Peliculitas de
horror profundo
Por
Leandro Arteaga
Por lo general, mejor sospechar y con razón. Es
decir, una película norteamericana, vinculada al género de terror, realizada
por el mismo responsable de títulos anodinos como El exorcismo de Emily Rose y la remake
El día que la Tierra se detuvo,
constituyen motivos suficientes para desconfiar. Sinister no es obra mayúscula de nada, pero tiene brío suficiente
como para provocar sustos con sustancia y para superar con creces a las
películas previas.
Resulta que el escritor que interpreta Ethan Hawke
está tan absorbido por su tarea y vocación que no duda en arrastrar a su
familia hacia mudanzas que lo acerquen al corazón de crímenes irresueltos,
perseguido por el afán de volver a lograr el mismo éxito editorial de años
atrás. Entre una profesión atascada y una esposa que lo sentencia, sus nervios
literarios se tambalean. Ni qué decir cuando una caja repleta de películas en Súper
8 aparece en el altillo sin luz.
A ver, entonces, lo que allí se esconde, en medio de
la noche, el silencio, el whisky, y rodeado de todas las pruebas obtenidas,
material de base para el libro próximo. Una inmersión cada vez mayor lo
persigue, hasta hundirlo en el horror profundo que las peliculitas guardan.
Aquí lo mejor.
Porque lo que allí se ve será tan sórdido como para
provocar repulsión y atracción. Verdaderas snuff-movies,
es decir, películas realizadas desde el expreso motivo de filmar muertes.
Muertes reales. Pero con el suficiente tacto como para suspender la mirada del
espectador en la misma mirada del escritor. Mirar y no mirar. Desde la sábana
improvisada para el Súper 8, y desde la misma pantalla de cine hacia las butacas.
Continuar o no continuar. ¿Qué hacer? ¿Escribir o ser padre de familia?
Allí el suspense, el punto nodal sobre el cual
discurrirá Sinister. Y para atravesar
este punto de tensión, en vistas a una resolución, el devenir mismo de un
horror que virará finalmente hacia el terror. La indeterminación sobre lo que
pasa y su por qué, la fascinación acerca de quién ha filmado, quién ha matado.
Búsqueda criminal con la que la razón no tiene todo por hacer, porque hay un
límite que, una vez descubierto, sabrá como de costumbre resultar en resolución
tardía.
Sinister tiene que ver con todo esto
pero, también, con una necesaria elección pasional. El desenlace apunta hacia
un juego de piezas que, parece, terminan por encajar justo. Con el escritor
aparentemente decidido a hacer lo que hace. Pero nada es, claro, lo que parece.
Porque, ¿cómo dejar de hacer aquello por lo cual se está dispuesto a vivir?
¿Dejar de escribir? No es una elección. Allí la
maldición y su aceptación. Bienvenidos todos los fantasmas. Tinta negra, tinta
roja… poco importa el color del fluido. Escritor víctima, al fin, de sí mismo y
de ningún siniestro Mr. Boogie. Por eso, Sinister
es una película que termina con un final feliz. Qué bien.
Sinister
EE.UU.,
2012. Dirección:
Scott Derrickson. Guión: C. Robert Cargill, Scott Derrickson. Fotografía:
Chris Norr. Música: Christopher Young. Montaje: Frédéric Thoraval. Intérpretes: Ethan Hawke, Juliet Rylance, Fred Dalton
Thompson, James Ransone, Michael Hall D’Addario. Duración:
110 minutos.
Salas:
Monumental, Showcase, Sunstar, Village.
7
(siete) puntos
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