domingo, 23 de mayo de 2010

Zenitram: hay un argentino que vuela (2010, Luis Barone)


Película de calidad televisiva


Zenitram: hay un argentino que vuela
Argentina/España, 2010
Dirección: Luis Barone. Guión: Luis Barone, Jesús de la Vega, Juan Sasturain, sobre un cuento de Juan Sasturain. Fotografía: José Guerra. Montaje: Raúl de Torres, Yanina Andreoli. Intérpretes: Juan Minujín, Luis Luque, Daniel Fanego, Steven Bauer, Jordi Mollà, Verónica Sánchez, Jorge Rulli, Daniel Santoro. Duración: 103 minutos.



Es mucho lo que desde la historieta argentina podría hacerse en materia de cine. En este sentido, la misma Zenitram desliza guiños –tan obvios como ajenos a su argumento- acerca del tema. Pero, sin dudas, la mejor película sobre historieta argentina será aquella que olvide a los cuadritos y se entienda como cine propiamente dicho.
Habrá que hacer justicia al decir que si bien Zenitram tiene que ver con el mundo de las historietas, lo hace desde una mezcla acriollada del estereotipo del superhéroe norteamericano. De la inventiva del cuento y guión de Juan Sasturain, emerge un personaje con superpoderes que, en verdad, es un “boludo cualquiera”. El relato, desde el off del actor Luis Luque, despierta un interés que, vanamente, el film intentará mantener. Zenitram despierta a sus dones mágicos luego de pronunciar el anagrama de su apellido, revelación que en un baño maloliente el ángel tanguero de Daniel Melingo le sopla al oído.
Hay montones de referencias a los lugares comunes de Superman y sus amigos: el diario (“El Tiempo”), la palabra mágica (Zenitram/Shazam!), la metrópoli (de futuro retro como Ciudad Gótica), la femme fatale, el archienemigo, etc. Pero la mezcla que de ello resulta se vuelve rápidamente aburrida, sin chispa, con resoluciones que no tienen en claro hacia dónde, cinematográficamente, dirigirse.
El problema, en última instancia, radica en el film como totalidad, como proyecto que no puede plasmar verosímilmente el mundo de historieta de un imposible superhéroe argentino, destinado a salvar a su país de las corporaciones y del control sobre el agua. Para el caso, y en función de ejemplos mejores, bien valdrá la pena recordar cómo los incorregibles responsables de Filmatrón (2007), con Pablo Parés a la cabeza, perfilaron un film tan low-budget como celebratorio del mundo de los cómics –algo de lo que el realizador Luis Barone demuestra estar tan ajeno-; así como contraponer la artesanía plástica del director Esteban Sapir y el expresionismo silente de La antena (2007) a la fallida reconstrucción retro que de la Buenos Aires del 2025 Zentiram propone, con situaciones tan cercanas como lejanas a Sin City (2005).
Es más, si nos detenemos en el caso de los efectos especiales, la pregunta necesaria será acerca del porqué de la innecesariedad de incluirlos en un film como éste, donde todo –desde el mismo personaje- remite a lo barato y a lo atado con alambre. Las resoluciones visuales son tan poco creíbles, tan “pobres”, que no se sabe muy bien si están hechas a propósito. Más el amontonamiento que significan las referencias a la supuesta argentinidad, a saber: virgencita, foto de Evita, camiseta de la Selección, techos de chapa, barriga, monumento símil descamisado y, por supuesto, la mención a Perón. Todo mezclado, todo revuelto, y con una ironía que, por dicha y subrayada, no termina por surtir el efecto que de ella se espera.

1 comentario:

Gabriel Erard dijo...

A mí hay algo que me pone los pelos de punta (los pocos que me quedan a mi corta edad) y es ver las semejantes "barrabasadas" del cine nacional. Debo ser sincero y reconocer que no vi Zenitram por dos motivos:
1° Por un afiche guarango que nos revuelve las entrañas. Yo me imagino sinceramente a tres boludones (con el perdón de la expresión) en una oficina diciendo: "Che, che y si ponemos una foto del personaje agarrándose el bulto? Jijiji", riéndose como un grupo de pre púberes viendo una foto en bikini de Adriana Brodsky en la tapa de una revista 7 días de 1982.
2° Por lo malo de los efectos en las imágenes del trailer y por lo patético del avance en sí.

Cada tanto tenemos la suerte de que un Trapero o un Campanella (o algún otro de dicha camada) nos saque algo de la galera y nos sorprenda. Lástima que después hay que aguantarse a medio mundo haciendo el papel del hincha del cine argentino cuando se gana algún premio.

Basta, basta por favor de cine pedorro, de películas mal filmadas, de trailers mal hechos, de cineastas de calidad ninguneados, de chivos alevosamente mal puestos, de subsidios del INCAA afanados. Basta, por favor.

(Uf, me desahogué)

Muy buena la página como siempre.

Saludos.