viernes, 10 de junio de 2011

X-Men: First Class (2011, Matthew Vaughn)


El lado oscuro de la X


X-Men: Primera Generación
(X-Men: First Class)
EE.UU., 2011. Dirección: Matthew Vaughn. Guión: Bryan Singer, Sheldon Turner, Ashley Miller, Zack Stentz, Jane Goldman, Matthew Vaughn. Fotografía: John Mathieson. Música: Henry Jackman. Montaje: Eddie Hamilton, Lee Smith. Intérpretes: James McAvoy, Michael Fassbender, Kevin Bacon, Rose Byrne, Jennifer Lawrence, Oliver Platt, Alex González. Duración: 132 minutos.


Por Leandro Arteaga


Contar las “primeras” historias de personajes es artimaña sabida y repetida por las historietas. Es así que X-Men: Primera Generación está basada, de hecho, en cómics de mismo título que han explotado, de mil maneras posibles, todos los resquicios respecto del denominado “universo mutante” del “mundo Marvel”.
Para el caso cinematográfico, decir que el ingenio principal detrás de la creíble plasmación de los X-Men sigue siendo Bryan Singer, realizador de dos de los films previos, así como guionista de esta precuela, asentada de manera creíble respecto de la trilogía ya vista, y con el protagónico justo y simétrico entre el Profesor Charles Xavier (James McAvoy) y Erik Lehnsherr (Michael Fassbender), alias Magneto.
Entre ambos se juegan el anverso y reverso de la X, a la manera de una moneda marcada, en cuya cara oscura figura la cruz gamada, suerte de X espejada. Allí el pasado y génesis de Erik, futuro líder de mutantes renegados, en quien descansa la ambigüedad justa como para caer en ese otro lado oscuro, aquel que repele y combate, como su antítesis, el Profesor Xavier. Entre medio, los denominados humanos, porque si bien Xavier y alumnos se consideren parte de la sociedad misma, habrán de hacerlo desde una idéntica clandestinidad.
Pero para llegar a ello, la historia previa. El desarrollo argumental que discurre a lo largo de esta primera generación de X-Men, con todo el encanto necesario como para no perder de vista el momento epocal: experimentos nucleares, colores saturados, guerra fría, Cuba, crisis de misiles, Kennedy, y los sesenta en ebullición plena. Más una Villa Gesell plagada de nazis y de montañas: manera tradicionalmente hollywoodense de entender a Argentina como ámbito exótico (disparate geográfico que de ninguna manera pone en duda el refugio real de los nazis en suelo argentino: historia e historieta coinciden).
Pero lo mejor es que no hay primacía de efectos digitales, sino una buena historia que contar y que está bien narrada, aún cuando el espectador pueda no saber demasiado respecto del acervo de historietas enorme que han transitado los X-Men, creados en 1963 por Stan Lee y Jack Kirby. Es así que, lo que parece un ejercicio comercial más, culmina por ser –tal vez- la mejor de las películas sobre los personajes, tan hábil como para sugerir entuertos argumentales posteriores sin, por ello, desatender el nudo que plantea.
De alguna manera podría entenderse a esta Primera generación como un ejercicio mayor respecto de aquella partida de ajedrez que el Profesor X y Magneto sostienen en la primera película. Como si fuese la piedra de toque de un idea y vuelta cíclico. Una disputa de caballeros, de amigos, de rivales. Con toda la fantasía necesaria como para creer que una niña libélula es capaz de existir y de volar y de hacer strip tease. Toda una mutante.

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