Puños y un
retorcimiento espiralado
Por
Leandro Arteaga
Sin exhibición comercial, Sólo Dios perdona se sitúa como lamento para el cinéfilo,
desprovisto del placer de la gran pantalla, allí donde este mundo caído debía
ocurrir. La experiencia previa había sido Drive
(2011), en donde Ryan Gosling componía a ese “hombre sin nombre” de armadura
oxidada, todo un caballero de temple estoica, en medio de una ciudad de valores
derruidos. Nada de ello hubiese sido como fue de no contarse con las mañas
visuales del danés Nicolas Winding Refn.
La asociación entre los dos continúa en Sólo Dios perdona, con Gosling y sus
puños en una Bangkok de cuño criminal, entre combates y apuestas, policías
corruptos, violencia milenaria. Lo de los puños es literal: antes que por piñas
dadas, la relación de Julian (Gosling) con sus manos esconde lo insondable, que
amenaza con despertar, no precisamente ante la muerte de su hermano, sino en
todo caso cuando sea su madre quien intervenga.
Acá el nombre mejor: Kristin Scott Thomas. Nada de
dulzura ni arrugas, sino maternidad de mujer dura, que sabe muy bien cuál es
(fue) el hijo predilecto así como acariciar con manos de incesto preciso para el
logro de la venganza.
La historia, de esta manera, se anuda fácil: la
madre reclama a Julian compensación ante el hijo muerto. Lo que en todo caso
surge bien difícil es lo que tras el mandato se esconde. Los puños, se dijo,
tienen mucho que ver. En verdad todo está allí, en lo que han hecho y habrán de
hacer. Pero para llegar a ese momento cúlmine –que no es, de ninguna manera, el
que el espectador podría prefigurar sino, antes bien, un momento de vientre
materno, de raíz primera–, Sólo Dios
perdona acumula golpes de montaje por asociación, de falso raccord, en un clima de trance emocional
que hace difícil saber por dónde corren las peripecias de lo visto.
De esta manera, Julian atraviesa un devenir interno,
de manos atadas, de golpes alguna vez dados, de humillación asumida. La
angustia contagia al film de manera decididamente abstracta, aspecto que Drive sabía como alcanzar sobre su
desenlace, con Gosling vuelto ya una sombra, un fantasma, un recuerdo. En el
caso del film en cuestión, es lo alguna vez hecho lo que a Julian le pesa, lo
que la madre sabe cómo recordar y, qué duda cabe, Dios perdona antes que
cualquier madre.
Atravesar el paisaje onírico de Sólo Dios perdona es caer en la oscuridad, con el único final
posible, feliz si cabe tal apreciación. El desenlace tiene matiz circular, que
dialoga con el inicio. Estado sonámbulo que hace de Gosling el actor de cine
ideal: una marioneta quieta, porque intuye el ciclo que culmina, que inicia. Vale
decir: toda una marca materna, de período con sangre final. Vuelta sobre sí que
también tiene en el nombre de Alejandro Jodorowsky una dedicatoria especial: un
retorcimiento espiralado, que manifiesta afinidades compartidas.
Sólo
Dios perdona
(Only
God Forgives)
Dinamarca/Suecia/Tailandia/EE.UU./Francia,
2013. Dirección
y guión: Nicolas Winding Refn. Fotografía:
Larry Smith. Música:
Cliff Martínez. Montaje:
Matthew Newman. Reparto: Ryan Gosling, Kristin Scott Thomas, Vithaya
Pansringarm, Gordon Brown, Tom Burke, Yayaying Phongam. Duración:
90 minutos.
Sólo
disponible en DVD
8
(ocho) puntos
No hay comentarios:
Publicar un comentario