lunes, 18 de julio de 2011

Bloodworth (2010, Shane Dax Taylor)


Música, caída y redención


Regresando a casa
(Bloodworth)
EE.UU., 2010. Dirección: Shane Dax Taylor. Guión: W. Earl Brown, a partir de la novela de William Gay. Fotografía: Tim Orr. Montaje: Jeffrey Ford, Neguine Sanani. Intérpretes: Kris Kristofferson, Reece Thompson, Val Kilmer, W. Earl Brown, Hilary Duff, Sheila Kelley. Duración: 105 minutos. Sólo disponible en DVD
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Por Leandro Arteaga

Pasaron cuarenta años y E.R. (Kris Kristofferson) vuelve a su hogar, en el sur profundo norteamericano, con el tiempo oxidado y la melancolía triste de su guitarra. Como si de un fantasma se tratase, con una canción que es introducción al espíritu del film así como pasaporte anímico a su mundo. La aparición de E.R. ocurre una vez avanzado el argumento, cuando la familia ya ha tomado noticia de su arribo, cuando el espectador intuye – todavía poco– de lo mucho que entre ellos se esconde.
Es así que, paralelamente, se articula el relato mientras se desarticulan tantas otras historias, partes que se desgranan desde un tronco común, de rostro con grietas y ojos muy pequeños. Qué gran interpretación la de Kristofferson, qué placer volver a verlo –y oírlo cantar- dentro de una película.
Regresando a casa ofrece como hilo conductor a Fleming (Reece Thompson), el nieto adolescente, de mirada solitaria, que gusta de leer mientras acepta órdenes del padre, desconfía del tío Warren (Val Kilmer), y se distancia del ardor religioso y supersticioso del tío Brady (W. Earl Brown). Fleming es quien puede asomar una luz distinta. Quien puede decir a su abuela acerca de la verdad que guarda la melodía de guitarra y whisky que ella cree oír a través del viento.
En Fleming hay lugar para el amor o, mejor aún, para otra oportunidad. Porque los Bloodworth llevan una misma sangre tanto en sus venas como en su nombre; una maldición que, tarde o temprano, habrá de enfrentarse. Es que E.R. ha caído, él es el inicio de la tormenta que sobrevendrá. La música ha sido, él lo dice, su perdición y su redención. La misma guitarra sabrá cantar al cariño en el que Fleming cree. Allí es donde E.R. elige afinar –trátala bien, le pide-, mientras por otro lado deja caer notas roídas, desgarradas, acerca de una historia que ya pasó, que tuvo también amor, que tuvo también muerte.
No se trata de un gran film, pero la caracterización del actor y músico es excusa válida, por sí sola, para darle una oportunidad. También porque entre los hijos de ficción figura un Val Kilmer como nunca: gordo, ojeroso, incorrecto. Más la supervisión musical de T. Bone Burnett, cuya notoriedad ha crecido cada vez mayor gracias a su participación en films como ¿Dónde estás, hermano? (2000), A través del universo (2007) y Loco corazón (2009).
Este último, seguramente, sea el título que más semejanzas encuentre con Regresando a casa, referidas al vínculo virtual que el espectador podrá entretejer entre el Bad Blake de Jeff Bridges y el E.R. Bloodworth de Kristofferson: como dos gotas de agua que han caído desde lugares similares y hacia destinos diferentes. En última instancia, una misma alma apenada, que surge allí cuando se trata de cantar y de animar al country de una guitarra. Por suerte, y para continuar ese estado hipnótico, es que existen las bandas de sonido. Son canciones que vale la pena guardar.

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