La historia del prisionero inglés
Desde una narrativa que articula testimonios de modo paralelo, la crónica del único prisionero inglés durante el conflicto de Malvinas sirve de síntesis compleja a una herida que duele y que persiste. “La idea es abrir el debate a todos los espectadores”, destaca la realizadora de Desobediencia debida.
Por Leandro Arteaga
Desobediencia debida
Argentina, 2010. Dirección y guión: Victoria Reale.Producción: Alejandro Burlaka. Entrevistas: Nora Sánchez. Fotografía: Federico García. Música: Fernando Suárez. Montaje: Victoria Reale.Duración: 93 minutos. Sala: Arteón.
“La historia yo la conocía desde los nueve años, cuando mi padre vuelve de Malvinas. Es allí cuando se desilusiona por completo y pide la baja, lo que en términos militares significa no pertenecer más a la fuerza. Toma esa decisión porque muere mucha de la gente que él había llevado -su Compañía de Sanidad- y, supongo, por todo lo que pasó, por toda la gente que murió y qué él no pudo ayudar” comenta a Linterna Mágica la realizadora Victoria Reale, a propósito de su film Desobediencia debida.
La historia a la que remite la directora corresponde a Jeff Glover, piloto inglés y único prisionero durante la contienda. Su padre, ex médico militar, supo atender al piloto en Puerto Howard. A partir de allí, todo un periplo se origina, y son las palabras de los propios protagonistas las encargadas de narrarlo.
“Conozco esta historia porque mi padre, cuando vuelve de la guerra, vuelve totalmente deprimido y lo único que cuenta en casa sobre los setenta y cuatro días de conflicto es que había conocido a un piloto inglés. Todo el relato que yo tenía de la guerra era ése, pero nunca le di bolilla porque Malvinas nunca me interesó. La historia de la guerra básicamente me molestaba, toda esa cosa de ‘héroes de la patria’ y no sé qué más. Cuando hace ocho o nueve años le planteo que me cuente algo más, me comenta de la orden que a él le dan de ‘presionar’ al prisionero -no pude poner ‘torturar’ por una cuestión legal-. Ahí comienzo a interesarme porque empiezo a pensar en que él había desobedecido una orden, con todo lo que ello implicaba, y que no le había pasado nada. Lo que significaba que la Ley de Obediencia Debida, como todos sabíamos, era mentira. Empiezo a tratar de conectarme con otros médicos y militares que habían estado en contacto con Glover, ya que otra de las cosas que me había llamado la atención es que todo el relato que me hacían era el de un prisionero de primera clase, al que había que tratar bien. Pero por otro lado me hacían un relato donde decían que ellos habían vivido dos guerras: la guerra contra la subversión y la de Malvinas. Todos sabemos que no existió una guerra contra la subversión, sino crímenes de lesa humanidad. Es por eso que me interesó poder rescatar la historia del prisionero, que no sufrió ningún problema más que el haber recibido en algunos lugares más o menos comida, pero sin sufrir ninguna tortura ni vejación; mientras que en la otra ‘guerra’ sí ocurrió esto. La doble moral era lo que me interesaba meter de alguna manera en la película, pero sin tener que decirlo yo, porque me parece que es algo que el mismo espectador puede construir.
-Impacta el testimonio –y la sorpresa- de Glover, al referirse a los doscientos “niños descalzos”, afectados por el pie de trinchera, que miran Tom y Jerry. Una guerra de “niños contra hombres” señala.
-Él me discutía que le parecían de catorce años, por las caras. Pero, evidentemente, cuando uno lo ve en la imagen, estos chicos, los soldados, son personas que no entendían dónde estaban y no tenían por qué entenderlo. No tenían ninguna instrucción. Mi padre lo dice, cuando refiere que la mayoría de heridos que tuvo que curar fue por causa de disparos que ellos mismos provocaban, porque ni siquiera les habían enseñado a usar un FAL.
-¿Costó convencer a tu papá para hablar en cámara?
-Fue el personaje más difícil, porque desde que volvió nunca más quiso hablar. Te diría que fue hasta más difícil que Jeff, quien tampoco dio una entrevista para su país. Son dos personas muy retraídas, que mantuvieron un perfil muy bajo respecto de la guerra, ya que de alguna manera fueron historias muy frustrantes para ellos mismos. Así que me costó mucho convencerlo y me costó mucho como hija, porque tengo una postura ideológica totalmente diferente, pero me pareció que tenía que poner todo eso en la película.
-El testimonio de tu padre es casi una síntesis del conflicto bélico. Desde el no tener instrumental suficiente hasta la vuelta al país para ser prisioneros.
-Todos los militares que no habían ido a Malvinas decían que a toda la gente que regresaba la ponían en la Escuela General Lemos, que es la escuela de suboficiales en Campo de Mayo. El estar presos, durante una o dos semanas, es algo que siempre se ha escuchado de parte de los conscriptos, porque por un lado los estaban engordando –mi papá volvió con cuarenta kilos menos- y por otro porque había una presión psicológica, todos los días decían que les estaban haciendo un test psicológico pero, en verdad, lo que les estaban diciendo es que no podían hablar de nada de lo que había ocurrido. Esto siempre se conoció de los soldados, pero también los oficiales fueron sometidos a una presión psicológica muy fuerte para que no hablaran y no contaran todo lo desastroso que fueron las fuerzas armadas al planificar lo que nunca planificaron, y al instaurar el terror. Lo que veo que pasa con mi padre, creo, y con un montón de gente que tiene una postura crítica con las fuerzas armadas, es que no terminan de romper con el sentimiento de cuerpo. Me ha pasado en las proyecciones, en el Centro Cultural Recoleta, que ha venido gente amiga de mi padre, otros médicos que también se fueron del ejército, y que me han dicho: “Victoria, está buena la película, pero por qué mezclás dictadura con Malvinas?” Y yo les digo que cómo no lo voy a mezclar, si el principio de esa guerra fue para salvar una dictadura. A mi me gusta la discusión, no creo tener ninguna verdad revelada, cada uno recuerda lo que quiere y lo que puede y lo cuenta en cámara. Jugué con el montaje por contraste porque lo que busco es poner en evidencia esas diferencias. Que el espectador arme la película en su cabeza.
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