sábado, 4 de agosto de 2012

Román Gubern: entrevista


Una cultura de imágenes para amar


Román Gubern visitó Rosario con reflexiones y pasión por una cultura de imágenes plurales. Cine, nuevas tecnologías, divas de Hollywood, y los sueños infantiles.

Por Leandro Arteaga 
Rosario/12, 04/08/2012

Dueño de una claridad conceptual que se admira así como de un recorrido académico y literario notables, Román Gubern se presentó durante la mañana de ayer en Parque de España para conferenciar sobre “Los retos culturales del horizonte televisivo”, en el marco de la VIII Asamblea General de la Asociación de las Televisiones Educativas y Culturales Iberoamericanas (ATEI), co-organizada por ATEI y el Ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe.
Autor de libros de referencia para el estudio de la imagen fotográfica y digital, el cine y el cómic –Entre muchos más, Historia del cine (1969), El simio informatizado (1987), El discurso del comic (1988), La imagen pornográfica y otras perversiones ópticas (1989)- el catedrático español diseminó ideas siempre dichas y veneradas, sea por él como por sus lectores. En diálogo con Rosario/12, Gubern se explayó aún más acerca del supuesto sostenido por este cronista; a saber, si la preocupación por la imagen quizás fuese un requerimiento anterior a la fascinación que provocan las nuevas tecnologías.
“Mire, hace pocos días tuve la fortuna de ver la última película de Werner Herzog (La cueva de los sueños olvidados), una película sorprendente, rodada en la que se supone es la cueva más antigua de pinturas prehistóricas, la cueva de Chauvet, en Francia –apuntó-. Digo fascinante porque dado que a mí me interesa mucho el origen de la imagen, esto me fascina. Hay muchas teorías. Como la de haciendo rayas en el barro, azarosas, y de pronto… ‘¡caramba, eso se parece a un perro!’. ¿Quién sabe? Hay muchas hipótesis. Mientras Herzog recorre el interior de las cuevas hace una serie de reflexiones. Una de las preguntas que se hacían los biólogos era si el león prehistórico tenía melena. Y ¡violà! ¡La respuesta! Los leones prehistóricos de hace treinta mil años en Europa no tenían melena. Es un dato empírico que no podía verificarse. Yo tengo una hipótesis sobre el origen de la imagen, y escribí para eso un cuento, que está inédito, donde un hombre prehistórico va por una llanura y de pronto ve a lo lejos un oso, se agacha y se esconde, está agazapado, esperando que no le huela, los minutos pasan, atisba, y ve al oso aparentemente dormido. Hasta que empieza a dudar, ¿no será una piedra? El oso no era un oso sino una roca. Ese podría ser el nacimiento de la imagen, la imagen no como actividad, sino como pasividad, no como acción sino como recepción. ¡Esto en ‘teoría Román Gubern’, eh! A diferencia de mi generación, los niños nacen con los televisores en casa, y aprenden empíricamente sobre el camello, el elefante, el avión, lo que fuere. Sé que en Barcelona había un grupo que iba a las aulas de cinco o seis años, les llevaban una flor natural y una foto en color de esa misma flor, y les decían ‘a ver, explíqueme la diferencia entre esto y esto’, lo que no es tan fácil, ya hay que racionalizar algo que se parece pero que no es lo mismo, y me parece excelente. Es una preocupación que he tenido durante muchos años, porque hay una serie de retóricas icónicas, para seducir al ingenuo, donde la publicidad comercial aparece como el caso más obvio.
Gubern hubo también de participar en calidad de argumentista y guionista cinematográfico, con realizadores como Vicente Aranda y Jaime Camino. El cine, pasión para Gubern, es inseparable de sus reflexiones, de sus citas, de los nombres de Buñuel, Eisenstein, Lang. “Es verdad que la imagen nos hace llorar, nos hace reír, nos deprime, nos alegra. Hay un género de cine que yo adoro, el cine negro americano, con películas como Laura, Secreto tras la puerta, que ha sido el amor cinéfilo de mi adolescencia. Esa ambigüedad moral entre lo bueno y lo malo, la frontera, la decisión equívoca, el claroscuro… Me reconozco hijo de la cultura de la imagen, sobre todo durante la España de Franco, en un país depauperado, lleno de curas, militares, falangistas, fascistas, y aunque yo no tenía formación política, había un instinto de algunos niños de darse cuenta de que aquello no nos gustaba y nos metíamos en el cine para soñar con los ojos despiertos, y volábamos a Alaska, y a Nevada y a Bagdad. Yo soy de esa generación, que se ha formado con el cine como refugio, como huida de una realidad ingrata donde había hambre, miseria, uniformes. Luego lo he racionalizado, he escrito libros, pero la materia prima viene de los sueños infantiles, de mi iconofilia, de la imagen como consolación, como ensueño, ¡como estímulo erótico, que no es lo menor! Los amores prohibidos, la oscuridad de la sala… En sus memorias, Anita Loos -que era guionista y novelista americana, autora de Los caballeros las prefieren rubias y de una obra menos conocida: Pero se casan con las morenas- señala que a principios del siglo XX aprendían las técnicas del cortejo y del beso en las películas, aprendían los rituales del amor en el cine. Yo me pregunto: cuando un adolescente entra en Internet, y de pronto se topa con una triple penetración, ¿cómo metaboliza, un niño o una niña de doce, catorce años, lo que ve? Comparado con Anita Loos, que se fijaba en el beso, en cerrar los ojos, en poner la cabeza hacia atrás, hay un salto mortal. ¿Cómo metabolizan los adolescentes eso? No lo sé. Me lo pregunto, pero no lo sé."

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