Filmar para desocultar personajes de la historia
Además de ser distinguido por el Honorable Concejo de la ciudad de Rosario, el realizador Juan Bautista Stagnaro presentó su última película, dedicada a la vida del Mayor Luis Jorge Fontana.
Por Leandro Arteaga
“Desde lo personal estoy absolutamente honrado, no tengo palabras, me da un cierto pudor” comentaba a Rosario/12 el realizador cinematográfico Juan Bautista Stagnaro minutos antes de ser nombrado visitante ilustre de nuestra ciudad. La distinción, celebrada el miércoles pasado en la sala de cine El Cairo a instancias del concejal Oscar Greppi, permitió además la proyección exclusiva –ya que el estreno comercial está previsto para el mes de octubre- de Fontana, la frontera interior, film dedicado a recrear distintos episodios de la vida del Mayor Luis Jorge Fontana, entre los años 1879 y 1910.
“Con los proyectos, en general, existe una especie de ley del petróleo: de nueve o diez sale finalmente uno. En este caso me interesó mucho el personaje, a partir de una propuesta que vino de cuatro provincias, en donde Fontana es muy conocido”, señala Stagnaro. “Al leer el material que él escribió –El Gran Chaco, Viaje de exploración en la Patagonia Austral- me despertó el interés por la particular condición de alguien que cumple –como en El vizconde demediado, de Calvino- la doble condición de naturalista y militar; me lo imaginé un poco simbólicamente, como una persona hecha de dos mitades que entran en conflicto entre sí. También porque este personaje actuó en un momento muy particular de la historia argentina, en un ámbito geográfico que prácticamente abarca gran parte de la geografía humana y social del país, en un momento muy particular. En este caso con posterioridad a la guerra con el Paraguay, más el contacto con un Estado que recién se estaba gestando, en base a fronteras absolutamente fluidas, tanto con el Paraguay como con Chile. Como me gusta el cine histórico, me interesó también la posibilidad de dar una visión sobre un momento en el que la Argentina se estaba gestando, así como le sucede también al propio Fontana, interiormente. Por eso el título ‘La frontera interior’. Como si la situación del país se fuera reflejando en su estado de ánimo, con respecto a las diferentes maneras de encarar la realidad.”
-Seguramente todavía falta un cine que se ocupe de tantos personajes y situaciones históricas olvidadas.
-Es una de las posibilidades más ricas que tiene el cine, que es la de recuperar y poner en escena momentos históricos que no son conocidos. La narrativa de esta película fue un desafío. Distinguimos cuatro momentos dentro de la vida de Fontana, bien marcados: en Formosa, en Chaco, en Chubut y en San Juan; los cuales significan hasta cuatro estilos diferentes, con conflictos distintos. Cuatro colores, cuatro cielos, cuatro soles diferentes. Es decir, el material plástico de Formosa es el agua, filmar en los lugares exactos con el río impuso una cierta manera de contar que no es la misma que en el Chaco, donde uno está adentro del monte chaqueño, y donde prácticamente está todo apretado y cerrado. La historia también refleja esto. Seleccioné de toda la travesía que Fontana hace entre el río Paraná y Salta -que son 700 kilómetros- una primera parte donde hay una serie de combates y hechos que, si bien no están dentro de la película, se da cuenta de ellos a través de una herida. El viaje territorial, en algún sentido, es el propio viaje personal. La presencia del cielo de Chubut, por su parte, remite a una instancia de vacío. Todo esto impuso condiciones de puesta en escena y de rodaje muy diferentes para cada caso. En la Patagonia, por ejemplo, hay cosas que hasta tienen que ver con ciertas maneras de filmar propias del western. Además, en la película hay dos viajes. Uno es horizontal, y está contado desde el tiempo presente del relato; el otro es vertical, y está dado por la mirada de la vejez, como si desde ella se estuviesen viendo las cuatro etapas. Son dos voces diferentes, dos actores diferentes, que a veces dicen lo mismo y que otras tantas se superponen. Me gustó mucho el entramado de voces, como si fuese una música. A veces empieza una y la otra se le opone o la continúa. Fontana también escribió mucho, a veces con mucha ingenuidad, con una especie de prosa muy extraña, que pretende ser lucida, florida, pero que al mismo tiempo es muy naif. Como naturalista es un mal naturalista y, seguramente, como militar es también un mal militar. Es un militar que duda, es un poco intelectual, y esto, para mí, es lo que le da cierta grandeza.
-Si con su película Casas de fuego el nombre de Salvador Mazza adquirió un lugar público que hasta entonces no tenía, quizá ocurra otro tanto con el de Fontana.
-Sí, ojalá. Cuando uno se pone a escarbar la historia te das cuenta de que hay una cantidad enorme de episodios que no son conocidos y que forman parte de nuestro imaginario. A veces se ven las consecuencias de las derivaciones. Sobre el final de la película aparece tematizado el tema de la definición de la frontera con Chile, cuando uno sabe que no deja de ser un lugar común el hecho de que ciertos sectores chilenos reivindiquen todavía la pertenencia de la Patagonia. El tema de la frontera, lejos de cualquier ánimo nacionalista, está donde está por el trabajo de mucha gente, Fontana fue uno de ellos. Creo también que hay un hecho que no es geográfico ni militar, y es el tema de la integración social, que es un fenómeno muy complejo. En el caso de Fontana se relaciona con Roca corriendo a los pueblos naturales, tirándolos hacia la cordillera y generando un espacio “vacío”, más el intento de colonización por parte de los galeses. Fontana es la cabeza de un Estado que todavía estaba en formación y que establece una negociación respecto de la cual la realidad social actual es consecuencia. Fue el trabajo oculto y desconocido de mucha gente el que integró al país. Me interesó muchísimo poder recuperar eso.
-¿Cómo lo afecta, tanto personal como profesionalmente, la distinción de nuestra ciudad?
-Me resulta muy importante. En algún sentido, la relaciono con el pensarme como una especie de correa de transmisión de personajes o episodios que están en el fondo de la historia. Lo que hice fue, de alguna forma, recuperarlos para ponerlos en el tiempo presente, sean tanto los episodios como el de Camila –en cuanto al guión-, el de Cabeza de tigre -que tiene que ver con Castelli y con Liniers-, el de Mazza, el de Fontana, o el de proyectos actuales como el que estamos gestando sobre Quinquela Martín. El cine histórico te da una posibilidad mágica: desde que uno dice “cámara” hasta “corte” es como si se estuviera en ese tiempo, un tiempo que tiene que ver con nuestras raíces. Me permito conectar esa memoria de los personajes con este honor inesperado.
Publicado en Rosario/12 (27/06/2010)
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