viernes, 8 de abril de 2011
Un despertar glorioso (2010, Roger Michell)
Seriedad y
noticias decadentes
Un despertar glorioso
(Morning Glory)
EE.UU., 2010. Dirección: Roger Michell. Guión: Aline Brosh McKenna. Música: David Arnold. Fotografía: Alwin H. Kuchler. Montaje: Daniel Farrell, Nick Moore, Steven Weisberg. Intérpretes: Rachel McAdams, Harrison Ford, Diane Keaton, Jeff Goldblum, John Pankow, Patrick Wilson. Duración: 107 minutos.
Por Leandro Arteaga
Si la televisión ha cambiado con el tiempo, será oportuno señalar que el cine dedicado a mirar la televisión también. En este sentido, puede trazarse un largo camino entre un film referencial como Network, poder que mata (1976) y Un despertar glorioso, producción en la que participa, dicho sea de paso, la ya famosa Bad Robot, compañía liderada por J.J. Abrams, padre de Lost y tantos otros éxitos televisivos.
Network asoma como una mirada de lucidez crítica todavía vigente, donde la televisión era lugar de advertencia para una mediocridad que crecía y podía alcanzar momentos entonces inimaginables. El propio director, Sidney Lumet, supo referenciar que si todavía nadie se había pegado un disparo de arma en cámara –tal como ocurría en su película- sólo era cuestión de tiempo. No se equivocó, un famoso y triste episodio televisivo en uno de los canales periodísticos porteños, el de títulos rimbombantes, tuvo como protagonista de rating absoluto a un hombre desesperado y un arma a punto de hacer fuego. Algo que finalmente ocurrió.
El caso de Un despertar glorioso deja asomar otras lecturas, menos cuestionadoras, más conciliadoras. Aquí deberán convivir dos instancias que, parece, no necesitan estar reñidas para aceptar las posibilidades mutuas: de lo que se trata es de armonizar, desde la mañana periodística, la estupidez noticiosa con la seriedad periodística. Para ello, entonces, los impagables Diane Keaton y Harrison Ford. La primera como dama de una mañana decadente, habituada a tolerar las notas más estúpidas y el trabajo más cansino. El segundo como rostro ceñudo de un pasado glorioso, allí donde supiera brillar la dignidad del oficio, mismo rasgo que en Network corporizara el gran William Holden.
Entre ambos, la joven e infatigable productora. Rachel McAdams compone histéricamente y hace que el film sea lo mismo que ella hace: correr, gritar, no dormir, idear ratings, en un montaje tan frenético como el mismo quehacer televisivo. Sin tiempo para ella, sólo para el trabajo, y un amor circunstancial que, virtud hollywoodense, sabrá cómo equilibrar su balanza.
En este sentido, la propuesta del film no es más que la de una comedia de tintes apenas críticos, más apegados a la gracia de las situaciones que a su observación reflexiva. Como si se quisiera buscar un punto de encuentro que disculpe tantas horas de televisión basura, al tiempo que subraya su necesidad comercial. Es así que Pomeroy (Ford) sabrá tragarse sus palabras ante lo irresistible de ver freír una tortilla tanto como el hecho de noticiar acerca de un escándalo político.
Rasgo de cocina que, vale apuntar, hace de la manufactura televisiva lo mejor del film, allí cuando la pantalla grande muestra lo que la pantalla chica no: un detrás de cámara que da cuenta de que, finalmente, son los números los que cuentan. Algo que, desde ya, ratifica desde su planteo la propia película.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario