El sueño americano que nunca fue
Capitalismo: una historia de amor
(Capitalism: A Love Story). EE.UU., 2009. Dirección y guión: Michael Moore. Fotografía: Daniel Marracino, Jayme Roy.Montaje: Jessica Brunetto, Alex Meillier. Música: Jeff Gibbs.Intérpretes: Michael Moore, Thora Birch, William Black, Baron Hill, Wallace Shawn. Duración: 127 minutos. Solo disponible en DVD
Introducir al cine de Michael Moore no es tarea difícil. Sus películas han sido exhibidas comercialmente, fueron y son muy vistas, se encuentran disponibles en DVD, y la memoria del espectador puede identificar varias de ellas rápidamente. Desde el reconocimiento que significara Una nación bajo las armas (2002), con su tematización de la tenencia civil de armas de fuego en Estados Unidos, hasta Sicko (2007) y su plasmación -por momentos- cruel del entonces sistema de salud sanitaria en aquel país, Michael Moore conoce vaivenes que lo llevan, a veces, a momentos mayúsculos.
Uno de ellos lo significa la obtención de galardones importantes. El Oscar por Una nación bajo las armas, la Palma de Oro por Fahrenheit 9/11 (2004). Más un programa televisivo que supo coordinar espectáculo y denuncia (The Awful Truth). Y un primer film de sencillez y claridad expositiva, tal como supone Roger y yo (1989); película que las señales de cable suelen emitir, y que permite un punto de encuentro con su último film.
Porque entre aquella primera película y Capitalismo: una historia de amor hay una suerte de ciclo que se cumple. Tanto cinematográfica como personalmente. Es decir, es la misma cámara la que plasmará el regreso de Moore y su padre al terreno baldío que alguna vez supo ser la fábrica General Motors, sostén laboral y social de la localidad de Flint, lugar natal de la familia Moore. Padre e hijo rememoran vivencias que ya se exponían en aquel título y, de esta manera, perfilan la síntesis del film –y de una obra- como totalidad.
Es así que en Moore se respira, por un lado, nostalgia de tiempos –capitalistas- mejores y, por otro lado, la crítica despiadada hacia el barril sin fondo en el que se supo convertir. De modo tal que Capitalismo… es un film disfrutable como crónica de un sistema derruido, pero también como pedido de memoria hacia momentos menos sórdidos. Aunque tampoco sería justo sintetizar de esta manera, porque así como las imágenes de archivo mezclan recuerdos del realizador con sonrisas de familias, también dan cuenta –vía voz en off- de las razones de peso que las hicieran posibles: tal como, por ejemplo, los bombardeos a las industria automotrices alemana y japonesa para la hegemonía norteamericana.
A través de este periplo explicativo, el espectador se sumerge en un análisis que puede, por momentos, destilar sinceridad mayor; pero que tampoco se anima a desdecir cabalmente al sistema capitalista como tal. No es éste un rasgo a criticar, puesto que sería deshonesto el pedir a Moore un análisis ideológico que lo acerque a perfiles partidarios con los que nunca se identificó. Lección cinematográfica que tales movimientos, dado el caso, harían bien en aprender y asumir.
En última instancia, vale la habilidad narrativa de Capitalismo… para reducir, de cara al futuro, tantos años de vida social, política y económica norteamericanas. Las opciones son: a) la publicidad del gato que sabe cómo lograr funcione la cadena del baño. b) el video que de su desalojo domiciliario una familia realiza. Es simple, y de una contundencia admirable.
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