sábado, 18 de julio de 2009

Batman & Robin (Grant Morrison/Frank Quietly)


Descanse en paz, viejo murciélago

La vuelta del nuevo Batman


A nadie ya sorprende lo mismo de siempre: héroe muerto, héroe repuesto. Y, por si fuese poco, pasado el tiempo otra vez muerto. Y se generan, entonces, una pluralidad increíble de personajes con mismos nombres, edades imposibles, y líos temporales que son, claro, inexplicables. (1)
Con Batman se nos cuenta, por estos días, de nuevo lo sabido. Porque a nadie sorprenderá, convengamos, que Dick Grayson –primer Robin de la historia- asuma el manto del murciélago tras la defunción del portador original (2). Ya hubo de ocurrir en la muy famosa Knightfall (1993-94), con Bruce Wayne paralítico, un sucesor –Azrael- lunático y fascista, y el consecuente paréntesis con Dick como Batman hasta la vuelta anunciada del murciélago de veras.
En otras palabras, será cuestión de espera (y de rédito ya calculado, como en todo mega emprendimiento) que Bruce vuelva de entre los muertos y vista la capa de siempre. Si quedaran dudas ante lo dicho, recordar que fueron estos mismo bati-capítulos los que devolvieron a la vida –imposible e inútilmente- a Jason Todd, el segundo Robin, muerto sin piedad por el mismísimo Joker (3).
¿Y todo esto por qué?
Busco la excusa de la nota en dos razones: una reflexiva, la otra como lector aficionado.

Vamos por la primera.

Creo que de un tiempo a esta parte, el comic americano mainstream evidencia lo que sus películas: una escasez de ideas plena. Basta revisar la historia del medio (sea el comic o el cine) para ratificarlo. Épocas doradas, clásicas y magistrales, en franco contraste con la pobreza creativa actual, consecuencia de un pensar empresarial que ha pisoteado la frescura generada por tantos artistas maravillosos.
Por otro lado, la negación que sobre el sufrimiento y la muerte este tipo de historietas ahorra al público lector: el culto del héroe inmortal, capaz de resistir balacera cualquiera, siempre indemne y listo para la misma aventura, una y otra vez. Se podrá argüir que dicho mecanismo descansa en el clásico retorno de lo mismo; esto es: principio-nudo-desenlace: orden-desorden-vuelta al orden. Y responderemos que sí. Que evidentemente, hay una estructura narrativa que funciona desde este lugar, y que garantiza la normalización de la historia aún desde el peor de los entuertos. El héroe siempre ha operado en este sentido. Pero también es cierto que una estructura narrativa no puede escindirse del contexto del que depende, con el que interactúa.
En función de ello, fue Alan Moore quien cuestionó al comic americano al sostener que, aún cuando Watchmen y El regreso del caballero oscuro significaran la muerte del superhéroe, finalmente los lectores eligieron volver a leer las mismas historias de siempre (4). Aquello que resultara un enclave, un momento único en la historia del género (las obras mencionadas figuran, claro está, en toda estudio del comic que se precie de serio), culminó por ser absorbido y reelaborado desde lo que se terminó por entender como una “etapa sombría” en los comics, con cantidad de títulos clones, todos atravesados por una mirada “adulta”, para luego recaer en lo trillado: las mismas historias, ya contadas, otra vez relatadas con el colorido acostumbrado.
Pero este caudal mítico –a diferencia de los que renuevan sueños- es de corte empresarial y prefiere lectores predispuestos -decíamos y repetimos- a lo mismo de siempre, antes que a soñar posibilidades diferentes. Watchmen hoy es un éxito de taquilla que se ve en los cines tanto como 300 o cualquiera otro megafilm de presupuestos altos. Su contenido de origen, de historieta magistral, que puso –y pone- en jaque al comic americano, se licua por ser otra de las tantas películas vacuas del actual cine estadounidense.(5)
Y bien, también es cierto que la manera ideológico-empresarial del comic americano ha sido, me reitero, la misma de siempre: explotar lo mismo hasta el hartazgo. Batman, o quien sea, amputado o muerto será sinónimo de ventas la cantidad de veces que resulte necesario.
¿Entonces? Lo dicho: otra vez la misma historia.
Sin embargo…

Y aquí va la segunda de las excusas.

Porque no todo es lo mismo. O, en otras palabras, allí es donde podremos encontrar a quien sepa que contar una historia es barajar de nuevo lo de siempre, pero de manera diferente. Allí sí, entonces, tendremos a un creador de mitos. Porque se permite una renovación, una oxigenación, una casi-novedad. La misma historia, pero como si fuese relatada por primera vez. ¿Cuándo ocurre esto? Cuando nos creemos lo que leemos de manera sencilla, eficaz, verosímilmente. Un nombre, un responsable: Grant Morrison.
De acuerdo, tampoco voy a negar que mi elección signifique asombro, pero de entre toda la maraña de nuevos batitítulos, uno más dislocado que otro, lo único que merece la pena sincera, y que no es pena, sino admiración y disfrute, es la colección regular nueva Batman & Robin, con guiones del escocés y genial Morrison y dibujos de Frank Quietly. Morrison: el único que supo, desde hace un tiempo, dar a Batman un tinte fresco, rejuvenecedor (¡Y mortal! ¡He allí el secreto!).
Porque en el Batman de Morrison Batman no es más Batman, y Robin no es más Robin. Son dos personajes absolutamente nuevos. Son Dick Grayson y Damian Wayne. El hijo postizo y el hijo de sangre (6). El discípulo aplicado y el hijo descarriado. Todo un mundo por explorar para el gran Morrison, más un Quietly cuyos dibujos nos devuelven una rara mezcla entre la credibilidad humana de sus personajes y la hiper tecnología que utilizan. Protagonistas de lo imposible vueltos creíbles. Un verosímil perfecto y, aquí sí, las mismas historias de siempre pero diferentes. Una maravilla.
Hubo un pequeño prólogo, en forma de díptico, que nos anunciaba algo como esto, mucho más esperanzador que las trapisondas gráficas –sin cariño- de Tony Daniel en su Battle for the Cowl, se trató de esa maravilla titulada What Ever Happened to the Caped Crusader?, con guión de Neil Gaiman y dibujos de Andy Kubert. Un repaso de afecto, de cariño, de saber historietístico, sobre vida y obra de Batman. Sólo dos números para revisar al personaje y lanzarlo hacia nuevos confines. Aquí, entonces, de nuevo Morrison.
Porque pareciera que con su Batman & Robin uno asiste, como si fuese una suerte de hechizo temporal, a la primera vez del famoso bati-dúo. Batman y Robin juntos por primera vez. Les juro que es así, y que esta serie será de lo mejor que pueda leerse –dentro de este mundo reiterado de los superhéroes- de aquí a un tiempo.
¿Entonces? Lo dicho: Morrison es magistral. Y aún cuando el mito de las ganancias burdas prolifere en la industria –como siempre, como siempre- todavía nos queda algo de talento. Y el que sale ganando, menos mal, es uno, porque también lo hace el personaje. Poco importa que Bruce Wayne vuelva del más allá –lo hará, palabra-, sólo importa lo que Morrison escribe: Batman tiene larga vida gracias a él. Menos mal. Qué buena lectura.

Notas
1: Tal es el caso de la reciente vuelta del Flash más famoso y más muerto, allá lejos y en 1985: Barry Allen. De todo este embrollo se encarga, por estos días, la serie The Flash: Rebirth.
2: Como consecuencia de los sucesos de la maxi-serie Final Crisis (2008, con guión de Morrison), Batman muere. Aunque su aparición en la viñeta final, en una era pre-histórica, y dibujando murciélagos como un cavernario, no lo deja muy claro.
3: En la serie A Death in the Family (1988-89), en Batman # 426-429, por Jim Starlin (guión) y Jim Aparo (dibujos).
4: Watchmen (1986-87): Alan Moore (guión) y Dave Gibbons (dibujos). The Dark Knight Returns (1986): Frank Miller (guión y dibujos).
5: Coinciden, en ambos films, la figura del mismo realizador: Zack Snyder. Respecto suyo, supo decir Alan Moore: “(…) es también la persona que filmó 300. Recientemente no he visto ninguna película basada en comics, pero ya no me gustó el cómic. Tuve muchos problemas con 300, y todo lo que leí o vi sobre el film no hizo más que aumentarlos: lo encontré racista, homófobo, y sobre todo tremendamente estúpido.” Entrevistado por Nisha Gopalan: "Alan Moore Still Knows the Score!" en http://www.ew.com/ew/article/0,,20213004,00.html
6: Otro de los hallazgos que debemos a Morrison, al incorporar al hijo olvidado por Batman en la alcoba de Talia Al Ghul, en aquella muy buena novela gráfica titulada Son of the Demon (1987, G: Mike Barr/D: Jerry Bingham).

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