sábado, 27 de diciembre de 2008
Redbelt (2008), de David Mamet
La artesanía narrativa de Mamet
Cinta roja
(Redbelt)
EE.UU., 2008
Dirección y guión: David Mamet
Fotografía: Robert Elswit
Música: Stephen Endelman.
Montaje: Barbara Tulliver.
Intérpretes: Chiwetel Ejiofor, Alice Braga, Tim Allen, Joe Mantegna, Rodrigo Santoro, Bob Jennings.
Duración: 99 minutos.
Sólo en DVD
Los últimos films de David Mamet –escritor, dramaturgo, guionista y realizador- han conocido estreno sólo en DVD. Es una pena, pero la cantidad de estrenos comerciales no sólo se ha reducido paulatinamente, sino que su calidad está sujeta al interés consumista, palabra ambigua y, por ello, perversa.
Redbelt –que aquí conocemos como Cinta roja- nos devuelve a Mamet realizador, luego de Spartan (2003, aquí titulada Búsqueda desesperada), film de visión ineludible, por lo que significa en cuanto a construcción dramática y por sus implicancias ideológicas: hija de político secuestrada, trata de blancas, milicia heroica, pero, de repente, nada es lo que parece y todo pasa a ser su reverso: visión espejada que -agreguemos de paso- desnuda la hipocresía y fascismo de films temáticamente similares, tales como Búsqueda implacable (Taken, 2007, Pierre Morel) o Sentencia de muerte (Death Sentence, 2008, James Wan), donde se justifican todos y cada uno de los disparos letales de sus protagonistas.
Pero Mamet, maestro narrador que reconoce en Alfred Hitchcock uno de sus referentes, nos vuelve a situar con Redbelt en un callejón sin salida (aparente). Así como ya nos lo propusiera desde Casa de juegos (House of Games, 1987), la situación adquirirá, pausadamente, giros que obliguen al espectador y personaje a volver a pensar lo visto y vivido. En Redbelt asistimos a un pacto de complicidad entre estos dos elementos –el personaje y uno-, puestos en alerta desde el mismo inicio: la prestidigitación nos engañará para creer en lo que hemos visto, situación que, a partir de allí, impregnará todo lo que habrá de suceder.
El cinturón rojo al que el título alude es el más importante dentro de las artes marciales brasileñas conocidas como Jujitsu. Como ha señalado el mismo Mamet: “El jujitsu me intrigó no sólo como arte sino por el mundo que le rodea, la gente a la que atrae. La película es sobre toda esa gente que se entrecruza dentro de ese mundo.”
Y el escenario es Los Angeles, suelo que, por norteamericano, conjuga diversidad y ambigüedad. Dignidad y corrupción. Arte y comercio. Estafas y sinceridad. Dentro de este mundo se mueve Mike (Chiwetel Ejiofor), procurando establecer un nexo entre la prédica del arte marcial y su modo de vida. Hay un torneo de por medio. Hay un actor de cine admirado y decadente. Hay una esposa que reprocha la falta de dinero. Hay una abogada inestable que casi mata un policía. Hay una película sobre la guerra financiada por productores viles. Y hay mundo del espectáculo televisivo para que los contrincantes se golpeen hasta sangrar.
Pero allí cuando todo parece volverse irrespirable, cuando la falta de oxígeno nuble la vista, la respuesta aparece. Lo veraz, lo auténtico, tendrán su lugar, aún cuando nunca sepamos qué es lo que Mike va a decir al micrófono del estadio, aún cuando –estima uno- la situación misma sea una prestidigitación del realizador, capaz de hacer de la justicia dramática la mejor manera de intervención divina.
lunes, 22 de diciembre de 2008
Dibujar como los dioses (Entrevista a Eduardo Risso)
Eduardo Risso ha pisado suelo de historietas en Francia, Italia y EE.UU. Sus páginas dan la vuelta al mundo y varias de ellas, para nuestra buena fortuna, conocen una edición rosarina.
Hablar de historietas como Borderline y Yo, vampiro, fruto de la colaboración entre Carlos Trillo y Eduardo Risso para Italia durante los ’90, incomoda un poco a su dibujante. “Lo que pasa -señala Risso- es que por aquella época tenía que hacer unas cuarenta páginas por mes, acá el dólar no valía nada y había que hacer más cantidad para poder ganar lo mismo. Pero mal no nos fue, porque Yo, vampiro me la siguen pidiendo y ahora se editó, de nuevo, en Francia.”
Y también se edita en nuestra ciudad. Yo,vampiro es el nuevo título que ofrece el sello editorial Puro Comic –a la venta en librerías y locales especializados-, cuyo catálogo se completa con otras de las obras fundamentales del dibujante cordobés, ya adoptado como rosarino ilustre: la citada Borderline más la clásica Parque Chas, con guión de Ricardo Barreiro y publicada oportunamente en revista Fierro.
Pero volvamos. Trataré de ser lo más simple y certero. Eduardo Risso es uno de los dibujantes mejores y de mayor relieve en el panorama internacional. Está a punto de finalizar, con el escritor norteamericano Brian Azzarello, la serie negra 100 bullets, para el sello Vertigo de DC Comics. El último número –el #100- se va a presentar en la prestigiosa New York Comic Con de febrero. “Voy con la idea de que, además de estar en un evento en relación a 100 balas, estaré en lo que los americanos llaman el pasillo de los artistas, que consiste en un pasillo lleno de dibujantes que hacen su trabajo y lo venden.”
¿Cuántos premios ganaste?
-Varios… El Eisner cuatro veces, también me están por mandar otro Harvey, que gané por Cuentos de Terror (realizada junto con Carlos Trillo) como mejor edición extranjera.
También el Yellow Kid…
Sí, pero nunca me lo mandaron. Lo gané en el 2004. Los italianos son de terror, si no estás ahí… Todavía lo estoy esperando.
Dada tu experiencia, ¿qué diferencias hay entre los mercados americano y europeo?
-Son diferentes, en todos me he sentido bien. Pero el mercado americano te hace sentir mejor, porque tiene un dinamismo que no tienen los otros. Tenés un feedback permanente, no sólo con los editores, sino también con los lectores. Vos podés medir cómo va tu trabajo mensualmente, porque más allá de la venta hay todo un cuidado por parte de los editores, más el flujo de información que te llega de parte de los lectores, lo que le da otra perspectiva al trabajo. En cuanto al mercado francés, es la primera vez que voy a realizar un trabajo directamente por encargo, siempre les vendí cosas hechas. Pero sé que dan mucho tiempo, por ejemplo: para hacer un libro de sesenta páginas tenés un año. El editor te puede hacer correcciones pero el proceso es muy lento. En el mercado americano inmediatamente tenés lo que sucede con tu historia, que es lo que pasó con 100 balas. Te puedo asegurar que de parte de la editorial hicieron poco y nada por ayudar a que la serie se instale, fue más que nada el boca a boca, gracias a ese dinamismo que te decía, que ayudó a que la serie se instalara y prosperara.
¿Y en Italia?
-Con Borderline, por ejemplo, había que hacer toneladas de páginas. Hubo historias en las que inventamos, con Trillo, una editorial que publicaba historietas de un superhéroe dentro de la misma historia, entonces esas páginas las hacían otros dibujantes. Es una vorágine que no tiene nada que ver con lo que uno pretende hacer. Si uno busca no ensuciar este arte, no podés meterte en esa fábrica de chorizos porque nada bueno va a salir. Llegó un momento en donde dije “esto no me sirve” y me fui. Fue exactamente lo mismo que me pasó en Editorial Columba, donde me venía preguntando por qué se habían ido tipos como Horacio Altuna o José Muñoz. Es entonces cuando hay que buscar a alguien que valore mejor tu trabajo. Cuando llegué al mercado americano, tuve la suerte de empezar en Dark Horse con la adaptación de la película Alien: Resurrection. No fue nada fácil ese pasaje de Italia a EEUU, así como tampoco dentro de EEUU.
Y ahora tenés exclusividad con DC Comics, ¿por cuánto tiempo?
-Por tres años.
¿Los proyectos los podés impulsar vos?
-Sí, de hecho ahora quiero hacer algo en superhéroes. Habíamos hablado con Azzarello de hacer algo con el Joker (el Guasón), me gusta ese personaje. Después de que hicimos Batman (Broken City) pensamos en hacerlo, pero no sé, lo tengo que hablar.
¿Cómo surge el proyecto editorial local?
-Básicamente surgió después del quiebre del 2001. Se abarataron los costos y se había caído la posibilidad de entrada del exterior. Hablando con Daniel Galliano, que es un tipo que venía con muchas ganas de hacerlo, lo encaramos juntos, él es quien oficia de editor. Comenzamos con un capital inicial que ayudara al primer libro, para con el primero pagar un segundo, y así sucesivamente. Es un sello que no demanda demasiado, pero tampoco hace que la rueda sea muy ágil. El problema está en que los recursos están dando vueltas demasiado tiempo y cuando vuelve lo que necesitamos se nos hace tarde. El tema inflacionario hace que lo que vos pensás hoy, seis meses después se diluya totalmente. Por ejemplo, hace mucho que quiero sacar Los misterios de la luna roja (también con Trillo) a color. Hace más de un año que lo queremos hacer pero no hay forma, no dan los costos.
¿Cuál es el proyecto para Francia?
-No tiene título, pero tiene que ver con el cadáver de Eva Perón. Los franceses están muy ansiosos. En realidad, el editor quería que Trillo le escribiera una historia sobre Héctor Oesterheld, pero por pudor y respeto no quiso hacerlo. Trillo en Francia está muy bien conceptuado y a mí, dentro de todo, me valoran bastante. Como va a ser un proyecto para hacer con tiempo, quiero ver si me animo a hacer color, pero me tengo que sentar con las páginas delante para ver qué clima le doy.
Ver nota en Rosario/12 (21/12/08):
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-16548-2008-12-21.html
sábado, 20 de diciembre de 2008
El niño con el pijama de rayas
El niño con el pijama de rayas
(The Boy in the Striped Pajamas)
EE.UU/Inglaterra, 2008
Dirección y guión: Mark Herman.
Basada en el libro de John Boyne.
Fotografía: Benoît Delhomme.
Montaje: Michael Ellis.
Música: James Horner.
Intérpretes: David Thewlis, Asa Butterfield, Jack Scanlon, Vera Farmiga, Cara Horgan, Richard Johnson.
Duración: 94 minutos.
Como si se tratase de un espejo y su imagen de misterio, tan parecida y a la vez distinta, motivo de desvelo poético, de imaginerías cuando niños. Más lo que supone intentar un cruce, y adentrarnos en otra manera de ver y entender.
Porque cuando los niños se miran y sus ojos se espejan, el alambrado que los separa funciona de modo simétrico: niño rico/niño pobre, feliz/triste, saludable/enfermo. Pero hay rasgos iguales, que comparten y los hermanan: ingenuidad, desamparo, incomprensión.
Cuando en el film los niños se encuentran, brillan y son parte de un mismo secreto. A espaldas de los padres en un caso, escondido de la mirada de los soldados en el otro. Pero el brillo, por momentos, se apaga. Cada vez más. El alambrado no puede ser utilizado como valla a superar por el juego de pelota. La pelota debe esconderse. También el alimento a compartir.
El mundo adulto, oscuro y tenebroso, no presenta otro sentido más que el que los mismos chicos puedan encontrar: como si se tratase de un juego, como si el traje de condena de uno fuese un pijama de rayas.
Todo ello, para entendernos, tiene lugar en un rincón apartado, micromundo del campo de concentración de Auschwitz, nombre que, merced a la capacidad lúdica, se convertirá en “Out-With”. Para Bruno estas personas que descubre desde las rendijas de su ventana se parecen a granjeros. De hecho, la propuesta de papá (David Thewlis), oficial alemán con carrera en ascenso, fue la de mudarse “al campo”.
Allí entonces, Bruno intentará, con sus 8 años, volverse ese “explorador” con el que sueña en sus libros de aventuras, prohibidos por el tutor escolar y su prédica de la “realidad”. Los judíos son todos malignos, indica al pequeño, mientras Bruno va perdiendo, de a poco, el sostén y la confianza hacia el mundo adulto que le espera. No puede, tampoco quiere, pensar que Shmuel, su nuevo amigo –el único del que dispone-, sea malvado. No entiende cómo podría serlo.
El niño con el pijama de rayas expone, también, la brusquedad de un orden único, que silencia las voces que se oponen, más el retrato de lo inevitable que resultaba conocer lo que sucedía en la Alemania nazi. Es lo que ocurrirá con la madre de Bruno (Vera Farmiga), esposa de orgullo hacia un marido de éxito, luego presa del horror que significa el humo oscuro que mancha el cielo, mientras hiere el aire que ella huele y respira.
El film está basado en el libro del escritor irlandés John Boyne, que ha vendido más de cuatro millones de copias en todo el mundo. La traslación al cine ha contado con el apoyo de Disney/Miramax, y la dirección es obra de Mark Herman, responsable también del recordado film Tocando el viento (1996), donde un grupo de mineros ingleses (Pete Postlethwaite y Ewan McGregor, entre otros) veían peligrar su trabajo junto con la banda musical que integraban.
viernes, 19 de diciembre de 2008
Oda a Corto Maltés
Los datos acerca de su pasado son escasos. Casi prófugos. Los retazos indican que sus padres fueron una gitana de Sevilla y un marinero inglés. El escenario para el encuentro: la isla de Malta. El nacimiento: un presunto 10 de julio de 1887.
Su nombre es Corto Maltés y su destino, lejos de familias o patrias contenedoras, siempre se situó en un puerto próximo.
La línea de suerte de su mano izquierda, producto de una cuchilla filosa, es obra suya.
Acompaña sus pantalones blancos y anchos con una chaqueta corta de botones dorados. De su gorra marina asoman patillas y un pequeño aro que cuelga del lóbulo izquierdo. Suele andar descalzo. Y si no sostiene con sus labios un cigarrillo largo, es porque los utiliza para probar las delicias de los vinos locales o el néctar de bocas femeninas.
Tal vez se deba a "la niña de Gibraltar", su madre gitana, pero Corto no cae preso del hechizo del amor. Antes prefiere vivir. Y las brujas, que existen, deciden respetarlo (mientras que en secreto, claro, lo desean).
El profesor Steiner -viejo, filósofo, algo ebrio- supo decirle: "Estoy seguro de que usted, durante las tardes de otoño, se sienta en un banco del parque a soñar".
Pero Corto es reservado. E intuitivo. Su silencio atesora las respuestas.
Aquellas que no dejan de comprometerlo con la Aventura. Con mayúscula.
Porque el maltés es romántico, y confraterniza con las Causas Justas, también con mayúsculas.
En Manchuria conoció a Jack London. En la Patagonia a Butch Cassidy y a Sundance Kid. A bordo del británico Bostonian defendió a un entonces desconocido John Reed -futuro dirigente de la Internacional Comunista-. El proceso legal le costó caro. Y se volvió pirata.
Gracias a ello, el propio Océano Pacífico le dedicará su cariño. Casi como si su vientre fuera el responsable de darle la vida a un naúfrago maniatado.
Las estrofas que componen la balada de este mar salado serán el primer contacto entre el maltés y el lector. Rasputín, Caín, Pandora (oh, bijou!), y un Monje misterioso lo acompañaron en la travesía.
Corto Maltés es también amigo de los cangaçeiros, de la independencia de Irlanda, y de Cush el Guerrero. Huye de Venecia para no ser dependiente de su belleza, mientras baila tango con prostitutas, combate al franquismo, detesta las medallas de honor, y persigue el continente perdido de Mú.
Su mirada lo delata. Los sueños no tienen tiempo ni fronteras.
Corto Maltés, amigo de la vida, alguna vez nos dijiste ser “poco serio para dar consejos, pero demasiado serio como para recibirlos”.
Te llevamos dentro nuestro. Para siempre.
Hugo Pratt, acerca de Corto Maltés
Es mágico cuando estoy solo con él, cuando comienzo a dibujarle y a verle aparecer. Comienzo casi siempre por los ojos porque son el centro de la cabeza, porque me dan la dimensión del resto y, además, porque me miran. Nace, aparece y me dice: “Míranos otra vez juntos, ¿qué hacemos, ahora?”. El juego entre nosotros dos comienza. Diría que es un juego entre amigos, como una partida de póker, no sabe qué preparo y no sabe las cartas que tengo en la mano. En general, siempre es él quien gana la partida; es un jugador profesional y juega bien; es un buen amigo y no quiero jugarle una mala partida.
Pero necesito igualmente ser independiente y no puedo estar unido a Corto Maltés. Tengo algunas veces necesidad de estar lejos de mis mejores amigos o de la mujer que amo, y de separarme también de Corto. Hay períodos de tiempo en los que no nos vemos, como hay también momentos precisos para encontrarnos. Porque no puedes dejarle fuera de juego durante largo tiempo, es necesario hacerle venir en el buen momento.
Por último
Todavía, habrá que señalarlo, se encuentra en librerías de saldo el ejemplar de la Biblioteca Clarín de la Historieta dedicado a Corto Maltés. Allí figuran “La balada del mar salado” (1967) y “Tango... y todo a media luz” (1985), dos de las historias que protagoniza el personaje delineado por Hugo Pratt (1927-1995).
Habrá también que recordar que su compra es inevitable, amigo lector.
sábado, 13 de diciembre de 2008
La elegida (Elegy), de Isabel Coixet
La elegida
(Elegy)
EE.UU., 2008
Dirección: Isabel Coixet.
Guión: Nicholas Meyer, a partir del libro de Philip Roth.
Fotografía: Jean-Claude Larrieu.
Montaje: Amy E. Duddleston.
Intérpretes: Ben Kingsley, Penélope Cruz, Dennis Hopper, Patricia Clarkson, Peter Sarsgaard.
Duración: 113 minutos.
Elijo como situación, como punto de partida, aquél movimiento de cámara que nos lleva hacia la figura del Profesor David Kepesh (Ben Kingsley), de espaldas, mirando desde su ventana, solitario, más las voces que atraviesan su pensar y lo sitúan en un enclave. La edad se le ha venido encima. El paso del tiempo, parece ser, es ahora más palpable.
Elijo también el nombre que David escribe en el pizarrón de su aula: Roland Barthes. La obra es resultado –nos explica el profesor- de las lecturas que realizamos. El mismo libro, leído en momentos distantes, será diferente. Porque quien cambia es uno, y con uno también la obra.
Entonces pienso lo expuesto respecto del mismo film. Porque lo que veo y pienso es consecuencia de este momento único, ya luego para siempre diferente. Y tengo la sensación de que mientras esto me ocurre también me sobreviene la certeza y necesidad de poder volver una y otra vez a la misma película, donde reencontrarme con lo que ahora me sucede, más diferentes y nuevas circunstancias, todas pasibles de darse cita en el mismo lienzo de pantalla donde se inscribe La elegida.
Como si se tratara, también, de un mismo film que se desprende en sucesivas páginas, con títulos distintos pero mismas temáticas; La elegida es, a la vez, las otras películas de Isabel Coixet, su realizadora: Mi vida sin mí (2003), La vida secreta de las palabras (2005), o el segmento que le correspondiera en films corales como Paris je t’aime (2006) e Invisibles (2007).
El romance que inicia David con su alumna (Penélope Cruz) será puntal de algo más profundo, más verdadero y misterioso. Porque, tal como decíamos, el tiempo pasa, pero lo que lo acompaña y define es nuestra percepción. Percepción que se altera y modifica, que merced a situaciones posibles –habitualmente negadas- pierde consistencia y nos obliga a redefinirnos, a volver a pensarnos.
El amor es, sin dudas, una de estas posibilidades. Nada se parece a lo habitual cuando nos ocurre. Nada se parece a lo habitual cuando una mala noticia golpea la puerta. Todo se trastoca y desnuda en su ligereza. Y uno no sabe cómo, pero lo cierto es que así es, todo ello convive en la sensibilidad del film de Isabel Coixet, basado aquí en el libro El animal moribundo, de Philip Roth.
Cuáles misterios son los que permiten a la realizadora tal sencillez, tanta ternura, quedarán como interrogantes que nos siguen movilizando hacia su cine. Así como le ocurre a David, atrapado por la mirada de la pintura que admira, maja vestida que quiere desnudar, mirada que le perturba y que trata de desentrañar.
Descorrer este velo es uno de los propósitos –estimo- del film. Desnudar esa esencia que hará que el vínculo creado entre los amantes sea mayor que cualquier otra cosa, para situarlos, por fin y para siempre, en una esfera temporal diferente y única.
miércoles, 10 de diciembre de 2008
El Eternauta: La resistencia (entrevista a Carlos Barocelli)
El Eternauta y su aventura sin fin
El dibujante rosarino Carlos Barocelli, junto con el gran Solano López, es el responsable de dar luz gráfica a una nueva versión de El Eternauta. Aquí los adelantos, las viñetas y algunos globitos de diálogo.
“Un crujido en la silla del otro lado del escritorio. Alcé los ojos y ahí estaba, otra vez. El Eternauta, mirándome con esos ojos que habían visto tanto.”
Así comenzaba Héctor Oesterheld la continuación de su historieta más famosa. Tal como leen, toda una rareza. La primera continuación de la historieta dibujada por Solano López entre 1957 y 1959 tuvo lugar en el número 6 de la revista El Eternauta, de abril de 1962. Publicación efímera que bajo el mando de Editorial Ramírez continuara la peripecia narrativa de Oesterheld, luego de la quiebra de editorial Frontera, donde el guionista popularizara, además de El Eternauta, historietas hoy fundamentales como Ernie Pike, Sherlock Time y Ticonderoga.
Este Eternauta no sólo resultó ser una continuación inconclusa, sino que nada tiene que ver con la remake que posteriormente Oesterheld realizara para el dibujo de Alberto Breccia en 1969 (en revista Gente), ni con la continuación de 1976 titulada El Eternauta II -de nuevo con Solano López y para revista Skorpio-.
Esta continuación -sólo literaria- fue desempolvada por Juan Sasturain y Editorial Colihue en un librito editado en 1995, que la recopila junto con otros relatos cortos. Hasta que ocurrió lo que debía, y la versión en historieta fue obligada.
Todavía quedan unos meses de espera, pero faltan sólo pocas páginas para que El Eternauta: La resistencia vea la luz. Será un tomo único, con más de noventa páginas. Lo editará Javier Doeyo. Lo supervisa el mismísimo Solano López junto con el escritor Jorge Morhain. Y dibuja, admirablemente, Carlos Barocelli.
“Cuando gané en el concurso Iberoamericano de Cómics de 2003, donde presenté una historieta de guerra con guión de Víctor Gaite, el juez había sido Solano López. Solano se acordó de mi trabajo, de lo que había visto y, hace casi dos años atrás, me llamó para ver si quería hacer El Eternauta. Le dije que sí, obviamente. Me pidió una prueba y me aceptó. El proyecto estuvo parado durante bastante tiempo por el tema de los derechos entre Solano y los Oesterheld, hasta el año pasado que finalmente arrancamos”, me cuenta Barocelli mientras hojeo –café de por medio- las páginas dibujadas.
El formato es apaisado (así como en las Hora Cero) y los dibujos en blanco y negro. Me llama la atención el trazo, con un estilo que remite a la grafía característica de Solano a través de encuadres de evidente gusto cinematográfico. “Lo de los encuadres es obra de Marcelo Frusin [otro talentoso dibujante rosarino]. Yo fui muchos años alumno suyo, y se me pegó bastante su estilo de encuadre, de poner la cámara. Me encanta jugar con eso para evitar la monotonía. Si pudiera pondría una cámara dentro del lápiz”, reconoce el dibujante.
En cuanto a la reminiscencia gráfica de Solano explica que “en los primeros momentos me iba a basar en Daniel Craig [el actual James Bond] para hacer el rostro de Juan Salvo, pero viene Solano a mi casa, un día, y me dice “sí, está bien, pero tiene los ojos muy fríos”. Y es verdad. Me costó darme cuenta de lo que me quería decir. Entonces digo, “bueno, vamos a humanizar la mirada”, vuelvo a enviarle otras pruebas y me dice: “sí, Carlos, están muy buenos los encuadres, pero fijate que en El Eternauta los personajes sufren mucho, yo quiero que se note ese sufrimiento humano”. Jamás lo había visto por ese lado, jamás un maestro de dibujo me había dicho algo así. Empecé entonces a dibujar los rostros originales de Solano, con mis propios encuadres, pero respetando los personajes que había hecho él, como Juan Salvo, Favalli y los Manos.”
Una de las viñetas asevera que la nevada mortal también alcanzó a Rosario. Carlos se entusiasma mientras me señala el detalle de un soldado caído. “Como soy modelista, me encanta buscar bibliografía. Me miré todas las películas de la época. Este casco es suizo –me indica en el dibujo-, en El Eternauta original el casco era alemán, que era el que tenía el ejército argentino. Después de la revolución libertadora se cambió el uniforme.”
Miro estudios sobre personajes, en aguada, desde diferentes ángulos. Carlos me confiesa que le hubiese gustado trabajar el color pero, de todas maneras, coincidimos en que el blanco y negro sigue siendo el hábitat ideal para el personaje.
¿Qué te significa, en particular, este trabajo?
-El Eternauta es, para todo dibujante, el súmmum. Cuando me llamó Solano no lo podía creer. Cuando entregué las páginas de prueba me iba de luna de miel. Estaba todos los días en el hotel de Bariloche, viendo si recibía un mail de Solano que dijera “bueno, Carlos, me gustó”. No se lo quería, ni podía, decir a nadie. En los foros se empezó a hablar acerca de quién era el dibujante… Hasta que se confirmó y comenzamos a trabajar.
¿Tenés otros trabajos de por medio?
-Ahora tengo un trabajo para Inglaterra y otro para Kapelusz. Estoy ilustrando libros para Pearson Education, que enseñan idioma inglés en el mundo a través de películas. Para Kapelusz ilustré dos de sus libros de Antologías, uno de ellos sobre la Guerra de Troya, que me encantó hacerlo.
La presentación de El Eternauta: La resistencia será en la Feria del Libro de Buenos Aires del año próximo. “Las páginas las estoy terminando en diciembre, sólo restan diez. Luego me pasaré el verano pasándolas a tinta, no tendré vacaciones. Apunto a que sea el mejor laburo de mi vida, porque se va a ver en todos lados.”
Y a pedido del dibujante, un reconocimiento a Gary Vila Ortiz: “Yo tenía 23 o 24 años, intentaba ser dibujante. Gary me llama un día y me dice que va a editar una revista del Sindicato de Prensa –Papeles-, que se va a repartir gratuitamente para todos los periodistas de Rosario, y si me interesaba. Fue el mejor laburo de mi vida porque fue el primero.”
Ver nota en Rosario/12 (7/12/08):
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/rosario/12-16366-2008-12-07.html
Wolverine Annual 2007
El placer de una buena historia
La canción de la muerte de J. Patrick Smitty
Wolverine Annual 2007, Marvel Comics
Guión: Gregg Hurwitz
Dibujo: Marcelo Frusin.
En español en Lobezno vol. 4, #29, Editorial Panini (04/2007)
En buena hora. Editorial Panini nos permite leer en español uno de los últimos trabajos de Marcelo Frusin para EE.UU. Se trata de Wolverine Annual #1, que Panini publica en su título Lobezno # 29, junto también con el # 56 (vol. 3) de la colección regular (obra de Jason Aaron y Howard Chaykin). Y me animo a decir que, juntos ambos números, funcionan de maravilla.
Porque se trata de dos miradas particulares sobre el personaje más famoso de los X-Men. Y si bien el capítulo del gran Chaykin remite a la continuidad de la serie, no por ello evita al lector primerizo poder adentrarse de una manera salvaje al espíritu del mutante canadiense. Pero volvamos al comic que nos importa.
El anual de la dupla Hurwitz/Frusin es una de esas historias que dicen todo y nos dejan con ganas. Porque es un comic capaz de capturar en algo más de 30 páginas el espíritu que corroe a Wolverine, apresado entre su bestia interna y sus sentimientos negados -mismo carril que el escritor Chris Claremont haría caminar al personaje desde aquellos lejanos años ’70-. Y porque, a la vez, el anual en cuestión nos permite un inicio lector para cualquiera que sea ajeno al personaje y su serie.
El relato está estructurado desde el punto de vista de una de las víctimas de Wolverine. La utilización de la primera persona nos remite, también, un aura de serie negra (lo que no es de extrañar, dada la carrera literaria de Gregg Hurwitz). Es decir, comenzamos con alguien que se encuentra, desde el vamos, ya perdido. Asistiremos, entonces, al racconto de sus desdichas y a la búsqueda, tal como podrá también verse, de su redención.
Todo ello desde la ambigüedad que supone la historia. Porque cuando nos enteremos del porqué del conflicto interno y de la muerte inminente, más la razón por la que Wolverine persigue sin descanso, uno por uno, a los criminales, el planteo pierde maniqueísmo. Wolverine, aquí, vuelve a ser el antihéroe que celebramos. Basta observar cómo el niño atemorizado (criminal del presente) escucha los gritos de sus padres desde el lecho, mientras sobre él pende el póster de Hulk, parábola del monstruo en ciernes. Toda una síntesis, a su vez, del universo Marvel. Logro dual y feliz entre dibujo y guión.
Desde la voz de este condenado, seremos testigos de saltos narrativos que enhebran un rompecabezas personal, pero que dibujan, también, el perfil del más irascible de los mutantes-X, dibujado aquí con rasgos cercanos a los de su encarnación cinematográfica (Hugh Jackman). La narrativa gráfica de Frusin es admirable. No sólo desde la calidad del dibujo y sus encuadres (más el color también de su autoría), sino desde la funcionalidad de ellos en el relato. Detenerse en la distribución de las viñetas en las páginas supone un placer extra. Más la anécdota (cierta, les juro) que supone la sustitución del tradicional cigarro de Wolverine por un par de lentes de sol (capricho tanto editorial como terminal de Joe Quesada para todos los personajes de la casa Marvel). Si leen el comic, busquen en los encuadres y verán el porqué. Dato que sé, así es, por el mismo dibujante, entre veladas plenas de amistad, cine, historietas y muzarella.
Marcelo, un abrazo y felicitaciones.
sábado, 6 de diciembre de 2008
Max Payne: Un héroe con pocos amigos
Max Payne
EE.UU./Canadá, 2008
Dirección: John Moore.
Guión: Beau Thorne.
Fotografía: Jonathan Sela.
Montaje: Dan Zimmerman.
Música: Marco Beltrami, Buck Sanders.
Intérpretes: Mark Wahlberg, Mila Kunis, Beau Bridges, Ludacris, Chris O’Donnell, Olga Kurylenko.
Duración: 100 minutos.
Las referencias inmediatas para acercarse a ver Max Payne no pueden ser más desalentadoras: basada en un video-game, con título de héroe contundente, armas por doquier, más el agregado del “dolor” (payne) en el mismo rótulo. Sin embargo…
No todo es tan terrible. Porque la película, al menos, no está mal. Lo que es decir mucho, dado el legado de films de índole semejante. El policía Max Payne –aún cuando recorra los lugares comunes como personaje- se encuentra más cercano a un tipo malogrado, cargado de resentimiento (el rostro siempre ceñudo), capaz de recibir tanto golpes como balas. La invulnerabilidad no es, justamente, su característica.
En todo caso, el rasgo imbatible viene dado por la contraparte, por el proyecto de construcción científica, vía suero-adictivo, de súper soldados que pierdan el miedo a la batalla. Para tales fines se han embarcado corporaciones de la medicina junto con el mismo gobierno, mientras los soldados, títeres que sufren delirios de persecuciones apocalípticas, se encuentran en un callejón sin salida.
Tenemos entonces, aún en el caso de un film poco destinado al recuerdo como éste, una mirada, por lo menos, inteligente y acorde con tramas que nos recuerdan –que se me permita la referencia, por favor- la mismísima El embajador del miedo (si no la original, por lo menos su remake, con Denzel Washington). Lo que no deja de ser, a su vez, el reverso de la historia del popular Capitán América, soldado súper fuerte producto de similares experimentos.
En Max Payne, justamente, el proyecto no sale como se esperaba. Los soldados terminan locos y adictos. La tortura, comandada por uno de ellos, el más poderoso, es divertimento sádico. La operación destinada a silenciarlo culminará por anudarse con la historia oscura del propio policía. Más el hallazgo que supone la plasmación de las visiones aludidas, ausentes en el video-juego: seres alados y oscuros, sombras que detallan pesadillas y auguran un cataclismo final. Todos elementos que permitirán al film obtener una estética no necesariamente ligada al frenesí de los video-games, sino más emparentada con las historietas.
En Max Payne asistimos a encuadres que emulan viñetas de comic. Con una tonalidad que rememora la utilizada por un film hoy de culto, y también basado en un comic, como El cuervo (1994). Responsabilidad que le cabe al fotógrafo Jonathan Sela, también a cargo de dicha tarea en la reciente The Midnight Meat Train, a partir del relato escalofriante de Clive Barker.
En suma, Max Payne permite un disfrute que nuestras intenciones primeras no garantizaban. Más la vuelta a la pantalla de Beau Bridges, en plena forma, con mucho más carisma que el que exhibe el fallido Chris O’Donnell, el otrora Robin de aquellas espantosas Batman Forever y Batman y Robin.
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