domingo, 4 de julio de 2010

Inés de Oliveira Cézar: El recuento de los daños (2009) + entrevista


“La visión griega surgió como algo inevitable”


Filmada en Rosario, El recuento de los daños permite un acercamiento diferente, de marcas trágicas, sobre las consecuencias de la última dictadura militar.

Por Leandro Arteaga

El recuento de los daños es el cuarto film de la realizadora argentina Inés de Oliveira Cézar. También el tercero que conoce exhibición en el Festival de Cine de Berlín, en la sección Forum del Cine Joven. De manera acorde con su cinematografía, El recuento de los daños –que se proyecta en la sala de cine El Cairo- discurre desde el extrañamiento temporal, desde la provocación de una sensación rara, que desajusta, y que retoma al Edipo Rey de Sófocles en diálogo directo con nuestra historia más reciente.
“No pretendimos realizar una adaptación ni una versión libre de Edipo, sino que planteamos al film como una historia muy nuestra”, explica a Rosario/12 la realizadora. “Hay muchos actos previos que fueron generando que las cosas estén hoy como están, partimos de ahí. Y, la verdad, surgió todo de una manera bastante intuitiva. Por un lado, apareció la necesidad de hablar de un mundo laboral, que es el que tenemos ahora, y que también viene con su recuento de daños. Inmediatamente, surgió como boomerang el tema de la dictadura militar y de todo lo que eso nos dejó. La visión griega nos surge, a mí y a la guionista (Ana Inés Berard), como algo casi inevitable. No se trató de una especulación intelectual, sino que el tema convocó naturalmente la aparición de la tragedia.”

-Rosario aparece desde el extrañamiento, como si fuese un no-lugar.

-Sí, pero sin embargo no podía ser cualquier lugar. En la película puede ser cualquiera, pero para el rodaje tenía que ser Rosario. Porque era el único lugar que tenía esta cosa súper bucólica, con una costanera que por un lado te hiere con la belleza que tiene y a la vez también cuando ves esas fábricas flotando, con los barcos que cruzan. Hay belleza y a su vez presencia de lo fabril, de lo industrial. No había muchos lugares en la Argentina que nos ofrecieran esa posibilidad. Por otro lado, la presencia de un río que está muy bien mantenido, que no está venido abajo, que es bello, y que también tiene el contraste de ver lo industrial inserto allí, en un diálogo muy directo. Si bien la película no quiere citar un lugar particular, si no hubiera estado Rosario no sé dónde lo podríamos haber filmado. Nos tendríamos que haber ido a Montevideo y ni siquiera, porque tampoco tiene la cosa bucólica de Rosario.

-¿Qué miradas posibilitó la película desde un contexto diferente como el que supone el Festival de Berlín?

-Se armó un intercambio muy lindo con el público de allá, que es más numeroso. Por ejemplo, tenés salas de 600 personas que se llenan y la mitad del público se queda al debate. Es muy rico todo lo que sucede porque escuchás lo que a la gente le pasa, con cosas muy lúcidas. Lo que les divertía mucho era ver el distanciamiento de las actuaciones, decían que les parecía muy raro porque, si bien las entendían como muy fuertes, no dejaban de ser distantes. Me preguntaban cómo se me había ocurrido generar ese tipo de actuación, y yo les decía “Brecht”. Es decir, y de acuerdo con la propuesta brechtiana, que no es que no tengas que emocionarte con lo que ves, sino que lo que no querés es hacerle creer al público que eso es verdad. Partiendo de la idea de que es una ficción, te tomás toda la libertad como para poder abrir nuevas hipótesis a partir de un hecho que puede serlo –y en el caso de nuestra película lo es-. Pero sin pretender bajar una línea, sino abriendo la posibilidad de nuevos pensamientos respecto de lo que pasó. Eso sólo es posible si hacés algún procedimiento que te permita distanciar las cosas, porque si no estás opinando de una forma directa, con bajada de línea, y eso es algo que no permite una reflexión y una mirada crítica por parte del público.

-¿Qué te parece la sala de cine El Cairo?

-Estoy maravillada con el cine El Cairo y con todas las gestiones y cosas que se hacen en Rosario. En Buenos Aires no existe ningún lugar para cine independiente como el que existe en Rosario con El Cairo. Es un lujo, el cine es precioso. Es absolutamente increíble que te puedan dar películas sin la presión de que sean industriales, en un espacio tan bien preparado, donde te reciben con una proyección excelente, donde el cine es un lugar súper confortable y estéticamente increíble. En Buenos Aires, salvo el Malba, no tenemos una alternativa tan buena. En este momento, donde no hay dónde exhibir, que exista esto es un oasis. Realmente ya no me sorprende que Rosario me sorprenda con sus gestiones.

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