El sueño de volar
Por
Leandro Arteaga
Sobre Se
levanta el viento se ha dicho mucho pero nunca suficiente. Sea porque se
trata –o trataría– de la despedida de Hayao Miyazaki de la gran pantalla, sea
porque es una película de belleza apabullante.
Entre otras cuestiones, ver en el cine un film del
maestro japonés devuelve la certeza de que la animación es también, y
primariamente, un ejercicio en dos dimensiones. Y que asombra como nunca cuando
se trata de la pantalla gigante. Entre esa sorpresa intacta que todo niño
grande preserva, y la mayoría de edad que obliga de otras maneras, el cine de
Miyazaki es puesta en escena de ese equilibrio, que le ha vuelto una de las
firmas mayores dentro de la historia del cine animado.
En Se levanta
el viento se dan cita las obsesiones usuales del realizador, desde una
mirada que repasa lo vivido y deja sentir un sonido de despedida. Tal como se
ha referido en otras oportunidades, la película recrea la historia de vida del
diseñador de aviones Jiro Horikoshi, cuya avidez creadora terminará por ser una
de las herramientas al servicio de la más infame de las tragedias: la guerra.
No es éste, sin embargo, el punto que la película
acentúa. En todo caso, se trata del sueño más auténtico: el de volar. En
aviones tan bellos (y malditos por alguna bruja) como el del magnífico Porco Rosso, en comunión con la
naturaleza y sus elementos. Para hacer de ese viaje el espejo de cielo
invertido que refiriera Saint-Exupéry en su novela Vuelo nocturno (ese escritor también mimado por otro aventurero de
mares abiertos, Hugo Pratt, en su historieta El último vuelo).
Todo ello desde la cosmogonía de quien sabe que la
naturaleza es equilibrio. Así como los personajes ancianos de Akira Kurosawa (Rapsodia en agosto, el capítulo final de
Sueños) o la letanía persistente que de
su entorno milenario tiene el cine de Yasujirō Ozu.
Miyazaki, claro, junto a estos maestros, con una poética que emana una
sensibilidad por lo demás ausente en cualquiera de las producciones animadas
actuales.
Se levanta el
viento
incluye, desde luego, a la muerte. No sólo a través del fantasma a punto de
corporizarse como guerra mundial, sino desde la compañía de vida que tiene al
amor como vínculo. Es ésta la esencia del relato: la historia entre Jiro y Naoko,
motor que hace posible la invención de volar, solaz que es amparo ante la
enfermedad que desgarra la salud de ella.
La templanza con la que se enfrenta lo irrevocable
de la vida es señal de sabiduría. Sapiencia humana pero también animada.
Porque, a recordar, se trata de dibujos animados. De manera tal que, ¿quién
podría resistirse al encanto?
Se
levanta el viento
(Kaze Tachinu, Japón) Japón, 2013. Dirección y guión: Hayao Miyazaki. Música: Joe Hisaishi. Dirección de arte: Yôji Takeshige. Voces: Hideaki Anno, Hidetoshi Nishijima,
Miori Takimoto, Masahiko Nishimura, Mansai Nomura, Jun Kunimura, Mirai Shida. Duración: 126 minutos.
10 (diez) puntos
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