Mansión sombría y bruja protectora
Con la fábula como disparador, la película de Tim Burton ofrece
una galería de personajes marginados, solos y felices. Una bruja como hada
oscura y un niño deseoso de amigos, tan peculiares como él.
Miss Peregrine y los niños peculiares
(Miss Peregrine's Home for Peculiar Children)
Reino Unido/Bélgica/EE.UU., 2016)
Dirección: Tim Burton. Guión: Jane Goldman, basado en la novela de Ransom Riggs. Fotografía: Bruno Delbonnel. Montaje: Chris Lebenzon. Música: Michael Higham, Matthew Margeson. Reparto: Eva Green, Asa Butterfield, Samuel
L. Jackson, Chris O'Dowd, Terence Stamp, Allison Janney, Ella Purnell. Distribuidora: Fox. Duración: 127 minutos. Salas:
Monumental, Hoyts, Showcase, Village.
7
(siete) puntos
Por
Leandro Arteaga
No es lo mejor de Tim Burton… Basta de tonterías semejantes,
dichas por voces de altura retórica. ¿De dónde sale el afán por exigir cotas de
excelencia a cineastas (y músicos y escritores y etc.), cuando tantas veces esas
películas “cumbre” lo fueron por cuestiones absolutamente irrepetibles?
De acuerdo, hay matices, y son ellos los que deben
guiar el asunto. Cuando están, lo que no se pierde es la sensibilidad
acostumbrada, la que hace todavía a un director querer el cine. Con Burton hubo
un momento crítico, de nombre Alicia en
el país de las maravillas, película desgajada de esa ternura que hiciera de
él una voz personal. Pero el traspié afortunadamente se subsanó: Sombras tenebrosas, Frankenweenie, Big Eyes
lograron, con mayor y menor fortuna, devolver brillo.
Afortunadamente, con Miss Peregrine y los niños peculiares la poética persiste y
sobrevive al ánimo avasallante del cine de superhéroes; entre ellos, los X-Men como referencia mayor: la mansión,
los niños con habilidades especiales, la figura del guía. La reciprocidad entre
las dos propuestas no es casual. Al respecto, vale pensar lo lejos que han
quedado las dos incursiones de Burton en ese género, situadas en una época ya
pretérita, pre-digital, cuando Batman podía ser un caballero oscuro, romántico
y psicópata, en la línea de una galería anómala habitada por Beetlejuice, Jack
Skellington y Edward Scissorhands.
Justamente, el cine de Tim Burton trata sobre freaks, sobre fenómenos que se saben al
margen y deciden habitar en su tierra de penumbras. Es también ése el lugar de estos
niños peculiares. Para descubrirles, será necesario creer en el cuento, en la fantasía,
así como sucedía en El joven manos de
tijera y en El gran pez (o en Batman, a partir de habladurías
mitómanas). Más aún con esta última, ya que entre abuelo y niño (Terence Stamp
y Asa Butterfield) hay una conexión que en algún momento trastoca en
desconfianza, así como ocurría entre Albert Finney y Billy Crudup, cuando el
hijo exige al padre saber la verdad por descreer de la fábula. La diferencia
con el joven Jake estará en que su padre es un imbécil, sin redención posible, borracho
de cerveza y televisión.
Por otra parte, en este film Burton se permite señales
breves, suficientes, sobre temas que ha desarrollado muchas veces. Si la acción
inicia en la soleada California, el espectador ya sabe que habrá que salir de
allí lo antes posible, porque la aventura está lejos, nunca al sol y con
bronceadores. Hacia una isla de Gales partirá el niño, tras los pasos sugeridos
por la historia del abuelo, en procura de recuperar ese afecto que la muerte ha
interrumpido para dejarlo solo y, veladamente, huérfano. Otro tanto, vale
recordar, le sucedía a Victor Frankenstein al resucitar a su perrito en Frankenweenie: una de esas maneras mágicas
la ofrecía el cine, capaz de vencer la finitud y descubrir horizontes. En Miss Peregrine, uno de los niños cuenta
con la habilidad de proyectar sus sueños, sin necesidad de intérpretes (adultos)
que “aclaren” con significados. Los espectadores (los niños), felices.
Ahora bien, si los padres acceden a la aventura del
hijo es porque la psiquiatra avala el asunto. Pero a no confiarse demasiado. No
sólo ante lo que será el devenir argumental y sus revelaciones, sino por la
relación que provocan los pies de las dos mujeres preocupadas por decidir el futuro
del niño: madre y psiquiatra exhiben un calzado ajustado, con pies apenas
hinchados, algo morados. Un detalle que se disfruta en exceso, que dice sobre
la sorna con la que Burton sabe retratar.
Cuando Jake descubra la mansión de Miss Peregrine,
lo que con ella aparece es una historia paralela, guardada entre las sombras.
Misma situación con la que se encontraba Dianne Wiest al visitar el castillo de
Edward Scissorhands: la silueta del joven retraído se perfilaba de a poco, y con
él su historia oscura. Allí, Vincent Price oficiaba de padre y creador amoroso,
acá el turno es de Eva Green, cuya Miss Peregrine será síntesis de brujería y
candor. Como una Elsa Lanchester que sobrevive al amor del monstruo de
Frankenstein, Peregrine se sabe responsable de estos niños, a los que ama y
mantiene suspendidos en una gota de agua temporal, condenada a reiterarse tantas
veces como sea necesario, para así evitar el estallido de la bomba nazi.
No hace falta adivinar ni explicar dónde descansa la
monstruosidad, según la mirada de Tim Burton. Miss Peregrine y los niños peculiares es una variación del film Freaks (1932), la película maldita de
Tod Browning, así como asunción de la prédica fotográfica de Diane Arbus. Los personajes
distorsivos y atractivos de ambos, tienen acá su rebote y homenaje, a la par de
un barco fantasma, viajes en el tiempo, y una feria de atracciones donde la
diversión mayor estará, más vale, en el tren fantasma y el ejército de
esqueletos.
Mientras tanto, el que crece es Jake. Y con él, la decisión
de alejarse de sus padres, progresivamente olvidados por el fuera de
campo. Extraordinario.
1 comentario:
Me encanta el cine de Burton, y esta peli en particular la disfrute mucho! recomendada
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