En la música no existe el punto final
El pianista cubano, laureado internacionalmente, se presenta en Buenos Aires, Córdoba y Rosario. “Lo más importante es el lenguaje de la música, algo que hay tomar muy en serio” señala Chucho Valdés.
Por Leandro Arteaga
El diálogo es cordial, de esos que pueden durar mucho, capaces de esconder el transcurrir normal del tiempo. Más aún cuando la escucha da cuenta de calidez, de ganas de contar y de decir lo importante que es la música, que es elección de vida, que hay que respetarla para siempre. Chucho Valdés (La Habana, 1941) es todo eso y más, todavía más que los –apenas- siete Premios Grammy que ha obtenido, o que la consideración temprana (¡en 1970!) que ya se hiciera de él, como uno de los cinco mejores pianistas de Jazz del mundo, junto a los nombres de Bill Evans, Oscar Peterson, Herbie Hancock y Chick Corea.
De manera tal que la oportunidad es única, es extraordinaria, y será cierta el domingo próximo, a las 21.30, en el Teatro “Príncipe de Asturias” del Centro Cultural Parque de España (Sarmiento y el río), donde Chucho Valdés se presentará junto a los siete músicos que componen su The Afrocuban Messengers, cuyo reciente Chucho’s Steps fuera Grammy al Mejor Álbum de Jazz Latino 2011.
“La música es un lenguaje, un lenguaje de los sonidos, y este lenguaje tiene las mismas reglas que el lenguaje escrito” relata el músico a Rosario/12. “O sea, para tocar una obra, tú tienes que conocer y manejar los acentos, las dinámicas, las pausas. Si hay deficiencias, eso es algo que se puede escuchar, que se oye. Si la música es el lenguaje de los sonidos, para mí lo más importante en la música es eso, el sonido, es lo que siempre me ha preocupado cada vez que he hecho algún tipo de grupo musical, o al tocar el piano; el lenguaje es el mismo. Aún cuando en los grupos que formé busqué un sonido que los identificara, después me preocupé por la forma de expresión, es por eso que el lenguaje musical es importantísimo. Es como cuando hablas mal y dices “voy al parqué” en lugar de “voy al parque”. Musicalmente, si tú estás tocando mal una frase, los acentos auditivamente te pueden sonar así de mal; no sé si me estoy explicando profundamente, tú me dices…”
-Está muy claro.
-Esa es para mí una de las importancias más grande. La música es el sonido, la expresión, el lenguaje, la dinámica, y eso es algo que hay que tomar muy en serio. Por eso es muy importante, dentro de todas las cosas, pasar por la escuela, por el conservatorio, por las clases de música, de teoría, de armonía, así como también escuchar mucho las obras bien tocadas.
-A partir de allí, entonces, es posible pensar y hacer la música que usted hace, con tanta fusión, riqueza, novedad…
-Fuera de lo que le estoy hablando, que ya es materia dominada por el grupo, nosotros hemos llegado a hacer una serie de combinaciones que tienen que ver también con la propia mezcla de la música afrocubana, que es muy rítmica. Lo que nosotros hemos hecho ahora, en estos tiempos, es como una obstrucción rítmica dentro de la música afrocubana, donde hay tambores, batá, junto con la mezcla del jazz. Hay, justamente, una raíz común entre ambos géneros: el jazz es música afroamericana, y nosotros hacemos música afrocubana; donde coincidimos precisamente es en la madre África, es en la parte rítmica de ambos donde más unidad sucede, a través de sus raíces.
-Encuentro en usted una relación muy fuerte entre el respeto por la música y el entorno familiar; es decir, entre raíces que son, a la vez, artísticas y afectivas.
-Mi padre fue mi primer maestro, mi primer profesor, y de él aprendí mucho, tanto en la teoría como en la práctica. En cuanto a la teoría gracias a las clases en casa -aun cuando yo estudiaba en el Conservatorio de música los clásicos-, y en cuanto a la práctica, bueno, aprendí sobre ese “otro” mundo, el mundo del trabajo profesional, el de la calle. Aprendí mucho viéndolo trabajar en “Tropicana” [NdR: cabaret muy famoso en Cuba, donde Bebo Valdés, padre de Chucho, fuera director], en todas las grabaciones, viendo cómo funcionaban, cómo aplicaba esa teoría que uno aprende en la escuela en la práctica. Ahí pasa algo totalmente diferente, porque podés pasar por la escuela de música perfectamente, pero después te encuentras en la calle, con un mundo totalmente diferente, es entonces cuando tú tienes que aprender ese mundo también, y eso es algo que yo aprendí de muy temprano. Mi padre hizo una orquesta que se llamaba “Orquesta Sabor de Cuba”, donde era pianista y director, fue allí donde él pasó a dirigir para que yo pudiera tocar el piano, aprendiera, e inclusive hiciera las orquestaciones para las jazz-bands o big bands y otros formatos diferentes. Fui siempre pianista en sus grabaciones, independientemente de que tenía también un cuarteto. Ésa fue la universidad más grande que tuve sobre jazz y sobre música en general. Lo bueno de “Tropicana” es que era un centro musical donde se hacía música de todo tipo, no solamente música popular cubana y jazz, sino de todo, todo tipo de género de música; toda una escuela de muchísima importancia en mis primeras etapas.
-Si me permite, pienso al jazz como una escuela en sí misma, tanto respecto de sus raíces como de sus posibilidades, como una especie de laboratorio musical constante.
-¡Cómo no! Pienso, además, que es algo que no tiene fin, donde el capítulo final no existe. El que piense que llegó al final, está perdido, porque siempre hay cosas para aprender, que experimentar; el final no existe, lo que existe es la búsqueda.
-Si hay un camino, creo que uno de ellos es el que usted lleva adelante, por medio de la fusión de ritmos que no han sido considerados de manera relevante, sino recientemente.
-Yo pienso eso mismo, y creo que uno de los ejemplos más claros es el último disco que hicimos -Chucho’s Steps-, donde los compases simples, de seis por ocho, cuatro por cuatro, se han modificado totalmente hacia compases asimétricos. O sea, meter la rítmica afrocubana en cinco por ocho, siete por cuatro, once, etc., cambia totalmente el panorama de la rítmica. En Chucho’s Steps hay varios temas que tienen eso, uno es el tema que se llama “Yansa”, que tiene varios compases, también ocurre lo mismo en “New Orleans (A Tribute to the Marsalis Family)” y en “Chucho’s Steps”.
The Afrocuban Messengers se completa con Mayra Caridad Valdés (voces), Lázaro Rivero Alarcón (bajo), Juan Carlos Rojas Castro (percusión), Yaroldy Abreu Robles (percusión), Dreiser Durruthy Bombalé (percusión batá y voces), Carlos Manuel Miyares Hernandez (saxo tenor), y Reinaldo Melián Alvarez (trompeta). La noche será prologada además por la presencia de Marcelo Dellameda, guitarrista chaqueño de apenas 19 años quien, apadrinado por Luis Salinas y Chango Spasiuk, presentará los temas de su primer disco, Calle 11, donde también las búsquedas musicales aparecen desde las referencias al chamamé, el bolero, la bossa nova, y el tango. Anticipadas en venta en Túnel 1 del Centro Cultural Parque de España, de martes a domingo de 10 a 13 y de 15 a 20.
En Rosario/12 (12/06/2011)
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