lunes, 25 de marzo de 2013

El árbol de la muralla (2012, Tomás Lipgot)


La construcción de la memoria


Por Leandro Arteaga

Una de las muchas ilustraciones de las que se compone el imperdible MetaMaus, de Art Spiegelman (sobre su historieta maestra, la única capaz –según Serge Daney- de hacer lo que ninguna película logró: retratar el horror), se titula “El pasado se cierne sobre el futuro”. Una litografía donde padre e hijo ratones –convención gráfica para emular los judíos- juegan en el living, con un muñeco de Mickey Mouse, trencito, televisor, mientras un gatito descansa sobre el sillón y unas sombras enormes de ratones ahorcados son proyectadas sobre la pared de fondo.
La transición generacional, histórica, es admirable. El pasado en las espaldas. Y el porvenir entre trencito y gatito (guiño gráfico a la convención animal que toca a los alemanes en Maus, amén de lo que significa el tren). En el medio, un padre que cuida a la hija e hilvana una historia porque, necesariamente, lega. Dolor compartido y, de nuevo, Maus como obra extraordinaria al respecto.
La cita viene a cuento porque, casualmente, el libro referido es reciente y coincide con el estreno en Rosario de El árbol de la muralla. Entre sus páginas y la película de Tomás Lipgot se enhebra un sentimiento afín, de sensibilidad compartida. Si para Spiegelman el móvil serán las memorias de Vladek, su padre; para Lipgot el vínculo estará en Jack Fuchs, otro padre: ambos, sobrevivientes de Auschwitz. También porque en esa imagen que media –entre las sombras de muerte y la hija- hay una responsabilidad que se cifra en el acto de contar. Decir para cuidar a quien viene después, como testigo de una memoria que habrá de volver a decirse.
Podrían destacarse momentos donde, justamente, el decir de Fuchs más impacta. Ninguno como su “ahora puedo morir”, luego de sobrevivir a Auschwitz. Ahora puedo morir porque ahora tengo una vida donde, porque de eso se trata, morir. Hay una condición humana recuperada. Y si bien todo esto es consecuencia del pensamiento y predisposición de palabra de Jack Fuchs –vida plena, de 88 años- también lo es desde la organización audiovisual de Lipgot, lo que es decir, desde la puesta en escena de la película.
En este sentido, Fuchs es inevitablemente personaje de Lipgot, y Lipgot sabe muy bien quién es Fuchs porque la sensibilidad permanece, se respeta, se escucha. Hay diálogos, hay momentos cotidianos, hay situaciones de humor, hay animaciones: allí donde lo referido no puede ser mostrado porque ¿cuál sería la imagen, cuál la palabra, que puedan apresar el horror? (Curiosamente, la elección del dibujo devuelve esta nota a la historieta que Maus es. También con dosis de humor, también con la complejidad suficiente como para dejar de lado los lugares comunes y la corrección política.)
El árbol de la muralla es una construcción sobre la memoria. Lo ha señalado el director a este diario. Y se comprueba porque basta con ser lo que la película pide: espectador. Mirar y escuchar. Luego decir sobre lo visto y oído. Así siempre.

El árbol de la muralla
Argentina, 2012. Dirección y guión: Tomás Lipgot. Investigación: Eva Puente. Montaje: Leandro Tolchinsky. Dibujos: Nahuel Ferreyra. Director de animación: Pablo Calculli. Duración: 75 minutos.
Salas: Arteón, El Cairo.
8 (ocho) puntos

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