Preguntas para (des)armar
Murales, del rosarino Francisco Matiozzi, se estrena
en el Bafici. Una memoria fragmentada en una película que se desdobla y
reunifica.
Por Leandro Arteaga
“Cuando
uno está filmando, editando, al momento del estreno se lo ve muy lejos, y
cuando llega es como que no lo podés creer, es impresionante; por otro lado es
un alivio”, se confiesa Francisco Matiozzi Molinas sobre Murales. El principio de las cosas, su película más reciente, con
estreno en Bafici el martes pasado. Murales
tendrá hoy su última función en el festival de cine independiente de Buenos
Aires, dentro de la sección “Panorama/Personas y Personajes”.
Murales es un (auto)retrato
sentido, de caminos que ramifican, a partir de preguntas que el mismo cineasta
se hace, en virtud de una memoria que replica de manera social. Por eso, lo que
comenta es significativo: “Al final de la proyección
hubo preguntas, estuvo lindo, vino mi vieja, que es una de las protagonistas de
la película, y también parte de mi familia. Verme ahí, en la pantalla…, es un
personaje que está ahí, pero es una parte de mí.”
Matiozzi
se sitúa frente a la cámara a partir de la pregunta por su tío, Francisco Molinas,
desaparecido durante la última dictadura militar, para desarmar el devenir dramático
en historias paralelas: la búsqueda de un departamento, el entrenamiento para
el cruce del Paraná, el documental sobre el colectivo de ex-presos políticos
que pinta murales. Como grietas, se cuelan detalles: dónde fue la bomba que
explotó en una plaza de zona sur, cuáles los murales pintados, cuáles los
borrados, entrevistas sobre lo presuntamente filmado (Murales dice sobre sí como si ya hubiese sido hecha, mientras se
proyecta), amén de testimonios sobre los años de dictadura y supervivencia, en
confidencia y en juicio por crímenes de lesa humanidad.
“Es
una historia familiar y de la memoria que por lo menos tengo de mi familia, de
mi tío, de mi nombre. Es una historia que fui construyendo a medida que crecía,
de hecho cada vez me voy enterando de algunas cosas más, de mi familia, de mi
apellido y mi apellido materno, Molinas, a tal punto que en ciertos momentos,
en la película, me pongo en cuestión y utilizo el segundo apellido. Es un
cambio bastante intenso, fuerte. El cine tiene eso, permite esa forma de contar,
o por lo menos yo traté de contarlo así, y de poner el corazón ahí, el corazón
cinematográfico”, dice el director.
El
“desdoblamiento” tiene un referente fuerte en Los rubios, de Albertina Carri. Una partición que exprime los
recursos expresivos del medio y perturba al espectador. Ahora bien, al momento
de recrearse, ¿qué es lo que pasa por la cabeza del director y protagonista? “Mientras
escribía, pensaba en cómo reflejar lo que realmente estaba escribiendo, sobre
todo porque tengo una forma de trabajar en donde aparece la improvisación. Por
otro lado, soy un obsesivo del encuadre, del lugar, de la acción y los
personajes, y si bien es un documental, la línea se borra un poco y aparece la
ficción. Fue agotador estar de un lado y otro.”
El
desenlace es contundente, como un grito que remueve y sacude. “A Murales lo fui dimensionando en forma
fragmentada, mientras escribía las escenas pensaba en el final, en que no iba a
ser tan violento. Durante el rodaje, es muy fuerte lo que me dice el profesor
de natación. Al momento de montarlo, me pasó que durante algunas semanas no
pude seguir, debido a un montón de cosas, un poco por angustia y por desorden
interno, pero también porque es sobre mi tío, sobre mi nombre, sobre este tío
que se llama como yo, sobre qué lugar ocupo en esta historia, en la película y
por fuera de ella. Es un ida y vuelta eterno, pero bueno, la pude terminar. Pero
en realidad recién empieza, por eso el título: El principio de las cosas.”
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