma mejor y brillante en el cine de Caetano, aquí pensado y resuelto desde planos secuencia que conjugan varias escenas, distintos planos, con una planificación puntillosa. En suma, un cine pensado desde la cercanía, sin desbordes, con una maestría que recuerda al Favio de El romance del Aniceto y la Francisca (1967) o El dependiente (1969).
Solo faltan las explicaciones que den cuenta –inverosímilmente, eso sí- de por qué a Francia debemos verla solo en DVD, habiendo sido privados de su disfrute en una sala comercial. Al cine se lo ve en el cine. Verdad que habrá que recordar y retrucar. Mientras tanto, es un segmento importante de público al que se está segregando cada vez más, con las debidas y honrosas excepciones que significan El Cairo, Arteón, Madre Cabrini, Cine Club.

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