sábado, 11 de mayo de 2013

Esteban Tolj: "Rincones de Rosario" + entrevista


Arquitectura y caricatura

Un paseo de ilustraciones sobre Rosario reescribe la ciudad y sus personajes. La mirada perspicaz de Esteban Tolj anuda paisajes, cines, calles, esquinas. Apenas una muestra de las más de cien láminas del dibujante.

Por Leandro Arteaga 

Es cuestión de no resistir la tentación de subir esa escalera bella, de ese edificio tan bello que es el Club Español (Rioja 1052), para ingresar a un recodo que es, a su vez, réplica justa para los “Rincones de Rosario”, título que anuda y presenta la serie de láminas expuestas por el dibujante Esteban Tolj, en una muestra que es auspiciada por Rotary Club Rosario, Club Español de Rosario, y Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad.
Durante todo el mes de mayo, en el horario de 8 a 21, puede visitarse este caleidoscopio de instantes rosarinos, consecuencia de una mirada perspicaz, que invita al espectador al recuerdo y, a veces, a un divertimento melancólico. Las láminas son apenas un muestrario de las muchas más que Tolj viene desarrollando desde las tapas de revista “El vecino”, cuya circulación alternativa, gratuita, de tantos años, la sitúa como lugar de referencia para la tarea gráfica de la ciudad.
Tolj tiene un recorrido enorme, una trayectoria que lo señala como uno de los referentes gráficos de Rosario, pero por esas cosas que no terminan de entenderse todavía, se suma a una larga lista de dibujantes e ilustradores que tienen que hacer sonar su nombre más veces del que debieran. Hay, en este sentido, un espacio desdibujado –vaya ironía- donde los artistas del medio tienen que tratar de desempeñarse o, a partir de ello, buscar posibilidad laboral en otros ámbitos, las más de las veces internacionales.
Tolj es ilustrador, historietista, realizador de animaciones, docente; su tarea le ha hecho conocer medios como la televisión, la publicidad, la prensa gráfica. Es uno de los responsables de aquel capítulo de gloria animada que supuso “El Sótano Cartoons” –junto a dibujantes de estirpe similar como Diego Rolle y BK&Basta!-, herencia artística del gran Luis Bras que el trío modelara desde un prisma tan personal como chispeante. De allí es hijo el gran Show de los perrolotuditos, que ningún lector de esta nota debiera dejar de ver (Youtube a mano, y listo). También ha sido el continuador de la alguna vez famosa tira de prensa El Pollo Palacios, con guión de Víctor Gaite.
Una de sus facetas lo vincula a la ilustración, tarea que reparte entre libros y manuales, más la referida tapa cotidiana de “El vecino”, motivo de la muestra que le tiene por protagonista.

-¿Cuántas tapas llevás dibujadas?
-Hace diez años que estoy en “El vecino”, así que ya son 120; pero igualmente no las estoy mostrando a todas, así que ¡quédense tranquilos!

-¿Y cuál ha sido el criterio para seleccionarlas?
-Elijo las que más me gustan, o las que le han gustado a la gente. Digamos que los dibujos son como los hijos, uno no quiere hacer diferencias entre unos y otros. Las temáticas de las tapas las voy eligiendo desde el divertimento. Por ejemplo en el 2010, durante el bicentenario, elegí representar en cada mes una década distinta de Rosario. En el 2012 elegí los cines viejos de la ciudad, que hoy son supermercados, estacionamientos, o están abandonados. Lo particular es que los vecinos que circulan por esa zona son personajes de cine, pero mejor dejemos que la gente los adivine.

-Hay un detenimiento de observador, más allá de la imagen inmediata. Es decir, aún cuando se perciba el reconocimiento del lugar, siempre hay espacio para tus “personajitos”.
-Probablemente. Lo que hago es tratar de cerrar una anécdota, a veces con humor, a veces con una reflexión que se sitúa en la actitud de los personajes. Digamos que esa imagen captura un momento dentro de una anécdota, y cada uno pone allí lo que quiere. Cada personaje sugiere algo, te puede hacer recordar algo personal, que cualquiera puede haber vivido ¡o viviremos! Porque este año elegí para jugar el Rosario futurista, el Rosario retro-futuro. ¿Cómo imaginaba la gente del pasado su futuro? ¿Como vivimos hoy? ¿O pensaban que estaríamos vestidos de plateado y volando con una mochila voladora? Igual, ya disponemos de celulares, de la computadora, algo propio de Viaje a las estrellas, pero hasta que no inventen la teletransportación yo no me voy a quedar tranquilo, como soy una persona muy grandota viajo muy incómodo en el colectivo, si me teletransportaran sería otra cosa.
Es inevitable la ironía y el chiste durante un diálogo con Tolj, continuación misma de lo que su trabajo supone. Periplo, el que la muestra propone, que interroga a quienes miran desde el recuerdo o la habilidad mnemotécnica, porque no se trata de plasmar imágenes asimilables a una típica tarjeta postal, sino de mirar el detalle, de recortar el escenario familiar, de utilizarlo como excusa, de extrañarlo, de remitologizar –en suma- a la ciudad. Nada mejor.
Los paseantes observan y se interrogan, es tal esquina o es tal otra, acuden entonces a la voz autorizada de Tolj para que les confirme o desmienta. Pero ninguna más linda que la referida al cruce entre el cine vuelto estacionamiento (el Urquiza) y el embotellamiento en 8 ½ de Fellini. O las huellas de la Pantera Rosa, con el disparate a punto de suceder. Más la mirada infantil que distrae al adulto aburrido, rasgo que prevalece en la obra general de Tolj. Porque, se habrá advertido durante la lectura, hay juego y diversión –dice Tolj- en el trabajo que significan tantas láminas. Que el espectador sea invitado a participar es la gracia mayor, necesaria en tanto carcajada que también recuerda.
Ahora bien, las imágenes visitadas son apenas un señuelo de tantas láminas más, de las 120 totales y de las que vendrán, que bien podrían encontrar otros cauces y posibilidades. Valiosa será la continuidad que encontrará en la inminente Crack Bang Boom, Convención Internacional de Historietas a realizarse en agosto. Mientras tanto, y a la espera de ver qué más ocurre, a visitar entonces este paseo de caricatura y arquitectura.

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