martes, 12 de marzo de 2013

Villegas (2012, Gonzalo Tobal)


Recuerdos odiosos y cariñosos

 
Por Leandro Arteaga
Vale destacar que Villegas tuvo su momento de exhibición en el marco de la última edición de Bafici Rosario, organizado por Calanda Producciones. No sólo por lo que significa la presencia de la película, sino también por la de su realizador, Gonzalo Tobal, quien en mesa de diálogo con el público hubo de compartir experiencias junto a otros realizadores de cine “independiente” (un mote, se sabe, que genera hoy más discrepancia que acuerdo). Es un dato de relieve, porque junto con Mauro Andrizzi, Maximiliano Schonfeld y Luis Ortega –cuyas películas bien vendrían también a la propuesta de la cartelera comercial-, Tobal hubo de exponer su parecer, problemas y búsquedas cinematográficas, desde una modalidad de actividad –la de mesa redonda- casi inédita para el quehacer audiovisual local.
Precedida por premios en Bafici 2012 y de un recorrido internacional, Villegas es título así como locación para la ópera prima de su realizador. Desde lo inmediato, distinguir argumentalmente que se trata de dos primos (Lamothe y Bigliardi) que deciden volver al pueblo a raíz del fallecimiento del abuelo. Primero, entonces, la gran ciudad, Buenos Aires y sus ritmos; luego, la road-movie de paisajes cambiantes, que ralentiza de a poco la aceleración inicial; finalmente, la llegada a Villegas, el reencuentro con familiares, y la propia historia de los personajes que entra en crisis, de cara a un conflicto que tendrá desenlace pero que, sobre todo, posibilitará puntos suspensivos.
Para llegar a tal instancia, cada una de las secuencias contiene momentos de tensión, que se conectarán hacia un rumbo imprevisible. Presentes, por ejemplo, en las maneras de vestir y hablar de los dos primos, en el viaje y sus paradas –plenas de recuerdos cariñosos u odiosos-, en las frases que esconden alguna broma y, en ellas a su vez, alguna bronca que parece no tardar en estallar para poder, así, calmarse. Un vaivén emocional que tendrá conexión de esencia con lo que cifra la palabra Villegas, sea como ciudad, sea como prócer a quien debe su nombre, sea como escenario donde las decisiones habrán de ser tomadas porque es allí, justamente, hacia donde todo remite.
Así las cosas, el fallecimiento del abuelo pude ser oportunidad de reencuentro, pero también camino inevitable; Villegas reclama a los primos y éstos, quiéranlo o no, deben volver. Por eso, la travesía es en automóvil pero también interna, como máquina del tiempo que los devuelve a un mundo de gestos y de complicidades. Ir a Villegas, en este sentido, también significa volver de Villegas. Cualquiera sea la resolución, no habrá por ello de eludirse que hay algo más, que hay mucho más, que a los protagonistas les acompañará siempre.

Villegas
Argentina/Holanda/Francia, 2012. Dirección y guión: Gonzalo Tobal. Fotografía: Lucas Gaynor. Música: Nacho Rodríguez Baiguera. Montaje: Delfina Castagnino. Intérpretes: Esteban Lamothe, Esteban Bigliardi, Mauricio Minetti, Paula Carruega, Lucía Cavallotti. Duración: 99 minutos. 
Salas: Village. 
7 (siete) puntos

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