miércoles, 21 de enero de 2009

Richard Matheson: En algún lugar del tiempo / Más allá de los sueños



Al abrigo
de la melancolía



En algún lugar del tiempo
(La Factoría de Ideas, Barcelona, 2005)
Más allá de los sueños
(La Factoría de Ideas, Barcelona, 2007)


“Quedé apartado del reino de los relojes y los calendarios.”

Richard Collier
En algún lugar del tiempo (p.147)


Reseñar, comentar, o sólo buscar excusas para hablar de alguno de los libros de Richard Matheson
(New Jersey, 1926) es tarea grata, maravillosa, afectuosa. Quienes amen géneros tales como el terror o la ciencia-ficción, y hayan leído al autor de Soy leyenda (1954), saben a qué me refiero. Si adjetivara más, estaría ya hablando de Ray Bradbury, alguien cuya literatura –que adoro-, si bien con rasgos distintivos, comparte con Matheson tantas similitudes y declaraciones de amistad al lector como las que uno podría encontrar también en los dinosaurios de Ray Harryhausen, en los monstruos de la Universal, o en las viñetas de Hal Foster.
Luego de tanta espera, por no existir traducción alguna, llega a mis manos En algún lugar del tiempo (1975) (*), de Richard Matheson. No sólo el ansia por acercarme a otro de sus libros, sino sobre todo por esa –para mí- inolvidable película que el libro inspirara. La conocimos con el título Pide al tiempo que vuelva (1980), dirigida por Jeannot Szwarck, con los protagónicos de Christopher Reeve (alguien también caro a mis afectos), Jane Seymour y Christopher Plummer. Film que atestigua lágrimas para siempre, con ese empecinamiento de amor que el escritor Richard Collier persigue hasta ser capaz de viajar en el tiempo, de retroceder al pasado para alcanzar esa meta ansiada: el tacto y el pulso vital de la mujer del retrato, hermosa desde su lejanía, alcanzable sólo para la locura del amor: Elise McKenna.
“No tiene nada de complicado, Elise. Es bien sencillo. Estamos destinados el uno al otro.” (p. 203). Sólo eso basta para adentrarnos en el viaje del tiempo, para creer en esa unión que la razón no posibilita. Y para permitirnos buscar el vínculo temático entre éste y otro de los títulos de Matheson, también traducido para nuestra buena y reciente suerte: Más allá de los sueños (1978).
El film sobre este libro –realizado con mismo título en 1998, con dirección de Vincent Ward y protagónico de Robin Williams- resulta tan simplificador como maniqueo. Capaz de menospreciar la sensibilidad del escritor hacia el misterio que significa morir, en donde las categorías determinantes, aquella que son dogmas para el miedo religioso, desaparecen. Convengamos, también, en que el guión cinematográfico no corresponde a Matheson, como sí ocurría con el film anterior.
Pero volvamos al libro. A la unión inseparable entre dos almas gemelas. Porque en Más allá de los sueños asistimos otra vez a la misma vuelta cíclica que nos proponía En algún lugar del tiempo: dos enamorados que deberán recorrer una y otra vez la misma historia, encantadoramente condenados por amarse.
Por amar, Chris es capaz de enfrentar al mismo Infierno, viaje dantesco que confronta los miedos propios y que canta victoria sobre ellos. Chris y Ann. Richard y Elise. Dos caras de un mismo espejo. Reflejo que necesita del rostro amado. Capaz de vadear océanos de tiempo y de desafiar condenas supraterrenas.
En suma, una misma historia, contada de modos diferentes. Y que nos remite a tantos otros ejemplos del autor, porque la trascendencia luego de la muerte corroe las páginas de Hell House (1971). (Motivo de otro film excelente, The Legend of Hell House, 1973, con Matheson en guión, dirección de John Hough, y protagónicos de Clive Revill y –otro adorado por todos nosotros- Roddy McDowall.) Así como también se vislumbra en la clásica El increíble hombre menguante (1956), desde su planteo de redimensionamiento vital, ligado a una metafísica que habilita un nuevo inicio al diminuto héroe. Cuna de un film hoy considerado uno de los mejores de la ciencia ficción de todos los tiempos: The Incredible Shrinking Man (1957, Jack Arnold, guión de Matheson). (**)
Richard Matheson nos embriaga de afecto. Nos hace vivenciar momentos mágicos, a través de ese tacto único que posee respecto de los géneros. Son pocos los narradores como él. Así de buenos. Así de vitales. (***)
Por último, sólo recordar brevemente la melodía del film de Szwarck, obra de John Barry, capaz de evocarme todo un momento, pleno de felicidad y de pérdida: melancolía pura. (Amo esta película, perdón por tanta palabrería. No dejen de verla.)


(*) Originalmente, el libro fue publicado como Bid Time Return. Luego del film -Somewhere in Time- fue reimpreso con este mismo título.
(**) Ambos títulos editados por La Factoría de Ideas: La casa infernal (2003), El increíble hombre menguante (2006).
(***) Me remito, para una justa apreciación, a alentar la lectura de Elvio Gandolfo. Su El libro de los géneros (Norma, Bs.As., 2007) es un prisma desde el cual poder ingresar al mundo de la ciencia-ficción, el policial, la fantasía y el terror. Matheson figura allí, directa o indirectamente. Sea en las letras impresas. Sea en el espíritu de Gandolfo.

1 comentario:

Arianna dijo...

Excelente tu reseña.
Saludos